¿Quién es Ian Astbury? El vocalista de The Cult que marca la noche de Viña (y que cantó con The Doors)
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¿Quién es Ian Astbury? El vocalista de The Cult que marca la noche de Viña (y que cantó con The Doors)
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En una entrevista de 2004 con la revista inglesa New Musical Express (NME), Ian Astbury, el vocalista de The Cult, se definió a sí mismo. “Mi nombre es Ian Astbury y canto desde 1982. Estuve originalmente en Southern Death Cult, quienes fueron calificados como ‘una banda punk positiva’ por el NME. Luego me uní a una banda llamada The Cult. Después me fui por las mías y comencé con una banda llamada The Holy Barbarians, después volví a The Cult, y después me uní a los originales The Doors para cantar con ellos. Y aquí estoy”. Un hombre consciente de su propia historia, que lo ha anotado como uno de los más destacados cantantes de rock ingleses.
Nacido en Heswall, en Cheshire, Inglaterra, el 14 de mayo de 1962, en plena era mod. La música comenzó a interesarle desde joven amén de una escena floresciente que vio el nacimiento del punk y el post-punk, pero al unirse a The Cult, en 1983, abrazó otro sonido: el del hard rock, heredero directo del rock de los 60. Una línea en continuo desde The Doors, Led Zeppelin y AC/DC. Con ellos, firmó un rock como el de antes, épico, potente, al callo, y con aire gótico.
Tras el segundo disco del grupo Love, de 1985, The Cult dio el salto adelante hacia la fama. El álbum incluía She Sells Sanctuary, acaso su canción más reconocida. Pero el stress de la fama, las luces y la exposición comenzaron a asfixiar al cantante. En 1987, ingresó en un hospital debido a un “agotamiento nervioso”. Años después, sacó en limpio qué es lo que le ocurría: “Me convertí en todo lo que odiaba. Si tuviera 17 años y me hubiera visto caminando por la calle a los 27, probablemente habría cruzado la calle y me habría escupido encima”. Como Kurt Cobain, Astbury se sentía agobiado por un monstruo que él mismo había contribuido a crear.
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Electric fue el tercer disco, y fue producido por Rick Rubin, uno de los productores más importantes del rock. The Cult comenzó a tener múltiples cambios de integrantes, hasta Matt Sorum (quien luego pasó por Guns N’ Roses y Velvet Revolver) estuvo como baterista del grupo un tiempo. Tanto fue así que solo Astbury y el guitarrista Billy Duffy se mantuvieron en todas las formaciones. The Cult era un mutante que necesitaba el riesgo constante para poder sobrevivir a la locura a su alrededor.
En paralelo, Astbury siempre admiró el misticismo y el imaginario de los indígenas norteamericanos, lo mismo que movía a Jim Morrison, el líder de The Doors. De ahí a que se haya fascinado con su figura. De hecho, su nombre fue considerado por Oliver Stone para encarnar al Rey Lagarto en la biopic del grupo de 1989. Finalmente, el papel fue adjudicado al actor Val Kilmer. “The Doors son los padres espirituales de todo esto. Todo esto es la forma en que Jim Morrison lucía, la forma en la que hablaba. El hablaba de Dionisio, shamanismo, desorientación de los sentidos, William Blake...”, comentó en la citada entrevista.
Tras la primera parada de The Cult, en 1995 -durante un tour por Sudamérica- Astbury grabó un disco solista llamado Natural Born Guerilla. La banda volvió a funcionar en 1999 hasta 2002, cuando Astbury dijo que The Cult estaba “congelado” indefinidamente. Ahí Astbury se dedicó a cumplir un sueño: ser el vocalista de The Doors.
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“Habría dicho que era una idea ridícula”
Fue Robby Krieger, el legendario guitarrista del grupo, el que convocó a Astbury. Y comentó cómo se gestó el vínculo en una entrevista con The Austin Chronicle: “Ian siempre fue fan de The Doors. Obviamente, se notaba en los primeros dos álbumes de la banda, pero era amigo de Danny Sugarman, quien escribió la biografía de The Doors No One Here Gets Out Alive. Durante mucho tiempo, Danny me decía: ‘Oh, tienes que juntarte con Ian. Él sería perfecto para ustedes’. Nunca lo tomamos realmente en serio hasta que hicimos el programa VH1 Storytellers , así que invitamos a Ian a venir con Scott Weiland y un grupo de otros muchachos y cantaron una canción de The Doors. Pensé que era uno de los mejores muchachos. Fue entonces cuando lo conocimos y así fue como sucedió”.
Para Astbury fue como si le hubiesen leído la mente, como un niño con un tarro de manjar. “Probablemente los escuché por primera vez cuando tenía nueve o diez años, en la radio de transistores de mis padres -dijo a The Independent, en 2003-. En aquella época me encantaban David Bowie y T. Rex. Pero me atraían The Doors; eran muy diferentes, mucho más oscuros”. Y aprovechó de contar de que en un momento tuvo dudas de aceptar.
“Cuando me ofrecieron el trabajo por primera vez, diría que la gente estaba en un 80-20 por ciento en contra de la idea. Y tengo que confesar que si me hubieran preguntado qué pensaba sobre que The Doors salieran de gira con un nuevo cantante, habría dicho que era una idea ridícula. Pero siempre me han gustado Morrison y The Doors, así que obviamente me sentí halagado y honrado”.
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Eso sí, la versión del grupo en que participó Astbury solo tenía a dos miembros originales: a Robby Krieger y al tecladista Ray Manzarek y el conjunto tenía como nombre The Doors of the 21st Century. Esto, por una demanda puesta por el baterista John Densmore para impedir el uso del nombre The Doors, y no solo eso, sino que se prohibiera cualquier uso de la licencia de la música del conjunto para comerciales de TV. Ello causó una controversia con sus antiguos compañeros. Finalmente, en la batería asumió primero Stewart Copeland, el ex The Police, pero finalmente el puesto fue de Ty Dennis.
Pero mientras todo se resolvía en tribunales, Astbury comenzó a participar en los recitales con los nuevos Doors, y él mismo como un Jim Morrison del siglo XXI. “Trabajar con ellos fue enorme. Ray Manzarek tiene una formación clásica en piano y jazz. Con ellos, se ve la influencia del jazz y el espacio. En realidad (The Doors), no estaban trabajando para un formato de radio. Muchos artistas emergentes escriben su trabajo para el formato disponible. Eran libres de expresarse en un lienzo mucho más amplio, y el espacio es muy importante para eso. Creo que cuando creas espacio, creas más dinámica, más conciencia”, dijo Astbury para el sitio Blabbermouth.net.
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Por entonces, Astbury dejaba en claro la idea de que -para él- The Doors of the 21st Century no se trataba de una banda tributo. “No se trata de una imitación, sino más bien de reciclar un trabajo clásico. No se trata de recrear lo que eran The Doors en su momento, sino de que Robby y Ray quieren tocar la música para un último hurra. Sería doloroso para ellos si fracasara, porque es su legado. Pero para mí fue una oportunidad única en la vida y prefiero intentarlo antes que preguntarme qué podría haber pasado”.
Con esa formación, The Doors of the 21st Century se presentó en Chile el martes 26 de octubre de 2004 en el Velódromo del Estadio Nacional. Tocaron 17 canciones y pasaron los grandes éxitos del conjunto californiano. Quienes estuvieron esa noche escucharon -entre otras- Break On Through (to the Other Side), Love Me Two Times, People Are Strange, Alabama Song (Whisky Bar), When the Music’s Over, Touch Me y Light My Fire. La performance de Astbury fue sólida, haciendo su propia interpretación amén de su voz gruesa y con buena llegada a los agudos. Las subidas repentinas -sello de Morrison- no le costaban a Astbury, quien sacó adelante la tarea de excelente manera, incluso colocándole algo de épica a su canto, que hizo lucir diferentes las canciones.
Consultado por la experiencia, Robby Krieger señaló: “Fue fantástico trabajar con [ Ian ], excepto que todas las noches estábamos en el show, estábamos listos para salir y allí estaba Ian planchando su ropa antes del show. Llegaba tarde a todos los shows. ‘Espera, tengo que planchar mi camisa’”.
En 2006, Astbury abandonó a los Doors para reunirse nuevamente con The Cult. Años después, Astbury siempre se ha mostrado agradecido del período en que compartió con los veteranos Manzarek y Krieger. “Fue un honor y un privilegio”, dijo al sitio Mariskalrock. Ahora tendremos a Astbury en su debut en la Quinta Vergara, un escenario con una interesante (aunque escasa) historia con el rock.
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