Una ola de calor marina provocó la peor mortalidad de aves en la historia moderna
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Una ola de calor marina provocó la peor mortalidad de aves en la historia moderna
Entre 2014 y 2016, un inquietante fenómeno se registró en Alaska, Estados Unidos. Los cadáveres de decenas de miles de araos comunes, que son elegantes aves marinas blancas y negras, aparecieron esparcidos en las playas de esa región.
A partir de ese momento, científicos comenzaron a investigar qué fue lo que había provocado la muerte masiva de esas aves, además de otras especies que desaparecieron o también murieron de forma repentina.
Luego de años de monitoreo, dieron con el principal culpable: una ola de calor marina sin precedentes apodada The Blob (La Mancha, en español), que hizo que aumentaran drásticamente las temperaturas en el noreste del Océano Pacífico y causó una gran devastación en el ecosistema marino.
Los hallazgos sobre esos efectos fueron publicados el pasado 12 de diciembre en la revista Science.
Cómo una ola de calor causó la peor mortalidad de aves
La mayor ola de calor marina que se ha registrado azotó a una gran franja del noreste del Océano Pacífico, desde Alaska a California. Inició en 2014 y se extendió por dos años más, dejando consecuencias irreparables en las especies marinas.
Los investigadores estimaron que aproximadamente 62.000 araos habían muerto en un solo año. Con el reciente estudio quedó al descubierto que ese número era apenas una fracción de los ejemplares perdidos: más de 4 millones de esas aves marinas murieron como resultado de la corriente de agua cálida, es decir, la mitad de su población total en esa región.
Se trata del peor evento de mortalidad en una sola especie de aves que se ha documentado en la historia moderna.
Aunque las poblaciones de araos comunes han presentado fluctuaciones en otros momentos, los científicos han notado que la especie no se está recuperando en esta ocasión pese a que ha pasado casi una década desde la ola de calor marina y las temperaturas en las aguas han vuelto a su normalidad.
“Este estudio muestra impactos claros y sorprendentemente duraderos de una ola de calor marina sobre una de las principales especies de depredadores marinos”, describió en un comunicado Julia Parrish, coautora del estudio y profesora de ciencias acuáticas y pesqueras y de biología de la Universidad de Washington.
Según los autores, lo que hizo la masa de agua inusualmente cálida no fue provocar estrés térmico en los araos, sino que alteró la cadena alimentaria.
Las temperaturas más elevadas en el noreste Pacífico hicieron que las poblaciones de fitoplancton disminuyeran significativamente, lo que causó un colapso en la cantidad de peces como arenque, sardinas y anchoas, que son la fuente de alimentación de las aves marinas. En consecuencia, la hambruna azotó a gran parte de los araos comunes que habitaban en Alaska y California, cuyas playas se llenaron de sus cadáveres.
Las temperaturas más altas en el agua hicieron que se incrementaran las demandas energéticas de otros peces más grandes, como el salmón, que precisamente compite con los araos por su alimento.
Para realizar su investigación, el equipo de científicos analizó 13 colonias que fueron estudiadas entre 2008 y 2022, es decir, antes de que ocurriera la ola de calor marina y después del evento. Las colonias de araos comunes más afectadas fueron las que estaban en el Golfo de Alaska, que disminuyeron a la mitad, y las del Mar de Bering, que tuvo una pérdida del 75%.
¿Más olas de calor marinas?
Aunque The Blob ha sido descrita como la ola de calor marina más intensa que se ha registrado hasta ahora, los investigadores creen que las temperaturas cálidas ya se están volviendo un fenómeno habitual a causa del cambio climático.
Parrish señala que, sea cual sea la causa del calentamiento, “el mensaje es claro: el aumento de la temperatura del agua implica un cambio masivo en los ecosistemas y repercusiones generalizadas en las aves marinas”.
“La frecuencia e intensidad de los episodios de mortalidad de aves marinas está aumentando al mismo ritmo que el calentamiento de los océanos”, señala la investigadora.
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