Norman Foster: “España podría darle un par de lecciones al mundo sobre transporte público de calidad”

Norman Foster: “España podría darle un par de lecciones al mundo sobre transporte público de calidad”

Foster, traje verde inglés y optimismo a prueba de bombas.

Sentado en una sala de su estudio en Londres y vestido con un jersey de cuello vuelto negro, un eternamente juvenil Norman Foster (Stockport, Inglaterra, 1935) saluda al otro lado de la pantalla. Hablamos con el arquitecto con ocasión del Premio ICON que acaba de aceptar: la guinda del pastel en una carrera que incluye el Pritzker, el Príncipe de Asturias, un título nobiliario —Baron Foster of Thames Bank— y que, sobre todo, ha dejado una huella indeleble en la arquitectura del último siglo. En el centro de su pensamiento está la firme creencia —quijotesca para los desencantados— en los ideales de progreso social y mejora del medio ambiente. Su última iniciativa, organizada desde su fundación madrileña, es el Norman Foster Institute, cuyo primer Programme on Sustainable Cities, un curso de un año para formar especialistas en ecología urbana desarrollado con la Universidad Autónoma, ha sido un éxito. “Estoy muy impresionado. Las tres ciudades implicadas en el proyecto [Atenas, San Marino y Bilbao] quieren continuar con los estudios que comenzamos. Y Atenas ha incorporado formalmente nuestro trabajo en su plan de acción climática. Veo claramente el éxito de equipos de profesionales del diseño urbano para enfrentarse a los retos del cambio climático”, afirma. Porque el nivel académico del curso y sus aspiraciones son elevadas, pero lo que Foster busca es acción. “Queremos influir en quienes se convertirán en líderes cívicos, ya sea desde la política, la industria o donde sea. Influir en la toma de decisiones para que esta se base en datos y no en prejuicios o en modelos caducados”.

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Norman Foster posa para ICON en un aula de su Fundación madrileña.El arquitecto ha convertido un palacete diseñado por Joaquín Saldaña en 1912 en la sede de su Fundación.

En el texto de Domus, Foster habla de una nueva generación de microrreactores, o “baterías nucleares” desarrolladas con el MIT. Y compara la expansión de los campos de turbinas y placas solares con “la historia del leproso en la novela de Graham Greene [Un caso acabado, 1960]: le dicen que está curado cuando ya no le quedan miembros que cortar. No tiene brazos ni piernas, pero está curado”, explica el arquitecto. En su opinión, proteger la naturaleza a costa de la propia naturaleza no tiene sentido, “por muy buenas intenciones que tengamos”. La problemática incluye el coche eléctrico. “Depende de la estimación que uses, entre el 65 y el 85% de la electricidad mundial la generan combustibles fósiles, y la generada por renovables necesitan apoyo de los combustibles fósiles. Ahora mismo, la batería de tu coche eléctrico es igual al depósito de gasolina: si estás usando electricidad sucia, tienes un coche sucio. Según de donde venga su electricidad, necesitarás conducir tu coche entre 30 y 80.000 kilómetros para que llegue a ser neutro”.

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ElPais.com

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