El Ciudadano
La violencia contra las mujeres en Chile es estructural y hoy se agrava con el avance del fascismo. Cada 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres, el país vuelve a mirar una realidad persistente: Chile vive un escenario de violencia patriarcal extrema que golpea a mujeres, niñas, disidencias y comunidades precarizadas.
La magnitud de la violencia machista se expresa en femicidios, narco-femicidios, ecofemicidios, desapariciones de mujeres y agresiones extremas sostenidas en impunidad. No son hechos aislados, sino parte de un sistema patriarcal-neoliberal que profundiza desigualdades, precariza la vida y genera inseguridad permanente.
Es un modelo que expulsa a miles de mujeres de una vida digna, empujándolas a vivir sin casa o en campamentos y en hacinamiento, que desprotege a personas migrantes, niñeces, criminaliza la pobreza y deja territorios enteros bajo control del narco donde el Estado se retira.
Un sistema que instala a las mujeres en posiciones de subordinación y legitima relaciones de poder que habilitan la violencia machista y su refuerzo. Nuestras vidas, las vidas de las mujeres, no importan a instituciones como el poder judicial, ministerio público y policías que ante la violencia patriarcal nos revictimizan y dejan libres a los femicidas.
Las mujeres más precarizadas como las cuidadoras, trabajadoras de casa particular, trabajadoras sexuales, migrantes, desempleadas y quienes viven del trabajo por cuenta propia, entre otras, siguen enfrentando violencias múltiples: laborales, económicas, racistas, institucionales y patriarcales.
Para desnaturalizar el entramado de violencia que amenaza diariamente a las mujeres es indispensable nombrar y hacer visible la violencia capitalista que empobrece, las diferentes manifestaciones de violencia de género y femicida que en la vida cotidiana de las mujeres se intersectan con la seguridad en las comunidades, la violencia en los territorios militarizados dentro y fuera de Chile -incluida Palestina- y, también, aquella violencia que deriva de la ausencia de un sistema de cuidados que recae exclusivamente en el cuerpo y tiempo de las mujeres, entre otras expresiones de violencia.
Este 25N tiene un componente político decisivo. Chile enfrenta el avance organizado de la ultraderecha y una ofensiva fascista que pretende reinstalar un orden patriarcal, debilitando políticas de género, restringiendo libertades y legitimando la violencia contra quienes disienten. En un país donde mujeres desaparecen, donde el narco disputa barrios enteros, donde defensoras ambientales son amenazadas y donde la pobreza feminizada es estructural, permitir que la ultraderecha avance no es solo un retroceso político: es una amenaza directa a nuestras vidas.
El machismo mata y la ultraderecha también.
Ya lo sabemos bien. Por eso, este 25N no puede quedarse en la denuncia. Necesitamos organizarnos y convocar ampliamente a actuar y movilizarnos: trabajadoras, pobladoras, estudiantes, sindicatos, organizaciones territoriales y vecinales, comunidades migrantes y disidencias, de pueblos originarios y tribales, las feministas y no feministas, medioambientalistas y organizaciones sociales diversas. Sabemos que la violencia se combate colectivamente, con organización social, porfía, unidad y fuerza política.
El llamado es urgente y claro: organizarnos, movilizarnos y defender un país donde vivir no sea un privilegio, sino un derecho.
Vivas, libres y organizadas nos queremos. Porque juntas, Somos +


Coordinadora Feminista 8M
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