Villancicos chilenos, el olvidado disco que reunió a Violeta Parra, Víctor Jara y Rolando Alarcón
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Villancicos chilenos, el olvidado disco que reunió a Violeta Parra, Víctor Jara y Rolando Alarcón
Antes de la Nueva Canción, las creaciones épicas y la militancia, la música de raíz folclórica creció en torno a la investigación. Desde los albores de los 50′ los talleres de folclor dictados por Margot Loyola en las escuela de temporada de la Universidad de Chile y el trabajo de campo iniciado por Violeta Parra, aplanando calles y poblaciones, eran los primeros acercamientos al rescate de la cultura popular, que languidecía en veteranos cantores.
Pero no fueron solo canciones. “Violeta Parra recopilaba también dichos, refranes, narraciones, anécdotas, todo eso”, cuenta Gastón Soublette, quien conoció a la artista casi a mediados de la década, cuando él era director de programas en la Radio Chilena y ella se acercó a pedirle una oportunidad.
Al impulso de la cantautora le siguió, poco después, el de inquietos jóvenes universitarios que se reunían en grupos. Uno de estos fue Cuncumén.
Tras haber compartido ruta como parte de un coro en el Festival de la Juventud por la Paz y la Amistad celebrado en Bucarest, los estudiantes Sylvia Urbina, Rolando Alarcón y Alejandro Reyes se reencontraron en el taller de Loyola. Tras un actuación como parte del conjunto de alumnos de la folclorista, decidieron continuar con el nombre que les fue sugerido por el arquitecto Miguel Lawner -”Murmullo del agua”, es su significado en mapudungún-. Así, bajo la dirección de Alarcón, en 1955 se formó el grupo.
Un apretado calendario de actuaciones y giras por Europa precedieron la primera grabación del conjunto. Sucedió que en 1957 fueron incluidos en la serie El folklore de Chile que EMI Odeón había iniciado bajo la dirección artística de Rubén Nouzeilles, cuyo primer volumen, editado el año anterior, estuvo a cargo de Violeta Parra. Casi de manera simbólica, los discípulos seguían a la maestra.
Ese año también se integró a la agrupación un joven de sonrisa ancha llamado Víctor Jara. Él participaba del coro de la Universidad desde 1953, momento en que tuvo su primer acercamiento formal con la música. Antes, la había conocido a partir de las canciones que solía interpretar su madre, Amanda Martínez, una cantora popular. Esta experiencia, sumado a sus estudios de actuación y dirección teatral, iniciados en 1959, serían claves para formar al hombre que se convertirá en uno de los artistas más relevantes de la Nueva Canción Chilena casi una década más tarde.
El disco de Villancicos que reunió a Violeta Parra, Víctor Jara y Rolando Alarcón
Eran días en que la difusión de cantos y danzas tradicionales chilenas, tenía un fin más bien pedagógico. No en vano, Alarcón era profesor normalista y Urbina se dedicó a la enseñanza del folclor una vez que dejó al grupo en 1961. Por ello es que el segundo LP de Cuncumén titulado Villancicos chilenos(1959) se dedicó a las canciones de navidad.
“El papel del conjunto Cuncumén es divulgar la música folclórica y en este terreno son ahora exponentes de indiscutible valía -se lee en el texto de la contraportada del disco-. Compuesto por ocho personas el Cuncumén aúna en sí características poco comunes: sus integrantes son investigadores acuciosos y además la mayoría son cantantes y danzarines. Unen a esto una formación humanística sólida: los más son pedagogos y además se incluye un abogado y médico. Si alguien desea encontrar no sólo una instantánea, sino además, un completo documental sobre nuestras expresiones folclóricas —cantos y danzas— ciertamente que en el conjunto Cuncumén encuentra expresión adecuada. La ductilidad ante sus componentes permite mostrar en legítima profundidad el valor del autóctono chileno”.
En este álbum, el octeto grabó trece piezas. Entre estas destacan varias recopiladas o compuestas por Violeta Parra como Al temperuléi, Entonces me voy volando, Décimas por el nacimiento y Doña María, le ruego, estas últimas dos con la voz solista de Jara. También incluyeron temas recopilados por Margot Loyola (Ay sí, ay no y Señora doña Marida) y algunas composiciones de su director musical, Rolando Alarcón, como El niño lindo, Villancico norteño y No importa, doña María.
“En la actualidad, Chile ofrece villancicos en gran cantidad recogidos de la tradición oral. Algunos, como se puede apreciar en este disco, son de acento hispánico puro -se detalla en el texto del LP-. Otros, ya se han chilenizado o realmente son nacidos aquí. Es difícil precisar. Lo importante es que el pueblo se encuentra en ellos para manifestar su fe y dejar ver las vibraciones de su alma. Este panorama de villancicos que ahora ofrece el Conjunto CUNCUMÉN es un reflejo cabal de cómo la idea de fondo —respeto, adoración, asombro y gozo por el nacimiento del Hijo de Dios— está latente en nuestro pueblo. En otro plano, este disco es un homenaje del Conjunto CUNCUMEN para Violeta Parra, Margot Loyola y demás investigadoras que los han ayudado”.
Alarcón se mantendrá por seis años a la cabeza de Cuncumén. En 1963 comenzó a desarrollar su material solista a partir del lenguaje folclórico aprendido durante sus años en el conjunto. Logró éxito con algunas canciones como Doña Javiera Carrera, ¿A dónde vas soldado? y la clásica Si somos americanos. Como él, otros artistas como Raúl de Ramón y conjuntos como Los Cuatro Cuartos o Las Cuatro Brujas darían forma al neofolkore, una tendencia que plasmó en creaciones originales el aprendizaje sobre la tradición musical chilena forjado durante la década anterior.
Por su lado, Víctor Jara aportó al conjunto con piezas recopiladas con él y otras originales como la nostálgica Paloma quiero contarte, en los cinco discos que participó. Pero no sería todo. También proporcionaría al grupo su bagaje teatral. Con rigor y disciplina en los ensayos consiguió incorporar elementos de expresión corporal, a fin de pulir una puesta en escena bien trabajada y profesional. Por ello, fue él quien tomó la dirección de la agrupación tras la salida de Alarcón. Tal vez, a lo mejor sin pensarlo, hubo una línea de continuidad. Una que cruzó desde la recopilación de Margot Loyola y Violeta Parra, hasta la creación de Alarcón y el compromiso con que el hombre de El Cigarrito conseguiría asentar el lenguaje de la canción folclórica desde su raíz más profunda.
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