Un Rolls-Royce, un Toyota y dos millonarios: en 1981 participó el coche más raro que ha visto el París-Dakar
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Un Rolls-Royce, un Toyota y dos millonarios: en 1981 participó el coche más raro que ha visto el París-Dakar
Da igual que que ya no empiece en París ni termine en Dakar, el rally raid más famoso del mundo siempre nos deja imágenes impresionantes, historias inverosímiles y un buen puñado de vehículos completamente inesperados.
Bien porque una marca trate de demostrar su fiabilidad poniendo a prueba un coche que jamás nos imaginaríamos cruzando dunas, como el Porsche 959 que se hizo con al victoria en 1986, o bien porque el Rally Dakar no deja de ser un lugar donde se dan cita aventureros y millonarios de todo tipo.
Lo cierto es que esta cita anual se presta a encontrarnos vehículos completamente fuera de lugar. Desde el mencionado Porsche a la Vespa P200E con la que Marc Simonot y Bernard Tcherniavsky consiguieron llegar a Dakar... cuando el evento ya había terminado. O, por supuesto, cuando Jules se presentó en la línea de salida en 1981.
Jules era todo un Rolls-Royce.
O, al menos, eso es lo que parecía.
Mucho de Rolls-Royce, con una pizca de Toyota y de Chevrolet
Cuando uno se ha comprado un Rolls-Royce pide algunas cosas. Muchas, de hecho. Pero solo unas pocas son innegociables: viajar con la máxima comodidad y que el coche sea fiable. Qué menos para un millonario que se ha gastado una millonada (je) en un coche que, probablemente, sea toda una inversión.
Por eso Jean-François Pelletier estaba cabreado. Su enfado y unas copas le llevaron a contar todos los problemas que estaba teniendo con su lujoso coche inglés. Pero donde Pelletier vio una crisis, Thierry De Montcorgé vio una oportunidad. Porque cuando uno es piloto de rally amateur se dan dos circunstancias: amor por el motor y mucho dinero.
Montcorgé tuvo claro desde el principio que había una manera de darle un último homenaje al Rolls-Royce de Pelletier. Había que ir al París-Dakar y confirmar de hasta qué punto el coche era o no fiable. Una cena, unas copas, una berlina de lujo y una inscripción. Al menos esa es la historia que ha terminado por darse por verídica.
Cierto o no, lo que sí parece es que Pelletier tenía un amigo que era piloto amateur (Thierry de Montcorgé), tenía un coche (un Rolls-Royce) y, sobre todo, tenía muchas dudas. Dudas de que el coche pudiera terminar de una pieza. Por eso hace unas llamadas y comienza la aventura.
Pelletier descuelga el teléfono, acuerda una comida y unos días después tiene el 50% del presupuesto para comenzar la aventura. Al otro lado del teléfono estaban los responsables de Dior que ven la ocasión perfecta para publicitar Jules, la nueva fragancia masculina que están a punto de lanzar.
Con ese dinero deciden que lo más sensato es hacer pasar por un Rolls-Royce a un verdadero todoterreno. Conscientes de que el reto es casi imposible con la enorme berlina inglesa, buscan un chasis que les sirva de percha para montar la carrocería del Rolls-Royce. Tienen en el Toyota HJ45 Land Cruiser el coche perfecto. Su batalla es solo un centímetro más corta que el modelo inglés, así que se olvidan de realizar grandes modificaciones que dispararían el presupuesto y aumentaría el riesgo de quedarse en mitad del desierto.
De hecho, del modelo nipón decidieron mantener la transmisión y los frenos. Quedaba encontrar un motor robusto que fuera capaz de mover semejante bestia y, al mismo tiempo, fuera lo suficientemente fiable. Lo encontraron en un V8 de 5,7 litros y 350 CV de potencia de un Chevrolet. Tenían los pilares: el chasis de un Toyota, el motor de un Chevrolet y la carrocería de un Rolls-Royce. El Frankenstein se acompañó de componentes llegados de todo el mundo, como explican en Motorpasión.
Eso sí, además de la carrocería se decidió dejar intacto todo el salpicadero, lo que aumentaba la sensación de pez fuera del agua. Sobre el chasis de un enorme todoterreno de Toyota, detrás de un gigantesco motor americano y entre el polvo del desierto africano un piloto viajaba sentado frente a la madera inglesa de una berlina de lujo.
Como era de esperar, el todoterreno ¿inglés? atrajo todas las miradas desde el primer momento de la prueba. "Al principio todo el mundo pensaba que era una broma. Pero en la primera etapa cronometrada fuimos competitivos y dijeron: 'Ah... tal vez no sea una broma'. Cuando a mitad del rally estábamos en el puesto 13, la idea que tenían sobre el coche había cambiado por completo", explica Montcorgé a Motorsport Magazine.
En la entrevista explica con nostalgia todo lo vivido y cómo, a pesar de haber sufrido una avería en la dirección que provocó su descalificación, acabaron llegando a Dakar donde eclipsaron al vencedor de aquel año. "El mejor recuerdo para mí fue en la playa de Dakar. Todo el mundo estaba buscando el Rolls Royce, no había otros coches. Era la princesa en el desierto. Todo el mundo estaba esperando el Rolls-Royce", recuerda el piloto en la entrevista.
Desde entonces, el coche ha sido recordado con cariño. Para muestra, el pasado mes de diciembre, el Rolls-Royce "Jules" salió a subasta y su venta alcanzó los 630.000 dólares.
Una historia que no vieron con tan buenos ojos en Rolls-Royce. "Fueron educados", explica Montcorgé pero afirma que la firma británica les envió una carta una vez superado el Rally más famosos del mundo para recordarles que la marca Rolls-Royce estaba patentada y que ellos no tenían derecho a usarla. Y el piloto asegura que la carta terminaba con un pequeño aviso.
"Por favor, en el futuro no vuelva a hacerlo".
Foto | Aguttes
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Alberto de la Torre
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