Supuesto exinstructor del CJNG revela cómo entrenaba a reclutas en los campos de adiestramiento

Supuesto exinstructor del CJNG revela cómo entrenaba a reclutas en los campos de adiestramiento

En entrevista para el canal de YouTube de Gafe423, un supuesto exinstructor del grupo criminal describe prácticas de reclutamiento forzado, tortura y entrenamiento paramilitar El llamado “HarWar” por integrantes del CJNG operaba como centro de adiestramiento y castigo, según testimonio de un exinstructor entrevistado en el canal Gafe423. (GAFE423/Captura de pantalla)

El reciente hallazgo de restos humanos, crematorios clandestinos y más de 400 prendas en el Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, revelado por el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, reavivó las denuncias sobre su uso como centro de reclutamiento forzado por parte del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).

A raíz de este descubrimiento, han surgido una infinidad de testimonios de sobrevivientes que lograron escapar de dichos centros de adiestramiento, logrando contar el horro que vivieron. Sin emabrgo, recientemente el canal de YouTube de Gafe423 causó polémica al abrir su micrófono a un supuesto exinstructor del CJNG, quien describió con detalle las prácticas dentro del Rancho Izaguirre y otros sitios similares.

El exintegrante, que se identifica como “John Wick”, ofreció su testimonio en el pódcast Zona de Guerra, donde relató con detalle su paso por la organización criminal: desde sus primeros años como recluta hasta convertirse en instructor operativo en campos de adiestramiento, incluido el de Teuchitlán. Su historia traza una línea que cruza la deshumanización, la disciplina paramilitar y la maquinaria de reclutamiento que sostiene al cártel.

Infancia y adoctrinamiento

El rancho ya había sido investigado por la fiscalía del Estado de Jalisco en septiembre de 2024.
Crédito: FISCALÍA DEL ESTADO DE JALISCO/CUARTOSCURO.COM

Desde los nueve años, “John Wick” vivió expuesto al mundo del crimen organizado. Según dijo, su ingreso formal ocurrió en la adolescencia, impulsado por una combinación de necesidad económica, vínculos familiares y normalización de la violencia. Al terminar la secundaria, buscó alejarse temporalmente de ese entorno, pero tras un breve paso por un autolavado, donde también se traficaban armas, fue reclutado por un conocido y enviado a su primer adiestramiento.

A los 15 años, fue trasladado a un campo ubicado en un rancho del estado. Aún sin saber con claridad el objetivo de su viaje, llegó con otros jóvenes a un predio cubierto con una lona que lo identificaba como club cinegético. En realidad, se trataba de una escuela paramilitar clandestina.

Ahí comenzó su formación. Durante tres meses, fue sometido a un entrenamiento diario con armamento real, que incluía disparos con fusiles AR-15, plataformas SCAR, FAL, pistolas 9 mm y lanzagranadas M203. El adiestramiento se realizaba tres veces al día: por la mañana, por la tarde y por la noche. Según relató, ni siquiera en sus años posteriores como soldado dentro del Ejército Mexicano vio una rutina de fuego tan constante.

Pero el aprendizaje técnico iba acompañado de estrategias de deshumanización. Una de ellas consistía en entregar a cada nuevo recluta un pollito vivo, que debía cuidar durante semanas. Comía con él, dormía con él y lo transportaba en una cajita. Al final, el instructor ordenaba traer al animal. “Nos daban un pollito y al final te decían: ‘tráelo, hoy no hay comida’. Lo metías vivo a la licuadora y te lo tomabas. Era para deshumanizarte”, explicó. Esa fue solo una de las primeras pruebas.

De recluta a instructor

Después de superar el adiestramiento, “John Wick” fue promovido dentro del cártel. Su conocimiento en armas, sumado a su perfil disciplinado y bajo perfil, lo hicieron valioso para el cártel de las cuatro letras. Pronto se vio transportando armamento, evaluando equipo táctico y, eventualmente, reclutando personal.

Con el tiempo, fue asignado a tareas de instrucción y logística en campos clandestinos ubicados en Tala, Mascota, San Sebastián del Oeste y Teuchitlán, entre otros. En su testimonio, describe con precisión el funcionamiento de estos lugares, su estructura y los protocolos internos de seguridad.

Antes de llegar al campo, los reclutas pasaban por casas de seguridad, muchas veces ubicadas en fraccionamientos abandonados. Ahí se les retiraba la ropa, pertenencias y tarjetas bancarias. Eran inspeccionados por si llevaban chips o rastreadores ocultos. Incluso, se les pedía realizar ejercicios desnudos, como sentadillas, para verificar si escondían objetos en el recto.

El centro de exterminio hallado en Jalisco exhibe un modelo criminal estructurado que, según expertos, replica el funcionamiento de una maquila industrial. (ULISES RUIZ / AFP)

“Diario traíamos una batería de carro. Si traías algo en la piel, en la nariz o en la boca, al tocar los polos te quemabas. Servía para detectar implantes o GPS”, explicó.

Una vez procesados, eran trasladados al campo. Pero antes, debían grabar un video. “Era obligatorio que dijeran en cámara: ‘voy para las cuatro letras’. Ese video se mandaba a los jefes y se guardaba como protección legal”, contó. Con esta práctica, la organización se blindaba jurídicamente. “Así, si los agarraban, se decía que no estaban secuestrados”.

La rutina dentro del “HarWar”

En el lenguaje interno del cártel, al Rancho Izaguirre, como a otros centros de entrenamiento, se le conocía como “el HarWar”, en alusión irónica a la Universidad de Harvard. Para ellos, era la “universidad del terror”. A lo largo de su relato, el exinstructor describe la vida en ese campo como una progresión en tres fases, aunque comentó que al inicio, hace muchos años, sólo había una etapa.

La primera etapa consistía en la “bienvenida”, que implicaba golpizas sistemáticas. “Tratábamos de no pegar en la espalda, pero sí en el pecho y el estómago. La idea era medir si querían quedarse”. A quienes resistían, se les asignaba un uniforme, botas y pantalones tácticos, muchas veces adquiridos por internet “hasta en páginas chinas”. Luego iniciaba el entrenamiento físico, las posiciones de tiro y el uso básico del armamento.

En la segunda etapa, se instruía a los reclutas en técnicas de tortura y coerción. Él mismo describe algunas de las que llegó a hacer en contra de los reclutas. “La de las uñas. Las arrancabas, les ponías limón. O la del refresco: los colgabas, les echabas coca en los ojos, se caramelizaba, venían los pájaros a picarlos. En tres días, los ojos ya estaban mal”. Agrega que estos métodos servían para endurecer el carácter de quienes iban a formar parte de los comandos del CJNG.

Una libreta con la leyenda

La tercera fase estaba reservada para quienes serían líderes de célula o mandos operativos. En ese nivel, aprendían a evadir a las autoridades, manejar explosivos, emplear drones modificados y detectar vulnerabilidades en tanquetas o vehículos militares. El objetivo era generar combatientes capaces de coordinar ataques, resistir asedios y operar en escenarios complejos. “A los que no daban el perfil, los mandaban como carne de cañón”, dijo.

El testimonio también detalla cómo, a raíz de una disputa interna y la intervención de la Policía Judicial Militar, el cártel incrementó sus niveles de violencia. La llegada de este cuerpo de élite provocó un cambio en los métodos: el adiestramiento se volvió más agresivo, y las ejecuciones se volvieron sistemáticas. “Había mucho recluta que no tenía el corazón para torturar. Entonces les enseñaban. El patrón ordenó que se entrenara a todos. Ya no había vuelta atrás”.

En ese contexto, “John Wick” contó cómo logró salir de la organización. Narró que un día tuvo una situación familiar que lo orilló a pedir tiempo fuera; fue en ese lapso que su jefe fue detenido, otros compañeros fueron asesinados y la estructura de la célula a la que pertenecía colapsó. Él, por su parte, logró escapar.

Fuente

Infobae.com

Infobae.com

Lo + visto

Comentarios

Escribe un comentario