“No tengo nada, pero tengo droga”: los olvidados de la guerra contra el fentanilo
- 7 Horas, 16 Minutos
- ElPais.com
- Internacional
“No tengo nada, pero tengo droga”: los olvidados de la guerra contra el fentanilo

La bala se apiadó de él. Lo pusieron de rodillas, la pistola contra la cabeza. Los disparos —“tas, tas, tas”— rompieron la madrugada de la Laguna Salada, en el solitario e inmenso desierto que aísla Mexicali. “No sentí nada, fíjate, sentí caliente nomás. Cuando me pegó el balazo se me nubló todo, me desmayé”. El tiro acarició la frente, dejó una huella que no se ha ido más de 20 años después, una cicatriz de piel arrugada en la base del cuero cabelludo, pero no se incrustó en el cráneo. Lo respetó. Se había mezclado con gente con la que es mejor no mezclarse. “Les quedamos mal. Y eso es muerte. Si tú le debes un kilo de heroína a una persona y no se la pagas, te van a matar, y si no te encuentran a ti, van a matar a tu familia. Y yo no quería eso”. Cuando se despertó, había dos cuerpos a su lado. “Yo los hablaba, estaban muertos”. La sangre le caía por la frente hasta taparle los ojos. La sacudió como pudo, se arrastró por la arena, llegó a la carretera, pidió raite para Mexicali. En el hospital, escuchó que el doctor llamaba a una patrulla, así que huyó. Fue a casa de un amigo, se limpió, consiguió algo de dinero prestado y, ese mismo día, muerto de miedo, agarró un camión a Ciudad Juárez. La bala tuvo la compasión que no tuvieron sus dealers. Quizá fue la única vez que Ismael Olvera tuvo suerte.



Comentarios