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Casonas con propósito: cómo las instituciones de educación superior reactivan el patrimonio urbano

Casonas con propósito: cómo las instituciones de educación superior reactivan el patrimonio urbano

Distintas universidades han apostado por recuperar inmuebles con valor histórico —algunos Monumentos Nacionales, otros simplemente parte del tejido urbano— y darles un nuevo destino. En lugar de convertirlos en museos congelados, los han hecho parte de su proyecto educativo.

En la cuadra conformada por la Alameda y las calles Barroso, Cienfuegos y Erasmo Escala, la Universidad Alberto Hurtado ha configurado un campus universitario que no se impone: se entreteje con la ciudad. Son 30 casonas —que en otro tiempo fueron residencias de familias influyentes, sedes de clubes o casas religiosas— que han sido restauradas y adaptadas para dar forma a un centro académico que habita, literalmente, el tejido histórico de Santiago.

Las casas no están puestas en escena como piezas de museo. Albergan facultades completas, bibliotecas, oficinas, salas de clase, patios, casinos, cafeterías y centros de estudiantes. “No hay una postura escenográfica del tema. Aquí se habita y se vive el patrimonio”, afirma Alfredo Blanco, director de Operaciones de la UAH.

“El campus no solo se articula a través de patios interiores, se construye desde el concepto de centro de manzana, conectando lo que antes fueron espacios privados en una red de recorridos peatonales, patios compartidos y fachadas vivas. En los últimos años, la universidad ha invertido recursos propios en la limpieza y restauración de estas fachadas, como aporte directo al barrio”, agrega Blanco.

En este campus patrimonial, entre las casas más emblemáticas se cuentan la sede de Derecho en Cienfuegos 41 —con una arquitectura cargada de simbolismo— y la Casa de la Rectoría en Barroso 6. La Casa Esperanza, la más reciente en ser restaurada, fue construida en 1923 y rehabilitada en 2017.

No es la única. En el centro de Santiago, otras universidades también han apostado por rescatar el patrimonio construido como parte de su proyecto académico y ciudadano. No solo ocupan el centro: lo restauran, lo entrelazan, lo vuelven permeable.

Un campus-ciudad

En el Barrio República, la Universidad Diego Portales ha consolidado un campus sin muros, hecho de pasajes, tipologías históricas y edificios restaurados. Al Palacio Piwonka —una casona restaurada que hoy alberga la casa central— se suman inmuebles como República 112 y Grajales 2845, recuperados no solo como sedes académicas, sino también como gesto urbano: reactivar espacios, abrir interiores al barrio y hacer de lo patrimonial una manera de ser universidad.

“La UDP es un proyecto educativo con un fuerte componente territorial y público. Es un campus-ciudad que desde su origen se emplazó en el centro, revalorizando y adaptando el patrimonio construido de la ciudad”, explica Alejandra Celedón, decana de la Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño UDP.

La casona de República 112, construida en 1904 por el arquitecto Alberto Cruz Montt, fue adquirida en 2010. En su remodelación, se conservaron materiales originales —parquet, cornisas, puertas— y se incorporaron nuevas estructuras, como una caja de escala y salas inclinadas con capacidad para 45 personas.

Unas cuadras más al sur, la Facultad de Psicología celebró sus 30 años restaurando una casona de 1912 en la esquina de Grajales con Vergara. Durante siete meses se rehabilitaron sus maderas, molduras y la cúpula central, que hoy funciona como oficina del decanato. “Y no estamos solos; nos vinculamos con museos, embajadas, organizaciones del barrio. Esta forma de habitar la ciudad es nuestra manera de ser universidad: discreta, acupuntural, pero siempre abierta a la diversidad urbana”, agrega Celedón.

Volver a habitar el barrio

Ahora, en la esquina de Rosal con Lastarria, Duoc UC suma una nueva página a esta historia. Como ya lo han hecho la UAH y la UDP, la institución técnica opta por restaurar una casona patrimonial en el corazón urbano. A metros del MAVI, el Teatro de la Comedia y el GAM, avanza la restauración de la Casona Lastarria que abrirá sus puertas como centro cultural a fines de 2026. No será solo una vitrina para el trabajo creativo, sino un gesto de integración urbana, una contribución a la vida pública de un barrio que quedó herido tras el estallido social y que hoy busca reactivarse con propuestas arraigadas en el territorio.

La casona —ubicada en una de las zonas de mayor tránsito turístico del país— es parte del programa de extensión institucional del Duoc, cuyo objetivo es ampliar el alcance de la institución más allá de lo formativo, generando espacios de encuentro. “Queremos llegar con actividades culturales, talleres de oficio y propuestas que reflejen nuestra identidad institucional y nuestros valores, pero también que dialoguen con lo que ya existe”, explica Rodrigo Núñez, director de Extensión. “No buscamos canibalizar la oferta del barrio, sino complementarla. Si hay teatro, pensar en otras formas; si hay exhibiciones, crear cruces”.

Por eso mismo, el encargo de restauración fue adjudicado —vía concurso— a la oficina de Cecilia Puga y Paula Velasco, responsables del Palacio Pereira, con el objetivo de asegurar una intervención respetuosa del valor histórico de la construcción.

Al igual que las universidades Alberto Hurtado y Diego Portales, la presencia del Duoc en Lastarria no busca imponerse, sino integrarse al barrio. “Escuchar a las comunidades, a los actores culturales, es parte del proceso”, agrega Núñez.

En tiempos de renovación urbana y debates sobre identidad, estas casonas recuperadas no solo guardan memoria, proponen futuros posibles.

Fuente

LaTercera.com

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