Los últimos días y la enigmática muerte de Luis Emilio Recabarren

Los últimos días y la enigmática muerte de Luis Emilio Recabarren

Unos disparos rompieron la tranquilidad del alba. Hacia las 7.10 de la mañana del viernes 19 de diciembre de 1924, Teresa Flores hacía el desayuno en el patio de la casa ubicada en calle Santa Filomena. Mientras preparaba el café y el pan, escuchó una seguidilla de tiros que la sobrecogieron. En su interior, de inmediato pensó en lo peor, seguro recordó lo que había ocurrido en agosto de ese mismo año.

Flores corrió al interior de la casa, y de las habitaciones restantes aparecieron los otros residentes que se miraban unos a otros buscando una explicación. Alguien dijo que los disparos se escucharon desde la pieza que ocupaba Luis Emilio Recabarren. Y todos partieron.

Al llegar ahí, vieron al señero dirigente tendido en el piso, al costado de su escritorio. “Lo vieron en el suelo con un charco en medio de un charco de sangre, y dando aún señales de vida y con la pistola ‘Mauser’ fuertemente apretada por la mano derecha”, señaló la crónica de El Diario Ilustrado. Comenzaron los gritos de desesperación, llanto, y entre todos comenzaron a pedir que llegara la asistencia pública. Teresa Flores lloraba.

Luis Emilio Recabarren Serrano, conocido como “el apóstol del movimiento obrero” y fundador del PC chileno, había atentado contra su vida. Según el Diario Ilustrado se disparó “cinco tiros en el corazón y uno en el hueso frontal”, por lo que las heridas resultaron mortales. La asistencia pública llegó poco después, pero solo a constatar la muerte. Recabarren había partido al encuentro de la eternidad. Tenía 48 años.

Luis Emilio Recabarren junto a sus hermanas

Por orden del juez del crimen que llegó al lugar -el señor Soro Barriga- el cadáver de Recabarren fue conducido a la morgue junto con la pistola automática (que compró al pasar por Alemania en su viaje a la naciente URSS) y las balas encontradas en el sitio del suceso. Mientras, Flores -esposa del fallecido y también dirigenta obrera- conversó con el reportero de El Diario Ilustrado.

“La señora Teresa nos declaró que desde hace varios días a la fecha, el señor Recabarren padecía de una gran debilidad cerebral y en reiteradas ocasiones había manifestado deseos de poner fin a sus días, tanto a sus amigos como a los de la casa”.

“-Últimamente-nos agregó la señora- trabajaba más de lo necesario y así veía yo como a las tres o cuatro de la mañana se retiraba a su lecho después de haber permanecido en su escritorio varias horas, preparando unos folletos o estudiando algunas obras relacionadas con sus ideas”.

Como suele ocurrir con los suicidas, Recabarren ya había intentado quitarse la vida previamente. Fue el 30 agosto de 1924, pero la intentona no resultó. Aquella vez alcanzó a dejar un documento escrito.

“El espíritu mío ha tendido siempre a concepciones muy elevadas de lo que debiera ser la Vida. Nunca encontré en el camino de mi existencia los elementos, inmediatos, para alcanzar la realización de este anhelo. Y al llegar a esta avanzada edad de mi...existencia siempre convulsionada por una multitud de acontecimientos, de hechos, de accidentes, de incidentes, que en la mayor parte de los casos han amargado mi vida, y dolorido mi existencia, alcanzando sólo en suma más dolores que anhelos realizados, más sinsabores que actos agradables. ¿Para qué sirve esta parte de la vida? Es decir: ¿Para qué sirve para mí que después de haberla vivido un largo período humano, (48 años), durante los cuales he luchado por alcanzar la satisfacción de los apetitos de mi Naturaleza, sin conseguirlo, llego a este momento, no diré cansado, pues, creo no haberme cansado todavía, pero llego como expreso aquí sin sentirme con voluntad para continuar buscando lo que hasta la fecha no he encontrado. Por eso me voy a vivir la vida eterna por el camino más fácil”.

Pero esta vez, no había dejado ninguna nota ni carta donde comentara los motivos de su decisión. Así lo señaló El Diario Ilustrado: “Siempre que tenía estos accesos de poner fin a sus días, decía que cuando así lo realizara, lo haría sin dejar una sola carta para nadie, pues todos sabían que estaba enfermo de una aguda crisis cerebral. -Antes de perder la memoria y dejar de ser útil a mis ideas -agregaba-pondré fin a mi existencia”.

“-Y como lo había pensado así lo hizo, nos decía entre sollozos la compañera del que hasta ayer recorría los centros obreros predicando sus ideas”.

Los intensos últimos días

Fundador del Partido Obrero Socialista (POS) que en 1922 se transformó en el Partido Comunista de Chile, Luis Emilio Recabarren fue un activo dirigente del movimiento obrero. Nacido en 1876 en el Cerro Playa Ancha, de Valparaíso, comenzó a trabajar desde temprana edad como obrero tipógrafo. Desde su empuje comenzó a organizar a los trabajadores en una época en que la “Cuestión social” comenzó a estar más presente en la sociedad chilena, sobre todo tras la Guerra Civil de 1891 y en las vísperas del centenario de la República, en 1910.

Recabarren fue fundador de periódicos obreros, como El Trabajo, de Tocopilla; El despertar de los trabajadores, en Iquique; El Socialista, de Antofagasta; incluso ayudó a fundar un diario obrero en Argentina, La Internacional. También fue diputado dos veces, ambas por Antofagasta. En su primer período -1906- no alcanzó siquiera a ejercer un día porque fue destituido tras negarse a prestar juramento por Dios. Sin embargo, logró ser electo nuevamente en 1921 y ejerció hasta 1924, pocos meses antes de su suicidio.

¿Qué lo llevó a quitarse la vida? Consultado por Culto, responde el historiador Julio Pinto Vallejos, Premio Nacional de Historia 2016. “Es algo que todo el mundo se viene preguntando desde hace cien años, puesto que él no dejó ninguna carta o mensaje que diera cuenta de su trágica decisión. Las hipótesis van desde la amargura que le provocó una ‘rebelión generacional’ desatada entre algunos jóvenes del partido a raíz de los malos resultados que se habían obtenido en las elecciones parlamentarias de marzo de 1924, de lo cual culpaban a Recabarren; hasta problemas de orden conyugal con Teresa Flores”.

“También se ha aludido al contexto político que se vivía tras el golpe militar de septiembre del mismo año (el “Ruido de Sables”), lo que habría provocado en Recabarren un estado de profundo pesimismo, sobre todo tras la escasa acogida que tuvo un llamado suyo a oponerse públicamente a ese golpe -agrega Pinto-. Por último, algunos militantes muy cercanos a él, como Luis Víctor Cruz y Elías Lafertte, recordaron posteriormente que Recabarren pasaba por un fuerte estado depresivo, acompañado de insoportables jaquecas y pérdida de energías, y que incluso se tradujo en un primer intento (fallido) de suicidio en agosto de 1924. En mi opinión, la clave podría estar en una combinación de todos estos factores”.

El historiador Sergio Grez Toso, agrega: “Los últimos meses de la vida de Luis Emilio Recabarren fueron tormentosos tanto por problemas personales como políticos, su salud estaba siendo seriamente afectada. Sufría de fuertes dolores de cabeza, que nunca se pudo saber exactamente a qué correspondían. Tal vez tenía un tumor, probablemente jamás lo sabremos. Pero además parece ser que estaba sumergido en una fuerte depresión”.

En efecto, el matutino La Nación, en su edición del 20 de diciembre, le dedicó una columna al malogrado dirigente en que se mencionaba el deterioro que sufría por entonces. “Había envejecido rápidamente y agotado su organismo en la prodigiosa actividad altruista en que derrochó sus energías. Así se explica la súbita ruptura de los últimos resortes de su voluntad, y la extinción de esa energía indomable que en treinta años se sobrepuso a todas las adversidades”.

Por esos días, el exdiputado y amigo cercano, Luis Víctor Cruz, recordó el fatigoso ritmo de trabajo de Recabarren. “Era un trabajador incansable -declaró a las páginas del diario Justicia, el órgano oficial del PC chileno por entonces-. El dato que tienen entender [sic] de la labor que hizo en la última gira es bien elocuente. Diariamente despachaba por sí mismo 40 o 50 cartas, todas dirigidas a las finalidades de nuestros ideales”.

Sergio Grez suma a la ecuación los problemas políticos que pasaba el movimiento obrero por esos días, sobre todo tras el “Ruido de sables”, de septiembre de 1924, que sacó del gobierno al Presidente Arturo Alessandri y puso en el poder a una Junta Militar que prometía un programa de reformas sociales. “Recabarren, que desconfiaba profundamente de los militares, y su partido el Partido Comunista, si bien se mantuvieron a la expectativa durante algunos días o semanas, expresaron su escepticismo respecto al movimiento militar y rápidamente pasaron a una posición muy crítica, incluso beligerante respecto del nuevo poder, pero todo indica que Recabarren estuvo muy decepcionado respecto de lo que fue la respuesta del movimiento Obrero y popular frente a este nuevo escenario político”.

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La promesa de mejorar la condición civil de la mujer le ganó a Arturo Alessandri el apoyo de distintas organizaciones femeninas. Foto: BCN.

Efectivamente, los sucesos de septiembre fueron seguidos con interés por Recabarren, aunque en un primer momento mantuvo distancia. Finalmente, el 21 de ese mes, expresó su posición con una columna publicada en la portada del diario Justicia. Ahí no se anduvo con rodeos. “Si el actual gobierno militar no puede realizar los propósitos que ha anunciado, si una vez más vamos a presenciar el fracaso de todo buen propósito ¿debemos quedarnos con los brazos cruzados? (...) tomar por la fuerza el poder si los militares no pueden realizar el programa que nos han ofrecido”. Un llamado que no repercutió y no consiguió mayor acogida.

Lo que ocurrió, es que para 1924 el movimiento obrero -que en su mayoría había apoyado a Arturo Alessandri en la elección presidencial de 1920- se encontraba en una fase de retroceso. Eso, a juicio de los historiadores, bien pudo sacudir el ánimo de Recabarren de forma decisiva. “En términos coyunturales, el movimiento pasaba por un momento de reflujo -dice Julio Pinto-. Tras los malos resultados en las elecciones parlamentarias de marzo, el golpe militar tuvo un efecto ambivalente en los ánimos obreros. Por un lado, la perspectiva de una mayor represión desalentó a muchos militantes, pero por otra, los anuncios de los líderes militares de hacer avanzar las leyes sociales que llevaban años paralizadas en el Congreso provocó también algún grado de expectación. En medio de la confusión resultante, el llamado de Recabarren a oponerse con claridad a la intervención de los militares en política no tuvo mucho eco, lo que puede haber alimentado su decisión de quitarse la vida”.

“Hacia 1924 el movimiento obrero venía en un proceso de ascenso que fue parcialmente detenido por el impacto que provocaron las leyes sociales, el aparente cambio del carácter del Estado, sumado a las ilusiones que generaron en algunos de sus componentes las promesas de los militares que se entronizaron en el poder a comienzos de septiembre -plantea Sergio Grez-. El movimiento obrero estaba entrando en una severa crisis que aún no se manifestaba en toda su profundidad, situación que sin duda fue percibida por Luis Emilio Recabarren y los principales dirigentes obreros de la época”.

Un funeral de veinte cuadras y una película

La noticia de la muerte de Luis Emilio Recabarren caló hondo en el mundo de la clase obrera. De hecho, solo semanas antes el dirigente había estado con los mineros de Curanilahue, en la zona de Arauco. “Amigos del extinto telegrafiaron a diversas partes de la pampa dando cuenta de ello (N. de R: de la muerte). A la casa de este exparlamentario llegaron numerosos de sus colegas, entre ellos, el secretario del Partido Comunista, don Galvarino Gil y el secretario general de la Junta Ejecutiva, don Víctor Cruz”, contó la crónica de El Diario Ilustrado.

El mismo Cruz contó en qué estaba la agenda de Recabarren al momento en que decidió tomar la vida por sus manos. “Actualmente preparaba una gira al norte, pues desde Antofagasta se le había pedido que fuera a dar una serie de conferencias. Iba a recorrer todo el norte, desde Arica hasta Coquimbo”, dijo al diario Justicia.

El sábado 20 el cadáver fue trasladado desde la morgue hasta el recinto del Partido Comunista, que por entonces se ubicaba en la calle Tenderini, en el centro de Santiago. Como el local aparentemente no tenía las comodidades para realizar un velorio, el féretro fue trasladado hasta el local de los Ferroviarios, ubicado en la calle Bascuñán Guerrero 542. Ahí se erigió la capilla ardiente y se instaló la guardia de honor, rodeados de banderas.

Desde ese día, se pudo notar una alta convocatoria para despedir al malogrado líder. “La espesa columna se detenía en cada instante en que los admiradores del luchador obrero o los que fueron a rendir el homenaje de su simpatía a las cualidades de bondad de Recabarren”, informó La Nación. También asistieron representantes de partidos como el Demócrata, Liberal y Radical, algunos de ellos, excolegas de sus días en la Cámara.

Para sobrellevar la exposición, tal como sucedió con el cadáver de Vladímir Ilích Uliánov, Lenin, en enero de ese mismo año, el cuerpo de Recabarren fue embalsamado. El trabajo, informó La Nación, fue realizado por dos estudiantes de medicina que cursaban sus últimos años, Moisés López Oyaneder y José Lagos. “Durante las horas que duró esta faena la sala permaneció cerrada”, detalla el periódico.

En todo el país se prepararon delegaciones obreras, muchas de las cuales acordaron en sus asambleas parar sus actividades el día del funeral, el domingo 21 de diciembre, a fin de acompañar el cortejo. Así lo hicieron, entre otras, ramas como los trabajadores del carbón, los empleados particulares, los obreros de los tranvías, e incluso la Asociación de chaufferes de autobuses, con la consiguiente paralización del servicio entre las 9 de la mañana y las 6 de la tarde para “concurrir en masa a los funerales el comp. Luis E. Recabarren”, informaron en las páginas de Justicia.

La prensa de la época constata que el funeral convocó una masiva concurrencia. Luciendo sus banderas y estandartes, las delegaciones de las asociaciones obreras, mutualistas y comunistas, llegaron a la sede de Bascuñán a eso de las 9 de mañana. La cantidad de gente era tal, que la policía de la época “impidió el tráfico de vehículos en tres cuadras a la redonda, con el fin de facilitar el movimiento de los peatones”, informó Justicia.

Por el paro de los trabajadores del tranvía y los autobuses, la ciudad se quedó sin transporte público. De hecho, informó La Nación, las máquinas fueron “enlutadas” para seguir el multitudinario cortejo que salió ese día, a las 10 de la mañana, desde Bascuñán (aunque el servicio se retomó en algunas líneas, al mediodía). Luego, la comitiva siguió por la calzada sur de la Alameda, subió por Estado, cruzó el Mapocho por 21 de Mayo, para enfilar hacia la Avenida Independencia y luego marchar hacia el Cementerio General. La multitud siguió el paso de una carroza, llevada por los mismos dirigentes venidos desde regiones, que cargaron “a pulso” la urna envuelta en una gran bandera roja.

Los testimonios dan cuenta que se trató de una marcha silente, interrumpida solo por cánticos e himnos comunistas. No se llevó banda de música, por lo que reinaba el pesar. “A muchas personas las oímos decir que en pocas ocasiones se había presenciado una manifestación de duelo tan imponente, una exteriorización del sentimiento del pueblo hacia una organización más culta y respetuosa”, detalló La Nación. De hecho, dos columnas de personas, mujeres, hombres y niños, que marchaban tomados de la mano a cada lado de la calle, iban abriendo paso a la carroza.

En la prensa de la época no se llegó a un consenso de cuánta gente asistió al funeral de Recabarren, aunque todos coinciden en que logró una respuesta masiva. Según Justicia, entre los asistentes y los curiosos que observaron el paso del cortejo, se calcularon 200 mil personas. Por su lado, La Nación, estimó “tal vez unas treinta mil almas. Quién sabe si más”. Aunque, se animó a plantear que el cortejo se desplegó en “no menos de veinte cuadras”. Como sea, la muerte de “Don Reca” generó la adhesión con la que no había contado en sus últimos meses.

El acontecimiento generó tal interés, que en los diarios de la época se informó que se tomaría “una película de los funerales”. Ese fue el origen del filme de 8 minutos que lo documentó. El impulsor fue Carlos Pellegrín, dirigente de los empleados particulares de Curicó y entusiasta del cine. “Él había hecho una ficción que no le fue muy bien -explica Marcelo Morales, director de la Cineteca Nacional-. Según contó él, estaba cerca de la casa de Recabarren y escuchó los balazos. Ahí llamó a Luis Pizarro que era un camarógrafo importante de esos años”.

Se trata de una película que registra el velatorio, el funeral e incluye imágenes de la familia de Recabarren y de la dolida cónyuge, Teresa Flores. El filme se exhibió en los cines de la época como parte de las “actualidades” o boletines noticiosos. Años después los alemanes Heynowsky y Scheumann, que filmaron imágenes del golpe de 1973, adquirieron el filme para resguardarlo en Alemania. La copia se encontró en los archivos germanos a mediados de los 2000, se envió de regreso al país y la misma Cineteca la restauró en calidad 4K en 2023. “Es una película valiosa en el sentido de que se sale de lo común en el registro sobre autoridades, salen obreros, dirigentes”, aquilata Morales.

Por fin, tras casi dos horas de marcha, el cortejo arribó hasta la plazuela del Cementerio General. Ahí se hizo evidente la amplia convocatoria del sepelio. “Algunas personas sufrieron principios de sofocación debido a la apretura (sic) y al calor”, detalló La Nación. En el lugar se montaron cuatro tribunas, y se anotaron 30 personas para pronunciar discursos en honor al fallecido. Horas después, el ataúd fue depositado en la cripta familiar.

La noticia del suicidio de Recabarren generó tal impacto que en algunos círculos se dudó de la veracidad de esa información. “Nadie cree en el suicidio, todo creen trátase de un crimen”, tituló El Despertar de los Trabajadores, diario iquiqueño fundado por el “maestro” en 1912. En efecto, además de las condolencias, en los telegramas enviados desde organizaciones laborales a la redacción de Justicia, se pidió levantar “un sumario social” para investigar “el verdadero origen de la muerte del compañero Recabarren”.

Busto de Luis Emilio Recabarren, esculpido por Samuel Román

Finalmente, una comisión investigadora integrada por la directiva de la Federación Obrera de Chile y el Comité Ejecutivo Nacional del PC determinó, de manera indiscutible, que el líder había tomado su vida por su propia mano. Además, los cercanos confirmaron lo que ya se había conocido; el desánimo y los problemas de salud que lo aquejaban.

Lo que sí estaba claro, es que la tragedia de Recabarren sacudió al PC. “La muerte del ‘apóstol’ provocó tal impacto político y emocional, que la militancia y el movimiento obrero en general se sintieron impulsados a proyectar con más fuerza y masividad el proyecto socialista. De hecho, en las elecciones parlamentarias de 1925 el PC obtuvo sus mejores resultados hasta la fecha, eligiendo un senador y cinco diputados”, explica Julio Pinto.

Pero no duraría mucho; el partido vivió la persecución durante el primer gobierno de Carlos Ibáñez del Campo y pasó por un duro proceso de “bolchevización” que alineó las políticas del PC chileno con las directrices de la Internacional Comunista, generando quiebres y tensiones internas. “Por lo tanto, el ‘shock eléctrico’ provocado por la muerte de Recabarren terminó siendo un fenómeno de corta duración, al menos en lo inmediato”, remata Pinto.

Años después, Victor Jara le dedicaría al dirigente la canción A Luis Emilio Recabarren, de cuya primera frase tomó el título de su disco de 1969. “Pongo en tus manos abiertas/Mi guitarra de cantor/Martillo de los mineros/Arado del labrador/Recabarren/Luis Emilio Recabarren/Simplemente/Doy las gracias por tu luz”.

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LaTercera.com

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