X y el ágora pública
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X y el ágora pública
Lo más curioso del debate sobre abandonar o no X es que algunos lo presentan como la renuncia a un ágora que fomenta el intercambio deliberativo para conformar la opinión pública. Querer irse equivaldría, así, a renunciar a encontrarse con opiniones disidentes, incluso cuando el propietario de la red la haya convertido en un engranaje más de la maquinaria electoral de Donald Trump con métodos que no solo han roto barreras éticas, sino legales, como la compra de votos. Desconozco de dónde viene la idealización de una red pensada para generar burbujas clientelares y así monetizar mejor a través de dinámicas interesadas y estructuralmente propicia para la humillación pública. No se trata tampoco de demonizarla ahora. Todos ―o tal vez una minoría― hemos encontrado muchas cosas buenas en ella, pero vivimos un momento en el que debemos estar atentos a cómo se nos presentan los dilemas, pues, en nombre de la imparcialidad, empezamos por colocar en pie de igualdad a quien habla de disparar a periodistas con quien lo hace en términos de justicia social, y de repente te encuentras con un antivacunas como secretario de Salud.
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