Reseña: cómo es el MTV Unplugged de Los Bunkers, una película convertida en hito para la música chilena
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Reseña: cómo es el MTV Unplugged de Los Bunkers, una película convertida en hito para la música chilena
Los Bunkers, vestidos de trajes celeste y beige en tono pastel, caminan por un pasillo. La cámara los sigue tomándolos por la espalda, como si viniera rezagada con ellos. A continuación entran en el set. Se acomodan, los asisten sus roadies y viene el saludo al público. Con esos primeros minutos, concentrados en una estricta narración visual arranca el MTV Unplugged del grupo. El primero, además, grabado en Chile, en los estudios de CHV en Machasa.
Las tomas de la dirección de Pablo Larraín permiten apreciar el entorno. Un escenario formado por varios retazos de tela (algunos lucen como sacos) en tonos tierra, que permiten traslucir la luz ampliando las posibilidades de iluminación. En el centro se ubicó la banda, rodeados a su vez por los flancos y el frente por un par de filas de personas, generando así una imagen de mayor cercanía.
El grupo, reforzado para la ocasión con los músicos Martín Benavides, Gregorio “Goyo” Madinagoytía y la mexicana Carmen Ruiz, arranca el concierto con No me hables de sufrir. Una habitual en sus repertorios de directo (de hecho, su pasado show en Rapa Nui, al que asistió Culto, también arrancó con esa canción), lo que desata los inmediatos aplausos del respetable, consciente de estar viviendo un momento histórico para la música chilena.
La presentación está armada en tres segmentos muy definidos. En la primera parte, interpretan temas de pulso más acelerado y reconocibles de su discografía. Lo hacen al estilo más tradicional, sentados, con sus instrumentos. El momento permite apreciar de inmediato cómo el grupo redefine parte de su material. Por ejemplo, las variaciones al solo de Yo sembré mis penas de amor en ti jardín; el arreglo para Miño, con armónica y dobro (una guitarra que en vez del clásico agujero en el cuerpo, cuenta con un disco metálico) y que incluso cambia la habitual parte final donde Álvaro López suele golpear los platillos. Allí se suma un acompañamiento rítmico de charango (tocado por Madinagoytía, junto al tambor, como manda el manual), aprovechando la cualidad percusiva que impone su interpretación.
En El Necio, la lectura de Los Bunkers para el tema de Silvio Rodríguez, también se hicieron algunas variaciones musicales. Pero la más llamativa, es que se le insertó un recitado durante un pasaje instrumental. Se trata de un fragmento del poema Hoy soy un miembro del Club de los Corazones solitarios, de Jorge Teillier, gloria de la poesía chilena. “Hoy soy un miembro del Club de los Corazones solitarios/En la clínica espero, aburrido, el desayuno/Mientras mi compañero de mesa mira el muro recién blanqueado/y comenta, riendo, una película de gangsters”. La decisión fue probablemente desarrollada en postproducción, pues no se escuchó durante la grabación del show.
Luego la película pasa a otro momento. Esta vez, todos los músicos se paran formados en semicírculo para tocar ante dos micrófonos de ambiente para captar tanto los instrumentos como las voces. Allí arrancan con Calles de Talcahuano, que parte con Francis Durán, Mauri Durán y Álvaro López cantando a capella tras una intro tocada por Cancamusa en el bombo. Ahí luce el trabajo de las armonías vocales, uno de los puntos fuertes del trabajo de Los Bunkers.
A continuación, interpretan Canción para mañana. “Esta canción cuando fue compuesta, sonaba muy similar a como la vamos a tocar ahora”, anuncia Francis Durán. El arreglo destaca por su instrumentación entretejida entre las guitarras, el cuatro, el charango y el contrabajo tocado por Gonzalo López. Hacia el final, sorprenden uniendo el tema con su versión para Al final de este viaje, de Silvio Rodríguez, aprovechando la rítmica de la canción y los instrumentos. Ahí alternan la voz solista, con algunos pasajes cantados por Mauricio Durán, a contrapelo de la versión del disco Música Libre, interpretada por Manuel García.
Todo el momento es redondeado por el juego de luces y sombras, concentrado con un sentido teatral en los músicos, lo que le da al segmento un aire como a los registros televisivos de Inti Illimani o Illapu, propios de los años setenta. Una influencia clara en la obra musical de la banda, en especial en uno de sus fuertes, como las armonías vocales.
El registro vuelve al escenario principal para un momento de transición. Tocan Las cosas que cambié y dejé por ti, en que destaca el trabajo de Martín Benavides en el theremin (aquel extraño instrumento electrónico que es controlado sin la necesidad del contacto físico del intérprete con el instrumento) para recrear la sensación del solo de slide de la grabación original. Continúan con Noviembre, la canción que da título a su disco de regreso que se presta sin problemas para su adaptación acústica, con Mauricio Durán interpretando el banjo. Terminan, se levantan y el corte pasa al siguiente momento del show.
El grupo entra bajo los aplausos a otro escenario, rodeado de público por completo e iluminado con candelabros y llamativas lámparas (de luces led, en realidad). Además del espacio para los cinco Bunkers, y los tres músicos de apoyo, en esta sección se suma el cuarteto de cuerdas Austral, integrado solo por mujeres. Ellas se llevan la atención al interpretar una pequeña pieza instrumental (escrita por el músico Raúl Céspedes, como todos los arreglos de cuerda), la que de pronto, pasa a unos marcados stacattos, los que introducen a Llueve sobre la ciudad.
La jugada es sorpresiva, pues la canción suena muy diferente a su versión de estudio. La clave está en que las cuerdas no son una capa más de acompañamiento, sino que son el eje de la versión (algo así como el Elevator Version de Nothing else matters que creó Metallica a partir del trabajo de Michael Kamen).
El momento permite la introducción de El hombre es un continente, la canción nueva que Los Bunkers estrenan en este show Unplugged. Se trata de una composición a ritmo atresillado, que de alguna forma remite a la Nueva Canción y al rock chileno de fusión, un poco al estilo de Los Blops o Congreso, en la ambición por mezclar rítmica e instrumentación latinoamericana y canon occidental.
Además de la densidad de las capas de sonido, destaca por su letra, cuyo mensaje humanista de alguna forma dialoga con la intimidad del show y el momento que se vive en el mundo. “El hombre es un continente, por dónde pasa la vida/Retazo de piel divina que se transforma en especie”, canta Álvaro López. El título de alguna forma remite a ese espíritu, como sacado de la libreta de apuntes de Patricio Manns o las sesiones de Los Blops en la Manchufela.
Cierra el segmento con la primera entrada de un invitado. El músico de Café Tacvba, Emmanuel “Meme” del Real, quien asimismo es el productor musical de la sesión, se suma para cantar Si estás pensando mal de mí, un tema original del álbum La velocidad de la luz (2013) del que fue productor. Tal como lo marca la banda al presentarlo, es un amigo que es parte de su historia. La canción queda muy bien para la voz del mexicano pues no le requiere intervalos muy exigentes. Así, canta sobre un arreglo que guarda algo más de similitud con la original, pero que se sostiene en el trabajo de los teclados y las guitarras.
Una fiesta con Paul McCartney y Mon Laferte
Tras los aplausos, los músicos se levantan y salen del set para volver al escenario principal. Viene entonces el segmento final, el de la fiesta. Un momento que arranca con la interpretación de Rey, otra de las canciones de Noviembre, que también se aleja de la versión de estudio. Se suman en el escenario los músicos Victor Contreras y Sergio Ramírez, en las quenas y quenacho, sumando una capa de sonido que de alguna forma evocan algo de lo hacen los teclados en la original. Otra sorpresa es cuando Cancamusa, desde la batería, canta el estribillo de la canción, desatando los aplausos del respetable. “Puedo ser quien quiero ser/Estar donde quiero estar/Recorrer el cielo a pie/Camino sin disfraz”, canta con su voz cálida.
A continuación, uno de los momentos más notables de la noche. Aprovechando el vibráfono, tocado con cuidadosa precisión por Martín Benavides, para recrear el sonido de un timbre, el grupo arranca con su versión para Let’em in, un tema original de Wings, el proyecto setentero de Paul McCartney, publicado en el disco Wings at the speed of sound (1976).
La interpretación de Los Bunkers se ciñe a la canción original, pero con los instrumentos acústicos. Destaca un notable arreglo combinado entre theremin y quenas para doblar la línea de las flautas de la grabación de Wings (o sea, es algo así como Wings andino). Allí luce Benavides, quien durante la noche destacará con su musicalidad al moverse entre el theremin, el órgano, percusiones, melódica, marimba y efectos de sonido varios.
Tras tocar Sur, el grupo vuelve a tocar una versión, esta vez de “uno de nuestros compositores en español favoritos”, según anuncian. Y efectivamente, arrancan con Quiero dormir cansado, original de Manuel Alejandro y Ana Magdalena, que fue popularizada por Emmanuel. Pero a medio camino, tras el fraseo de las quenas, Álvaro López presenta a Mon Laferte. Un momento sorpresivo, que provocó la algarabía del público (en especial entre las mujeres presentes).
La viñamarina entró a cantar el segundo verso (Quiero dormir cansado/Para no pensar en ti/Quiero dormir profundamente/Y no despertar llorando/Con la pena de no verte), para luego cantar en armonía a dos voces junto a López. Este, acostumbrado a armonizar, actuó como un eficiente apoyo a Mon. Además, en los segmentos en que cantó solo, su habitual vibrato y estilo dramático al interpretar, se prestó bien para ese repertorio romántico latinoamericano. La versión debiera ser un próximo single, sin dudas.
Luego de Nada nuevo bajo el sol, viene el momento de Ven Aquí en una animada versión trabajada a ritmo de cumbia, la que ya se reveló como primer single. Una jugada sorpresiva, que en las redes sociales generó algún desconcierto entre parte de la fanatizada, pero que en el momento en que se insertó, se comprende perfecto. Viene a dar el empuje para el final del show, siguiendo el arco festivo del segmento. Además, aprovecha que la canción original ya tiene un cariz bailable. Ahí destacan Carmen Ruiz en un acordeón que le da un inconfundible toque latam y el trabajo de Benavides, el hombre orquesta de la noche, el “rey del metro cuadrado” como lo presenta la banda.
El momento final llega con la interpretación de Bailando solo, uno de los temas más populares de Los Bunkers, que se presta para su reinterpretación a tono con el momento. El grupo, que a ese punto acumula horas de trabajo en el cuerpo, se esmera por mantener en alto el final, apelando a su experiencia de directo. Es la hora de Álvaro López, que demuestra su carisma y sus dotes de showman, con sus improvisados pasos de baile, que entusiasman al respetable.
Y como en toda la noche, vuelven a sorprender, esta vez, vinculando el riff de la canción con Heart of glass, el eterno clásico de Blondie. Algo así como lo que hacían en su momento incrustando You really got me en Ahora que no estás. El momento suma otra novedad al sumar la entrada de Carmen Ruiz, quien deja su puesto en los teclados para tomar el micrófono, y vistiendo un sombrero vaquero, cantar la voz principal. Así algo así como si fuera una Debbie Harry tex/mex. La gente se ve sorprendida, porque aunque es parecido a lo que sucedió con Mon Laferte, se vio distinto. El entusiasta aplauso final del respetable fue la justa recompensa.
El MTV Unplugged de Los Bunkers marca un hito para la música chilena y su carrera. La cruza entre los talentos de la banda, sus bien elegidos músicos de apoyo, el trabajo silencioso pero efectivo de “Meme” del Real, la partitura de Raúl Céspedes interpretada por el cuarteto Austral, el brillante instante de Mon Laferte y el diseño audiovisual de Pablo Larraín, lograron un momento único. Es una película que discurre con claridad, sorprende al público y muestra cómo desafió al grupo a entregar un trabajo de alto nivel.
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