Una madre escribe

Una madre escribe

Una madre consuela a su hija.

La niña tiene otitis. Todos recordamos ese terrible dolor de oído que en mitad de la noche nos provocaba el peor de los despertares, millones de agujas clavadas en un mismo punto. Lo único que hacía soportable la incomprensible punzada era una madre. La propia, claro está. Aunque no pudiera hacer nada, su sola presencia era consuelo porque así dejábamos de sentirnos solos ante el sufrimiento. Hay un tiempo en la vida de todo ser humano en el que estar cerca de la madre es no tener miedo. Pero esta noche a la niña le ha dado otitis y hoy la madre soy yo. Hoy seré más madre que escritora porque el dolor de oído de mi hija es más importante que los conflictos internacionales, los bebés asesinados en Gaza o los hombres locos que van a gobernar el mundo. Las discusiones de la política se convierten en un ruido lejano e inteligible cuando la niña gime en mitad de la noche. Antes de tener hijos yo no sabía que tendría este tipo de sentimientos, que cambiaría tanto mi escala de valores. Me creía racional, igualitaria y renegaba del sacrificio y la abnegación de todas las madres que había juzgado de un modo implacable. Todo lo que pensaba de la maternidad caducó en el instante en que sostuve a mi primer hijo después del parto.

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ElPais.com

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