M. de los Ángeles Fernández: “La recuperación del terreno perdido para el feminismo pasa por la posibilidad de salir de tanto nicho identitario que pulula”
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M. de los Ángeles Fernández: “La recuperación del terreno perdido para el feminismo pasa por la posibilidad de salir de tanto nicho identitario que pulula”

Cuatro años van desde que en España el movimiento feminista se partió en dos. El hito se produjo por las políticas que implementó la exministra de Igualdad, Irene Montero -hoy eurodiputada de Podemos-, y se mantiene hasta el día de hoy. Desde Galicia, la doctora en Ciencia Política María de los Ángeles Fernández -expresidenta de la Asociación Chilena de Ciencia Política, que integró la Comisión Boeninger para la reforma rlectoral y creó la fundación Hay Mujeres- plantea que el riesgo de una división también está en Chile. Y que en su raíz está el feminismo identitario, cuya influencia ve en el actual gobierno de Gabriel Boric. Advierte que el movimiento feminista no corre riesgo solo por el embate de la ultraderecha, sino también por las divisiones que se han manifestado en los últimos años y por la lejanía que ha ido ganando con la población. Especialmente con los hombres jóvenes.
¿Cuál es el punto de fondo que hace que se divida el movimiento feminista español?
Efectivamente, el movimiento feminista español vuelve, un año más, a marchar dividido para conmemorar el 8M. Esa división viene dada por la confrontación en torno a dos grandes cuestiones: por un lado, la relativa a cómo se entiende la identidad o, dicho en breve, qué se entiende por ser mujer (todo lo relativo a la cuestión trans) y, por otro, el modo de pensar la sexualidad y su representación, ya que para un sector se piensa desde el peligro y, para otro, desde el placer y la liberación sexual. Además de divisiones temáticas, de contenido, la anterior Ministra de Igualdad, Irene Montero (Podemos), desplegó un lenguaje muy confrontacional y divisivo, impulsando dos leyes promulgadas sin considerar todos los puntos de vista al interior del feminismo como son la ley trans y la ley relativa al consentimiento sexual, denominada popularmente la ley “sí es sí”. La actual ministra, Ana Redondo, de más bajo perfil, no ha logrado difundir un mensaje que apele a la concordia. Pienso que las marchas divididas también son un elemento que alimenta, obviamente que sin pretenderlo quienes las organizan, el discurso antifeminista.
Hoy, además, el debate de la transexualidad está como en llama viva, porque en su gestión Trump lo ha erigido como un tema de debate mundial. Ahora tenemos un backlash, pero yo diría que es un backlash parcial.
¿Esa reacción responde al auge e influencia de la ultraderecha en el mundo occidental?
Se estaría señalando que los discursos de ultraderecha, sobre todo en las redes sociales, tendrían responsabilidad tanto por el discurso antifeminista que se está instalando como por la brecha intergeneracional de género (hombres jóvenes, más inclinados a la derecha, y mujeres jóvenes, a la izquierda). Como no creo que fenómenos tan complejos tengan una sola explicación, pienso que también le cabe alguna responsabilidad al feminismo identitario, ese feminismo que hoy ocupa gobiernos tanto en Chile como en Argentina, que llegaron con una actitud de superioridad moral frente a la que, cuando hay en su seno situaciones como el caso Monsalve en Chile o los casos Errejón y Monedero en España, casos sonados y mediáticos de abuso y acoso sexual, es probable que la ciudadanía castigue más la incoherencia, aunque hay un cierto acostumbramiento a la incoherencia de los políticos entre lo que prometen y lo que luego hacen.
Se suma a ello algo que en su momento planteó la escritora Marcela Serrano: el feminismo identitario es un tanto de élite, que les lleva a hablar en grupos, muy autorreferencialmente, incluso con un lenguaje un tanto peculiar que produce lejanía. Añadiría, por mi parte, una cierta e increíble ignorancia del feminismo joven de lo que fueron las luchas históricas del feminismo y sus fundamentos. Eso me lleva a recordar el capítulo de un libro de Amelia Valcárcel cuyo título específico es “Lo que el feminismo ha hecho por tí”, cuya lectura debería ser obligada.
Por otro lado, algunos piensan que este feminismo llega muy hondo a los hombres más jóvenes. Y bueno, se ha estudiado mucho que la perspectiva de género tendría que haber sido una perspectiva dual. No solo identificar y tratar de cerrar las brechas que las mujeres enfrentan en la sociedad para incorporarse en los espacios de lo público, sino también las de los hombres para incorporarse a lo privado. Debería haber políticas que trabajaran esto en una dirección cruzada.
¿Eso debería ser una lucha feminista también?
Debería ser una lucha feminista también, incorporar a los hombres, efectivamente. Y no decir “ah, no, que los hombres son todos así”. Creo que con esta exclusión, con esta radicalidad, con esto de erigirse con una especie de pretensión de pureza moral, también en la causa del feminismo ha generado más división y más odiosidad. El feminismo identitario nunca reconocerá que él tiene una responsabilidad por las mayores divisiones, le echará la culpa a la ultraderecha.
¿Se está haciendo cargo el feminismo de otros temas que involucran a las mujeres y que han aparecido con más fuerza ahora, como por ejemplo la baja de la natalidad?
Yo en España no veo nada, silencio. Tampoco en Chile. Se han ido dejando de lado temas que son muy importantes para nosotros, como la brecha salarial, como el tema de la conciliación entre la vida personal y vida laboral, que para mí es una política crítica. No solamente conciliación desde el punto de vista del cuidado de los hijos, sino también del cuidado que tienen que ver con la población mayor, con los adultos mayores.
Eso implica poner en el centro un tema que para el actual feminismo es incómodo, que es el de la maternidad.
Claro, claro. La maternidad es uno de los temas nunca resueltos por parte del feminismo. En algún momento de su historia, la reafirmación en la crianza de los hijos y la idea de que fuera en modalidad compartida condujo a algunos a identificar programas muy esencialistas, que identificaban a la mujer con la naturaleza del poder maternal. Por otro, existen también sectores que han tratado de disociar tanto el feminismo como el futuro de las mujeres con la biología femenina.
Como sea, se mantiene como un tema que no se discute al interior del feminismo o de los feminismos, y mientras no se resuelva la dicotomía público-privado y una división sexual del trabajo que conduce a que las mujeres sigan teniendo una mayor responsabilidad por la gestión del mundo privado, quien dice maternidad dice también aspiración a conciliar el mundo público, especialmente laboral, con el privado. Siendo así, debiéramos ser las mujeres las que impulsemos y presionemos con más fuerza por las políticas de conciliación al interior de las sociedades. Por otro lado, la mayor longevidad, el declive demográfico y la crisis de natalidad son temas en los cuales el feminismo debe hacer planteamientos y propuestas. En el caso de España, sospecho que no se aborda porque, por un lado, países cercanos que impulsan políticas natalistas no están obteniendo resultados tan satisfactorios como los que esperaban y, por otro, se apuesta al bono demográfico que vendría de la mano de la inmigración.
¿Cómo puede levantarse el feminismo de estos últimos años de divisiones y pérdida de influencia entre los jóvenes?
La recuperación de un cierto terreno perdido para el feminismo creo que pasará por la posibilidad de salir de tanto nicho identitario que pulula, y recuperar una visión más global, unitaria y universal.
Eso ameritaría liderazgos de convergencia, de búsqueda de lo que une por lo que separa. Un ejemplo podría ser sumarse a la resistencia democrática en países donde se observa una crisis de la democracia y, lamentablemente, son muchos más en el planeta los que están en esa situación. Pensemos que Chile, en el ranking reciente de democracias de The Economist, aparece como democracia defectuosa, así que hay mucho espacio para trabajar en ese sentido. No es posible olvidar el contrasentido que producía, durante la elaboración del primer texto constitucional que fue plebiscitado en Chile, que buena parte del feminismo estaba feliz introduciendo la paridad como principio en el texto mientras, en otras partes del mismo, se diseñaba un modelo de reglas del juego que nos alejaban de la democracia liberal, porque había riesgos para los contrapesos necesarios entre los poderes y también para la necesaria independencia del Poder Judicial. Nunca hay que olvidar la importancia, en cualquier constitución, de ponerle límites al poder. Desde mi punto de vista, eso es anterior y condición necesaria para que las mujeres puedan pensar en ejercer sus derechos. La paridad viene después.
Un último aspecto que me gustaría destacar es que, en un año de candidaturas como el actual en Chile, va a ser muy importante la figura de quien ocupe el Ministerio de la Mujer porque, aunque sea de derecha o de izquierda, puede hacer mucho en ese sentido si tiene un talante de puertas abiertas, antisectario y dialogante. También es muy importante que ese ministerio siga ocupando el espacio que le ha asignado el Presidente Boric en el Comité Político.
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