Nadie avisó, pero lo sabíamos
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Nadie avisó, pero lo sabíamos
Esta semana en Japón hubo otra señal, una ausencia sutil, como cuando notas que alguien de repente no está. En la cumbre del monte Fuji no hay nieve, y es la primera vez en estas fechas desde que se llevan registros, 130 años. En un wéstern de Sergio Leone, Hasta que llegó su hora (1968), una familia prepara alegremente un banquete en su granja, y el espectador nota que demasiado alegremente, como se notan las cosas en las películas, e intuye que algo va a pasar, algo trágico. No sabe de qué manera, porque no se ve el peligro, pero de pronto algo ocurre: cesa el estruendo de las cigarras que acompañaba toda la escena y de golpe se hace el silencio. Esa es la señal, la muerte aparecerá en unos momentos, unos pistoleros. Es una sensación de pánico primitivo, cuando los animales saben algo que tú no sabes. Las aves y los cangrejos que huyen de la playa porque va a llegar un tsunami, los perros que sienten antes un terremoto. Nosotros, tontos seres humanos, solo lo vemos cuando es demasiado tarde. No es que no comprendamos las señales de la naturaleza, es que no hacemos caso ni de las racionales.
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