Me habían dicho que era difícil, pero tuve un parto natural después de una cesárea

Me habían dicho que era difícil, pero tuve un parto natural después de una cesárea

Después de haber tenido a nuestra primera hija, Anastasia, hace cuatro años por cesárea, con mi marido Poncho esperábamos la llegada de nuestro segundo hijo, esta vez, queríamos que fuese otro tipo de parto, y a pesar de que alguna vez nos dijeron que iba a ser muy difícil, nos preparamos para ello.

Las primeras contracciones aparecieron una noche de principios de junio, alrededor de las 20:30 hrs. Yo lo había intuido un poco antes, incluso le mandé un mensaje a mi mamá: “Creo que hoy es el día, te mando este mensaje para que quede constancia”, le escribí.

Desde ese momento, las cosas avanzaron muy rápido: a las 21:40 les avisé a mis papás, y ellos llegaron a las 22:20 a mi casa. Durante ese tiempo aguanté el dolor porque me daba susto que fuese una falsa alarma. Eso me hizo descubrir que tengo bastante tolerancia al dolor.

Llegamos a la clínica a las 23:00 hrs. con contracciones muy intensas. Tengo el recuerdo de gritar que la guagua se me estaba saliendo, porque eso era lo que realmente sentía. Llegué con 7 cms. de dilatación, sin embargo me mantuve firme en mi decisión de no querer anestesia. Estaba decidida a hacerlo sin ayuda para ver de qué era capaz mi cuerpo. Reconozco que a ratos estuve a punto de pedir sedación a gritos, pero aguanté; como este sería nuestro último hijo, pensé es ahora o nunca.

Las contracciones comenzaron a ser cada vez más dolorosas. A las 00:00 hrs. rompí bolsa, y Ponchito –como le decimos de cariño a nuestra guagua– llegó solo 21 minutos después.

Aunque fue muy rápido, para mí se sintió eterno. Nunca había hecho tanto esfuerzo en mi vida. Esto lo escribí minutos después del parto, cuando me llevaron a mi habitación y la adrenalina aún estaba a full. No podía creer lo que mi cuerpo había sido capaz de hacer. Mi marido y yo estábamos felices pero todavía un poco en shock. Él me sostuvo con todas sus fuerzas mientras yo pujaba, fuimos un gran equipo.

Aunque todos los partos son importantes para las madres, este para mí fue muy especial. Tuve la posibilidad de estar en movimiento, de cambiar de posición cada vez que lo necesité; pasé por la pelota, luego por una colchoneta en el suelo, estuve en cuclillas colgando con toda mi fuerza de mi marido. Mi ginecólogo fue observando mis síntomas y sugiriendo posiciones que me ayudaron a abrir la pelvis, y nuestra matrona fue increíble, entre el cansancio y el dolor, estuvo siempre animándome a seguir hasta el final.

“Sublime”, “precioso”, son palabras que han pasado por mi mente intentando buscar un adjetivo para lo que vivimos. Y aunque me cuesta elegir una, me quedo con que fue un recordatorio impresionante de lo que el cuerpo puede hacer cuando se cuenta con la preparación y el apoyo adecuado. Yo tuve la suerte de tenerlo, con mi kinesióloga que me dio muchos consejos valiosos, y con un equipo que me acompañó y guió para que todo saliera increíble.

Y que también me dio el espacio necesario para hacer lo mío. Y es que en un parto se requiere de un trabajo físico, pero también mental enorme. Durante las contracciones y el parto, tuve que concentrarme plenamente, casi en estado de mindfulness, y lo logré. Finalmente, Ponchito nació el 4 de junio a las 00:21 hrs., pesando 3,050 kg y midiendo 47 cms.

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* Bernardita es lectora de Paula y nos escribió a hola@paula para compartir su historia. Si como ella tienes una historia que contar, escríbenos ¡queremos leerte!

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LaTercera.com

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