¿Por qué sigo buscando consuelo en la comida? La conexión entre emociones y los trastornos de la conducta alimentaria
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¿Por qué sigo buscando consuelo en la comida? La conexión entre emociones y los trastornos de la conducta alimentaria
En La Fórmula Podcast, la psicóloga Julieta Ramos destacó que Argentina ocupa el segundo lugar en el mundo con más casos de trastornos de la conducta alimentaria. Además, explicó los principales factores de riesgo asociados a estas condiciones y respondió una pregunta clave: ¿es posible una recuperación completa o siempre existe el riesgo de recaída?
Frases como “Me siento culpable cada vez que como algo que no debería”, “Si controlo lo que como, siento que tengo control sobre mi vida”, “No puedo comer chocolate” o “Tengo kilos de más” son comunes entre muchas mujeres y reflejan una constante lucha interna con la comida y su relación con la imagen corporal. Estas expresiones revelan cómo los trastornos alimentarios no solo afectan el cuerpo, sino también la mente y las emociones, instaurando una sensación de culpa, inseguridad y falta de control, que puede tener un profundo impacto en la vida cotidiana de quienes las padecen.
En un nuevo episodio de La Fórmula Podcast, Julieta Ramos, coordinadora del Área de Psicología en Fundación La Casita, un centro de atención y prevención dedicado al tratamiento de trastornos de la alimentación, explicó que tanto la anorexia, como la bulimia y los atracones, afectan principalmente a mujeres aunque también a algunos hombres y están relacionados con preocupaciones excesivas sobre el peso y la figura, influenciados por factores culturales, sociales y de autoestima.
Señaló que, a pesar del crecimiento del movimiento body positive, estos trastornos siguen vigentes y destacó la importancia de realizar una intervención temprana con enfoque multidisciplinario para lograr una recuperación. El episodio completo podés encontrarlo en Spotify y YouTube.
Además de su rol como coordinadora, Julieta Ramos participa activamente en la formación de profesionales especializados en el abordaje de los trastornos de la conducta alimentaria. Ha impartido cursos y seminarios sobre psicoterapia en esta área, y ha colaborado en eventos destacados, como el seminario “Terapia Familiar en TCA”.
Asimismo, junto a colegas de La Casita, crea y difunde videos informativos en plataformas como YouTube, donde aborda diversas temáticas relacionadas con su especialidad para concientizar a la sociedad sobre estas problemáticas vigentes.
La Casita es un Centro de Atención y Prevención para adolescentes, jóvenes y sus familias, fundado en 1985 como el Centro de Trastornos del Comer (CTC) dentro del Centro Privado de Psicoterapias de Buenos Aires. Es un grupo multidisciplinario de más de 40 profesionales, especializados en el abordaje integral de problemáticas adolescentes y familiares, con un enfoque en los trastornos de la alimentación como anorexia, bulimia y trastorno de atracones.
Además de ofrecer servicios médicos, psiquiátricos, psicológicos y nutricionales, integran actividades como mindfulness, yoga y teatro. Su misión es fomentar la prevención, asistencia y acompañamiento de pacientes y sus familias, además de tareas de docencia e investigación.
— ¿Qué es un trastorno alimenticio?
— Un trastorno de la conducta alimentaria es una enfermedad que tiene que ver con lo mental, pero en la que también tiene mucha incidencia lo biológico, donde hay una preocupación excesiva por el peso, la figura y muchísimos intentos de dietas y cambios alimentarios para intentar controlar de alguna manera el peso. Es un problema que no tiene que ver sólo con la comida ni con lo físico sino con lo cultural, lo familiar, emocional y social. Una vez que se instala este problema en la vida de una persona afecta todas las áreas. Las principales víctimas de esta enfermedad somos las mujeres, aunque también cada vez hay más hombres, quizás con otro enfoque que no tiene que ver tanto con la delgadez sino con la musculatura. Antes, la franja etaria que atacaba esta enfermedad era la adolescencia, pero en estos últimos años que se amplió la brecha, hay desde chicos más chicos, de 10 y 11 años, a mujeres grandes porque también nos sentimos exigidas y atravesadas por una cultura que idealiza la belleza y los cuerpos hegemónicos.
— ¿Qué cambió que ahora empieza desde una edad temprana?
— Mucho tiene que ver la influencia de las redes sociales. Yo a los 10 años jugaba a las muñecas, no existía nada de todo esto. El acceso a publicidades, discursos, era imposible, uno estaba en su burbuja. Hoy todos tienen un teléfono y en las redes sociales cualquiera dice cualquier cosa. Todos mostramos lo lindo, lo bueno, lo flaco, los viajes, entonces eso ya empieza a generar una exigencia en una persona más jovencita que antes aparecía mucho más tardíamente. La movida del skin care, los cumpleaños de chicas donde ya están poniendo foco en lo estético, todos esos son factores socioculturales que empiezan a influir en alguien que quizás ya tiene una predisposición, cierta característica de personalidad o ambiente familiar, propicia para esto y va a ser mucho más vulnerable a esta enfermedad.
— Hoy en día se promueve el body positive que aboga por no opinar sobre cuerpos ajenos y hay un cambio en la narrativa respecto a estos temas. ¿Crees que es solo del discurso para afuera y que no se traduce a las estadísticas?
— Creo que, las dos cosas, obviamente los trastornos alimentarios siguen estando recontra vigentes, se va ampliando la brecha y siguen siendo graves, pero también es verdad que culturalmente las cosas fueron cambiando, también las mujeres nos fuimos ubicando en algún otro lugar. Todo este empoderamiento de la mujer obviamente empezó a generar que no nos pongamos siempre en el ojo de la tormenta y que algo empiece a cambiar en lo discursivo. Empieza a ver un intento de que vaya hacia otro lado. Creo que todavía nos falta un montón, pero sí está bueno que las chicas jóvenes hoy vienen con otra cabeza. Todo este movimiento femenino que empezó a todos abrirnos la cabeza y la conciencia de lo que veníamos siendo víctimas para que podamos empezar a defendernos y a pelear contra eso. Empieza a haber una intención distinta y no es menor al ser las principales víctimas de esta enfermedad, que empiece a haber un movimiento más revolucionario en este aspecto creo que ayuda un montón. No alcanza pero ayuda. Es el granito de arena donde todos podemos empezar a frenarnos cuando estamos hablando de algo que, en definitiva, nos contamina a todas, en mayor medida. Por ahí yo me enfermé de un trastorno alimentario, pero igual fui exigida, formo parte de esta sociedad donde si sos flaca es mejor, entonces está bueno empezar a dar un mensaje diferente. Empezar a hablar de otras cosas como positivas en la persona y no recaer en lo físico.
— ¿Por qué la mujer es mucho más víctima que el hombre en estos escenarios?
— Siempre fue más exigida históricamente en lo estético, en la delgadez. Los años ‘90 fueron como un gran ícono de que la mujer tenía que ser 90-60-90, tenía que ser flaca, no es que arrancaron ahí, pero también a partir de todas estas pautas culturales que van surgiendo se nos fue exigiendo más.
— Durante muchos años, los únicos trastornos alimentarios conocidos y discutidos eran la anorexia y la bulimia. Sin embargo, ahora se reconocen otros, como el trastorno por atracón y la ortorexia, que abarcan diferentes variables. ¿Cuáles considerás que son los trastornos menos conocidos o sobre los que aún hay desinformación respecto a cómo funcionan?
— Los que están en el manual de psiquiatría, que es el manual con el que diagnosticamos, son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón. La ortorexia y la vigorexia son otros trastornos que todavía no están configurados en el manual. Pero estos tres trastornos que sí están en el manual, junto con otros, son los trastornos de la conducta alimentaria, donde el núcleo cognitivo, o sea el componente fuerte, tiene que ver con la búsqueda de la delgadez y las dietas como eje central. En general, hay una búsqueda, hay un malestar con ese comportamiento, con el aumento de peso si es que ocurre. Cuando se desarrolla un trastorno alimentario el por qué es la gran pregunta que nos hacen siempre y la respuesta que damos es: “Es un trastorno multi determinado, nunca es una sola cosa”.
Muchas veces cuando trabajamos con chicos jóvenes, esto es importante por la sensación de culpabilidad que tienen los padres. Tiene que ver con cuestiones predisponentes, de rasgos del temperamento, elevar exigencia, perfeccionismo, impulsividad, intolerancia a la incertidumbre, baja autoestima, dificultad en la regulación o el registro de emociones, dificultad en las relaciones interpersonales, son todas características que me pueden “predisponer a…”. Tiene que ver con características que te pueden predisponer a alguna cuestión de salud mental. Si yo traigo este bagaje, vivo en Argentina, que es el segundo país que tiene más trastornos de la conducta alimentaria, vengo de una familia donde por ahí se le dio mucha importancia a la imagen porque estoy rodeada de mujeres también víctimas de esta misma cultura y el arranque de una dieta restrictiva siempre es el detonante de todo lo que puedas traer. “No se enferma el que quiere, sino el que puede”, digo siempre. Todo esto se tiene que dar para que alguien caiga en esta problemática.
— ¿Qué es un atracón?
— Es una ingesta grande de comida, mucho más grande que la que cualquier otro podría comer, en un período corto de tiempo, de manera impulsiva, compulsiva, sin disfrute, donde puedo mezclar una cosa con la otra y no hay un registro, no hay un saboreo sino una impulsividad por comer, en general, cosas que me prohíbo cuando estoy a dieta. Cuando uno tiene un trastorno por atracón o bulimia, donde en algún momento vas a caer en el atracón, tiene que ver con la restricción previa que te viene acompañando y que es una vulnerabilidad para que aparezca el atracón. No es que me comí dos pedazos de torta, el concepto de atracón es: grandes cantidades de comida en poco tiempo o en un tiempo menor al que cualquier otra persona le llevaría comer esa misma cantidad.
— ¿Cómo se trabaja en La Casita cuando llega un caso de trastornos de la conducta alimentaria?
— No es un trabajo fácil, para nada. Es importante saber que se tiene que trabajar multidisciplinariamente, no es un problema psicológico solamente, ni nutricional, ni de la médica clínica, ni de psiquiatría, tenemos que ir reseteando un montón de aspectos de la persona, trabajando, a veces, con el mismo sufrimiento. Hay personas que vienen queriendo sentirse mejor, que han probado de todo y llegan a nosotros mucho más entregados para hacer algo distinto porque cuando vos ves que vas comiendo las cosas que querés, tenés menos ganas y menos posibilidad de comer compulsivamente después. Es encontrar ese caminito del medio, del equilibrio. Nosotros en “La casita” atendemos casos leves y moderados, tampoco gravísimos porque somos un centro ambulatorio. Cuando se requiere de mayor complejidad o hay casos de mayor gravedad y se requiere una intervención mucho más fuerte, hay hospitales de día, internaciones clínicas cuando el cuerpo lo amerita y lo necesita.
— ¿Qué otras conductas o señales pueden indicar que no se trata simplemente de haberme excedido un sábado con la comida, sino de algo que debería considerar como un problema?
— Cuando la mayor parte de tu tiempo está linkeado con la comida, qué vas a prepararte, si vas a un cumpleaños qué va a haber, cuando la preocupación por la comida, por la imagen, empieza a empastar todo el resto de mi vida, ya ahí tenemos que levantar la alarma. Ni hablar de hacer miles de dietas, cambios repentinos de comida, malhumor, irritabilidad, aislamiento, un montón de señales que nos dan cuenta de que algo pasa. No vamos a generalizar, pero sí te diría que esas son señales. Cuando alguien cambia repentinamente su forma de comer, empieza a preocuparse mucho por cuestiones nutricionales, comienza a entrenar, termina de comer y se va al baño, no quiere salir, para cambiarse se tarda un montón de tiempo, me parece que ya es momento de decir: “Algo te pasa”.
Por ahí no es un trastorno de conducta alimentaria como tal, pero empieza a haber algo que empieza a gobernar tu vida y eso ya amerita una intervención. Cuánto antes uno intervenga, mucho mejor. A diferencia de los atracones, donde la persona viene sintiéndose mal y buscando un cambio, una persona con anorexia está, para decirlo metafóricamente, anestesiada emocionalmente, entonces no se va a sentir mal, nunca te va a decir que se siente mal, pero es claro que no está bien. Suele ser otro el que se da cuenta de que hay algo de qué ocuparse. Hay mucho amor y paciencia, esfuerzo por parte de la familia que tiene que estar ahí bancando y sosteniendo lo que es el proceso de recuperación, hasta que la persona pueda hacer ese clic y empezar a darse cuenta de que lo que le estaba pasando no es vida, no es lo normal.
— Cuando te curas de un trastorno, ¿se va para siempre o queda dando vueltas algo?
— La respuesta general es ¿puede curarse? sí. Después, lo que decíamos antes, el caso a caso. Hay gente que va mutando su sintomatología porque, además, el trastorno alimentario no es una cuestión de peso. La mayor cantidad de gente que tiene un trastorno alimenticio uno la ve saludable, eso es muy importante, no es que la anorexia nerviosa o la obesidad son las únicas dos opciones donde uno dice: “Che, acá hay un problema y me tengo que preocupar”, es todo lo que está en el medio, El atracón es la prueba más prevalente y es el que menos te vas a dar cuenta que alguien lo está padeciendo y no por eso es menos grave, ni la gente sufre menos. Sufre igual y la gravedad puede ser la misma. Son todos trastornos que sabemos que pueden llevar a la muerte, que son enfermedades complejas que hay que abordar lo antes que se pueda, que nunca hay que subestimarlas. Si hay algo que te está quitando el sueño, que te molesta y persiste en tu vida para mí eso ya amerita una intervención. Después veremos el dispositivo, si sólo con psicología y nutrición. Si necesito todo después con una evaluación integral, completa y el equipo especializado, uno va viendo cuál es la intervención adecuada, pero no tengo que estar tan grave, no tengo que pesar 20 kilos, la típica foto que vemos en Internet, para decir: “Ella tiene un trastorno alimenticio”. La mayor cantidad de gente que tiene un trastorno alimentario camina por la calle y no te das cuenta.
— ¿Por qué crees que el atracón es el que más prevalece y al que menos importancia se le da?
— Según las estadísticas, se sabe que es el más prevalente, creo que tiene que ver con la poca importancia que se le da justamente porque no se ubica en estos extremos que tenemos culturalmente asociados con estar enfermos de lo que sea. Cualquier persona con un normo peso va caminado por la calle, ves que trabaja, hace su vida normal y decís: “¿Cómo está enferma?” y por ahí la persona está sufriendo, tiene su calidad de vida super limitada, dificultades para concentrarse. Porque está todo el tiempo pensando en la comida o con dolor de panza, un montón de molestias. Porque también, independientemente de todo lo que genera desde lo psicológico, lo que físicamente te provoca, no es gratis comer todas esas cantidades de comida, hay un montón de cosas después gastrointestinales que empiezan a suceder a partir de eso también. ¿Es posible curarse? Sí, es posible. Obviamente, no va a ser lo mismo alguien que es más jovencito que hace seis meses que tiene un TCA que alguien que hace 20 años, que tiene 50, claramente. Cuanto antes actúen la intervención y el equipo especializado, siempre va a ser mejor y puede haber una curación completa.
— ¿Una persona puede tener varios trastornos alimenticios o cambiar uno por otro?
— Son distintos síntomas que configuran un trastorno, pero todos crean un deterioro en la calidad de vida y cualquiera puede transformarse porque la mutación entre uno y otro es muy alta. Alguien que tiene bulimia, en el 50% de los casos se pasa a la anorexia y al revés. Lo mismo con un trastorno por atracón. Puede haber un viraje entre uno y otro. La peor de las consecuencias es la muerte, entonces nunca hay que minimizar a ninguno porque la depresión, la ansiedad, se van sumando, todo lo que física y psicológicamente me provoca y a lo que me expone, es más riesgo. Estos trastornos no tienen ni edad, ni religión, ni cuestión sociocultural o socioeconómica, eso es un mito de esta cosa que sólo las mujeres flacas, blancas de clase alta se enferman, hay mucha subestimación al respecto.
Esto no tiene que ver con un tema superficial. La persona quiere ser aceptada y pertenecer, no quiere ser flaca, en este caso es buscar eso porque cree que va a alcanzar otra cosa que es lo que le importa más, y es entender el trastorno alimentario como la punta del iceberg de un montón de otras cosas que pasan por debajo. Por eso la multidisciplina es necesaria para abordar estos tratamientos. Por eso la parte de psicología es muy importante porque hay mucho abuso de tratamientos alimentarios, maltrato, soledad, traumas. Cuando el trastorno se empieza a correr un poquito uno empieza a conocer el mundo de la persona que nada tiene que ver con la superficialidad, ni con comer más, menos, ni con el cuerpo sino con su historia de vida y cómo la ha podido procesar. Por eso la imagen del espejo de alguien que tiene anorexia, a pesar de que uno la ve super desnutrida, la persona se ve con un peso mayor, que es el claro ejemplo de que no es algo objetivo. La distorsión de la imagen corporal es un indicador de anorexia, es un criterio, una persona que empieza a desnutrirse, a obsesionarse, a bajar de peso y a restringir, realmente no se ve como la ve el resto, siempre busca bajar un kilo más porque nunca alcanza.
— ¿Una persona que pesa 40 kilos se mira al espejo y ve otra cosa?
— Sí, se ve distinta. Es una distorsión, es algo que el cerebro decodifica de esa forma, que tiene que ver con la desnutrición obviamente, por eso es importante que uno entienda que esto no es joda. No es que hago una dieta y dejo de comer, hay un cerebro que empieza a reaccionar frente a la defensa. Si no me vas a dar la comida tengo que reutilizar la energía de otros lados, me pongo en alerta. ¿No me vas a dar de comer hoy y mañana tampoco? Entonces el cuerpo busca una reserva de alguna manera. Realmente el padecimiento que tienen y la visión que da el espejo es completamente diferente. Finalmente, no es un kilo más, porque fuiste bajando, bajando, bajando y nunca encontraste lo que querías. Entonces por ahí claramente no era.
— ¿Hay consecuencias que pueden quedar para siempre? ¿Hay algo que sea irreversible?
— La mayoría de las consecuencias si uno aborda el tema tiempo y no se cronifican son reversibles. Hay que buscar ayuda, un tratamiento integral, multidisciplinario, hay que ver después el caso a caso. Puede pasar que hay cosas que queden inflexibles, dependiendo cuánto la persona pueda mejorar, qué recursos tenga, cuánto pueda dejarse ayudar. Pero la mayoría si empieza un tratamiento, puede curarse, puede no molestarte más en tu vida y todo lo que estaba dañado se puede reordenar con un reordenamiento del patrón alimentario.
— Después de todos los años de experiencia que tenés tratando a personas con este tipo de trastornos. Si alguien que nos escucha está pasando por un momento así, ¿qué le dirías?
— Yo les diría que hablen, que pidan ayuda, quien lo padece o la familia que se empiezan dar cuenta que algo pasa, que a veces también temen que se generen peleas, conflictos, porque obviamente cuando esto explota en casa no es fácil. Pero que sepan que hay gente que está dispuesta a ayudarlos, que hay un montón de gente que se está recuperando, que no son bichos raros, que no les pasa por suerte algo que la ciencia no conozca, no es que hay un caso en un millón, que hay un montón y la posibilidad de vivir mejor, aunque les parezca imposible, existe. Hay que dejarse ayudar y agradecer esa vulnerabilidad que también a veces a estas pacientes, a estas personas tan exigentes, les dificulta decir: “No puedo con esto”. El camino no es lineal, hay subidas y bajadas, pero la posibilidad de recuperarse está, con amor, con acompañamiento, con ganas y tratamientos adecuados. Nadie se salva solo nos quedó clarísimo después de la pandemia. Es clave que nos dejemos ayudar.
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