¿Y si la cara fuera el espejo del alma?

¿Y si la cara fuera el espejo del alma?

“No mires a los ojos de la gente. Me dan miedo, siempre mienten”, aullaban Golpes Bajos. Yo ni siquiera me miro en el espejo desde la última vez que fui feliz, porque seguramente me llevaría un susto acojonante. Y solo veo de escorzo, intentando que no me atropellen las ingentes manadas de ultracuerpos enganchados a sus móviles y otros aparatos que pueblan las inhóspitas calles. Pero si inevitablemente me fijo en esas multitudes y hago memoria después de una vida que ha alcanzado la senectud y una tristeza infinita, descubro verdades elementales como que mayoritariamente la gente somos lo que parecemos, aquella certidumbre tan rudimentaria de que la cara es el espejo del alma. Y otras incontestables perogrulladas. Y ya sé que lo de la asesoría e imagen es una profesión incontestable y muy bien pagada, que los políticos, los empresarios, los sindicalistas, los que tienen mucho que ganar en función de su estatus, precisan de ella y pagan fortunas a costa del erario público o privado. Pero veo el careto de Trump, de Putin, de Aznar, de Netanyahu, de Maduro, de Pedro Sánchez y ya poseo un mapa iracundo, racional y visceral en mis sentimientos.

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ElPais.com

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