Cecilia Boufflet: “Tengo una enfermedad rara que no tiene cura”
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Cecilia Boufflet: “Tengo una enfermedad rara que no tiene cura”

La periodista especializada en temas económicos dice que técnicamente es una persona con discapacidad. La tuvo desde nacimiento pero se la detectaron recién a los treinta años: cuando obtuvo el diagnóstico se puso a llorar. Cómo afrontó esa adversidad en su carrera profesional y su análisis sobre la vinculación de los argentinos sobre la economía: "tenemos más pudor en hablar del dinero que en hablar del sexo"
“Tenemos más pudor en hablar del dinero que en hablar del sexo”. Lo dice sin alzar la voz, como si fuese una obviedad, pero en la frase hay una definición del país. En Argentina, el dinero es tabú, el ahorro se improvisa y la economía cotidiana se aprende —mal— por necesidad. Cecilia Boufflet, periodista especializada en economia, lo repite todos los días de 9 a 12 en Infobae en Vivo, el programa que comparte con Gonzalo Sánchez, Carolina Amoroso y Ramón “Moncho” Indart. Cada uno tiene su rol: ella es la que corrige, la que reta, la que explica sin rodeos.
“Ya le dije a Moncho cómo tiene que comprarse el auto”, cuenta. Pero después se pone seria: el crédito hipotecario, dice, es el crédito bueno. En este país sin educación financiera, la mayoría le tiene más miedo a comprar una casa en 20 años que a pagar una zapatilla en 12 cuotas. El problema es estructural y cultural.
Habla con fluidez, con datos, con calle. Tiene la cabeza entrenada para leer inflación, dólar, tasas de interés y también para detectar estafas envueltas en promesas de riqueza fácil. El que te quiere hacer millonario, advierte, seguramente te está vendiendo un curso, no un modelo de inversión.
Y todo eso lo hace viendo a través de un filtro naranja. Literal. Usa anteojos especiales desde que le diagnosticaron Stargardt, una enfermedad genética, que afecta la visión central. “Veo como a través de un colador”, explica.
No lo contó durante años. Iba a la tele y se cambiaba los anteojos por unos neutros. Hasta que un día se hartó. Le preguntó a Jorge Lanata si podía salir al aire con los filtros puestos. “Sí, ¿por qué no?”, le dijo. Lo hizo y no pasó nada de todo lo que temía.
Lanata, dice, fue el mejor periodista del país. Fue su jefe. Pero también fue quien le recomendó libros, quien tuvo siempre una frase para cortarle el drama con una ironía. Quien le dio espacio y gracias a quien entabló vínculos que hoy perduran.
—¿Con Gonzalo Sánchez, conductor de Infobae en vivo, se conocen hace mucho?
—Sí, con Gonza trabajo hace muchos años, sabemos que pensamos distinto en miles de cosas y que podemos discutir a fondo sin que se transforme en algo personal. Mucha de la gente que viene, oyentes o televidentes de antes, lo que nos dice es eso: “Qué bueno poder escuchar gente que piensa distinto hablar tranquila”.

—¿Y con Caro (Amoroso) y con Ramón (Indart) habías trabajado ya?
—Sí, con Caro había trabajado en TN. Y a Moncho lo conocí ahora. Todo el mundo me decía “no sabés lo buena gente que es Moncho Indart”, ahora lo estamos comprobando. Además en nuestro equipo tiene un rol: es el marido. Hace frío y nadie sabe qué hacer con el aire acondicionado y Moncho va, sabe dónde está el aire acondicionado, sabe dónde está el botón. No tenemos enchufe; Moncho va, encuentra una zapatilla, la enchufa. Es el que resuelve cuando todo el resto somos bastante inútiles (risas).
—¿Qué otros roles están claros en Infobae en vivo?
—Caro es la prolija. Ella siempre va a saber qué nota viene. Los nombres de todos. Los va a pronunciar impecable, perfecto y demás. Ese personaje para afuera, después ella es súper graciosa, descontracturada y disruptiva. Gonza es nuestro poeta, nuestro bohemio. Él siempre tiene una película, un bodegón para recomendar. Es un tipo híper urbano, culto, informado, sofisticado en su manera de pensar y que me divierte mucho.
—¿Y vos quién sos?
—Yo soy la maestra Ciruela siempre. La que te dice lo que tenés que hacer. Ya le dije a Moncho cómo tiene que comprar el auto. Lo reto a Gonzalo siempre un poco con la guita. Ese rol me gusta, me queda cómodo.
—¿Te escriben mucho por redes sociales, preguntándote si comprar o vender dólares, o dónde saco un crédito?
—En la época en la que el dólar era un caos sí, un montón, pero la gente tenía mucha angustia. Ahora un poco con los créditos hipotecarios. Y mucha pregunta sobre el dólar al revés: “¿Va a seguir bajando?“.
—¿Es sostenible este dólar?
—Sí, yo creo que sí. El gobierno después del acuerdo con el Fondo tiene un respaldo financiero y buena parte del cepo se quedó. No es que todos los pesos que hay en la economía pueden ir corriendo en una puerta 12 a empujar contra el dólar. Lo que nos pasó acá es que tuvimos muchos años de crisis recurrentes, mucha brecha, mucha inflación, y el dólar ha sido un refugio. No es una decisión económica o financiera racional guardar dólares o guardar pesos, es una manera de preservarte, como el ladrillo. El ladrillo como reserva de valor en Argentina tiene un valor que es mucho más cultural que el negocio que pueda ser eso.
—El techo propio.
—Sí, el techo propio es tu casa y tomás una decisión que no está movida por la cuestión financiera. Pero esta idea de que la inversión en ladrillo es la inversión segura y que siempre te va a ir bien… Seguro que hay miles de opciones más donde invertir pero el argentino le tiene miedo al cambio de reglas de juego, a la inestabilidad, a que lo que hoy es tuyo y mañana no sabés cuán tuyo es. Lo compraste para esta cosa pero mañana te cambian las condiciones y no lo podés usar para eso. Bueno, eso se paga.
—¿Y los créditos hipotecarios?
—Los últimos 20 o 30 años en Argentina casi no tuviste crédito hipotecario. Hoy los precios de los bienes, de las propiedades usadas no han disparado y hay crédito hipotecario. Ahí más de uno puede calzar la opción de que el alquiler sea parecido a la cuota del crédito hipotecario.
—Si queremos orientar a quienes no saben nada del tema qué tenemos que decirles.
—En este país donde tenemos tantos vicios en términos de finanzas personales y de mala educación financiera, hay que entender que el crédito hipotecario es el crédito bueno. Los argentinos no tenemos miedo a comprar una zapatilla en 12 cuotas y le tenemos miedo a comprarnos una casa a 15 o a 20 años. Y ese es el crédito al que no le tenemos que tener miedo. El crédito hipotecario siempre sí. Siempre ir a analizarlo. Después hay que mirar la tasa de interés pero los créditos hipotecarios en Argentina, estos que están durando y que vienen desde el 2017, son créditos que se ajustan por inflación. Entonces lo que tenés que mirar más es si tus ingresos van a variar más o menos en relación con la inflación o no. Porque si no vas a tener un descalce con la cuota si hay un salto de la inflación.
—Mucha gente me dice: “Ni averiguo, no me lo van a dar”.
—Hay créditos. En Buenos Aires están saliendo unos 1.000 créditos por mes. Tiene un techo todavía bastante bajo puesto la capacidad de que crezca mucho y que haya una explosión de crédito hipotecario que es el salario versus el valor del metro cuadrado.
—¿Qué pasa con el enorme porcentaje de trabajadores informales que hay en nuestro país? ¿Sigue siendo el 40%?
—Sí. Es el número que le decimos a la informalidad de la economía. Es el trabajador. Es la facturación. No es que hay trabajadores en negro y no hay empresas informales o negocios informales. Muchas veces cuentapropistas. El 40% de la economía argentina es informal.
—Ese trabajador sigue afuera del sistema.
—Recontra fuera del sistema. Y es un enorme desafío cómo vamos a incorporar al sistema a un montón de trabajadores, ampliar la cantidad de gente que paga impuestos y está en blanco y está formalizada. Si nosotros no incorporamos más gente con menos nacimientos, menos trabajadores y demás, no sé quién va a pagar nuestras jubilaciones. No es que va a ser un problema dentro de 40 años, va a ser un problema mucho más cercano.
—Hoy qué porcentaje de la población activa y con economía en blanco está sosteniendo a otro porcentaje.
—El trabajador informal paga un montón de impuestos. Cuando compra la leche paga el IVA. Probablemente pague ABL, el impuesto de su casa. Si tiene un autito pague la patente. Todos pagamos un montón de impuestos. Ahora, ese trabajador que no puede elegir y que su trabajo es informal tiene una brecha cada vez más grande con el que tiene un acceso a la salud a través de una prepaga. El golpe a la clase media tradicional del imaginario de la Argentina en los últimos años ha sido muy fuerte.
—¿Esta clase media de la que hablamos existe en otros países?
—Sí, en todos lados hay una clase media. Los países donde tenés mejor calidad de vida, mejor armonía y demás son los países en los que la diferencia entre los dos extremos de la pirámide son más bajos. La brecha es más chica. Eso en Argentina pasó durante muchísimo tiempo. Hay un muy buen libro de Guillermo Oliveto sobre clase media que dice que a la clase media le quedó la identidad. “Yo soy clase media” lo dice gente que ya no es clase media porque se cayó de la clase media y es pobre pero sigue manteniendo esa identidad y clase media es gente que tiene un nivel de vida que ya no es más el de la clase media de su país: que todos los años se va de vacaciones al exterior, que puede cambiar el auto cada 2 años. Eso que percibimos como clase media no es más el promedio de la Argentina.
—¿Hoy la definición de clase media es irte de viaje todos los años al exterior y cambiar el auto cada 2 años? No sé si conozco mucha gente que lo pueda hacer.
—No. La gente que hace esa vida se considera de clase media y en realidad no lo es. Los argentinos tenemos todos una cuestión identitaria, nos definimos como clase media. Y la clase media se ha quedado en una porción mucho más chiquita.
—¿Hoy qué es ser clase media en Argentina?
—Es una familia tipo donde los dos adultos trabajan, los hijos no van más a la escuela pública, van probablemente a una escuela parroquial, la cuota es baja pero te garantizás que haya clases todos los días y le permite a los padres ir a laburar. Esa clase media muchas veces hoy alquila. La familia de Mafalda era clase media, trabajaba solo el padre. Había un autito. Te ibas de vacaciones a la costa todos los años. Y los chicos iban a la escuela pública. Esa familia hoy no es la mayoría de la Argentina.

—¿Por qué no hay educación financiera en los colegios? ¿Por qué no es una materia obligatoria?
—Estoy de acuerdo con esta idea que se la voy a robar a Gabriela Totaro: "Tenemos más pudor en hablar del dinero que en hablar del sexo". Pudimos discutir que haya ESI en las escuelas y no podemos discutir que haya educación financiera en las escuelas. Somos una sociedad con mucho prejuicio sobre el dinero. El rollo que tenemos para hablar de plata en Argentina como si fuera pecado es impresionante. Es muy impactante.
—¿Qué crees que juega ahí?
—Yo creo que la culpa seguro, en los últimos años, lo podemos identificar bastante claramente, hubo mucha demonización del que gana plata. El que gana plata acá es malo.
—Durante el kirchnerismo.
—Sí, en el kirchnerismo seguro. El progresismo en Argentina tiene una mirada que es muy distinta a lo que es el progresismo hoy en Europa y demás, que considera el ganar plata una cosa mala o a las empresas siempre un actor malo. Siempre el empresario es malo y el político es bueno a la hora de distribuir fondos. Yo pondría un poquito en jaque esa idea. En los últimos años nos han demostrado que no ha pasado eso. Poner en valor la inversión privada, la generación de empleo, el actor social que es la empresa y el empresario. No por la cara de Mr. Burns sino por cada uno que pone un kiosco y contrata un empleado, esa es gente que todos los días deberíamos aplaudir como nuestros héroes y acá les tiramos piedras.
—¿Qué deberíamos exigir que nuestros hijos salgan conociendo del colegio por lo menos?
—Estaría buenísimo que haya emprendedurismo y finanzas personales en los colegios. ¿Nosotros cuando salimos de la escuela sabíamos cómo se llenaba un cheque? Ni por casualidad. Y eso si vos ibas a pedir laburo a los 18 años era una herramienta. ¿Por qué hoy los chicos no saben cómo funciona el sistema financiero? ¿De qué cosas tenés que tener cuidado? ¿Qué cosas son riesgosas y cuáles no? ¿Cómo administrar ese riesgo? ¿Qué quiere decir una obligación negociable, un plazo fijo, una acción y demás? Tenemos mucho pudor de llevar a los chicos a ese mundo que es el de la plata y dejarlos jugar y dejarlos crear. Para mí mirar lo que va a pasar con una empresa también es pensar hacia dónde va a ir el mundo, a qué sectores les va a ir bien, a qué sectores les va a ir mal. Qué innovación va a haber. Qué cosa disruptiva está por aparecer. Para mí ese es un mundo espectacular.
—Los chicos hoy desde los 13 años pueden tener billeteras virtuales y no los estamos preparando.
—Sí, y pueden invertir en la Bolsa hoy en Argentina, pueden comprar acciones. Siempre con una cuenta que va a estar en espejo la va a tener que tener un adulto responsable que se va a hacer cargo de esos movimientos y con operaciones que no le permiten endeudarse. ¿Tiene más chances de caer en una estafa piramidal o en una promesa de riqueza en dos minutos un chico que tuvo educación financiera o que no tuvo? Es obvia la respuesta. ¿Tiene más riesgo de caer en las apuestas un chico que tiene o que no tiene educación financiera?. No le tenemos que tener miedo a hablar de plata con los chicos.
—Hablaste recién de las estafas. Veo en redes sociales todo el tiempo cursos que ofrecen imposibles, influencers que se muestran multimillonarios y recomiendan dejar de estudiar. ¿Qué pasó?
—Es una barbaridad. Hay que tener alertas muy claras y que tenemos que repetir todos los comunicadores hasta el cansancio que nadie se hace millonario con un dólar de un día para el otro. Siempre miraría si el que me promete hacerme millonario lo que hace es invertir o lo que hace es vender cursos porque si la plata la está haciendo vendiendo cursos y no invirtiendo probablemente yo sea su negocio, y no es que él me va a enseñar cuál es el próximo negocio. La construcción de un patrimonio en la inversión siempre es un complemento de tus ingresos. Salvo que tengas la suerte de que alguien te puso en la cuenta bancaria una plata con la que te permite empezar. Pensar que hay tasas exorbitantes con las que con un dólar te vas a hacer millonario en dos minutos no existe.

—¿En un mundo ideal cuánto deberíamos ahorrar por mes de nuestro ingreso para invertirlo en nuestro futuro? Estamos hablando siempre en un mundo ideal porque por supuesto cuando no tenés para comer...
—Hay que pensar que siempre uno el 10% de su ingreso lo debería poder ahorrar. En esta sociedad de consumo que nos permite comprar de todo en 12 cuotas y que nos bombardea con días de promos, muchas veces lo que tenemos es un consumo que es muy distinto al de la generación de nuestros padres y decimos: “Che, mi viejo se podía comprar un auto y yo no”. Pero tu viejo no se había ido dos veces a Europa antes de los 40 años y no tenía zapatillas nuevas cada 6 meses. Hay que considerar que el ahorro es un valor y que va a sumar en el tiempo.
—Te escuché decir alguna vez que ves la vida a través de un colador.
—Te voy a explicar por qué uso anteojos amarillos o naranja. Es un filtro que se llama “filtro 511″ que uso porque tengo una distrofia de retina. Tengo una enfermedad rara que se llama Stargardt que no tiene cura por ahora, entonces lo que yo tengo que hacer es cuidar la poca visión que tengo para tener expectativa de que cuando aparezca una cura para eso mi ojo todavía vea. El mejor titulador del mundo que era Jorge Lanata, me dijo: “Vos tenés que seguir explicándolo así porque así es como se entiende”. Yo veo como a través de un colador de fideos porque tengo muchos puntos muertos en la parte de la visión más aguda del ojo entonces veo un poquito sí, un poquito no. Y el cerebro, con lo que va tomando de visión compone la imagen. Yo te veo toda a vos Tati, pero quizás cuando llego, te encuentro y miro tu cara esa parte del centro del ojo no la veo. Entonces hay muchas cosas que me cuesta mucho ver. Me cuesta leer. Yo no leo más en papel prácticamente. Uso todo audiolibro. Leo los diarios en voz. No manejo. Desde el 2019 no manejo más porque no puedo ver.
—¿Es una enfermedad que te detectan cuándo?
—La tuve toda la vida pero me la detectaron a los 30 y pico. Iba todos los años al control del oculista, la miopía y demás, y un día le dije: “Todo bien con estas letritas que me haces mirar y demás pero yo hay cosas que no encuentro”. Me daba cuenta de que llegaba a la esquina con el auto y tardaba en encontrar el semáforo. Mi cerebro se daba cuenta que yo no encontraba eso. Una vez que me diagnosticaron el Stargardt reconstruí para atrás. Yo iba a tenis de chiquita con mis hermanos y no le pegaba a una pelota. “Y bueno, Cecilia es mala en el deporte”, o yo era bastante ñoña en la escuela y aplicada, pero era la última en terminar de copiar y tardaba mucho en escribir. Iba a la biblioteca con una amiga y ella siempre leía mucho más rápido que yo. Todo eso lo entiendo ahora.
—¿Te angustió el diagnóstico?
—Uf. Sí obvio. Al principio sí. Tengo una oftalmóloga espectacular con ella lloré varias veces. La pregunta del millón cuando asumís el diagnóstico es si te vas a quedar ciego viste. Y te haces la cabeza de todo eso viste. Tuve que atravesar ese momento.
—¿Hiciste esa pregunta a la médica?
—Sí. Me dijo que no. Me largué a llorar. Y cada tanto cuando tengo algún movimiento o corrección que se me agudiza un poco el tema o me avanza un poquito la enfermedad un poco ese fantasma vuelve, pero estamos bien.
—Es una enfermedad que se mantiene en el tiempo, no se incrementa.
—Sí, se puede incrementar. Yo uso los filtros para eso y tomo un complejo de minerales. Y aunque despotrico contra esto, muchas veces veo gente que tiene Stargardt desde muy chiquita o un nivel agudo desde muy chico y por ahí no puede aprender a leer. Yo tengo una independencia absoluta, técnicamente soy una persona discapacitada, pero en ese esquema veo mucho. Puedo leer cosas. Uso ayuda porque si no no podría leer todos los diarios a la mañana a la velocidad a la que yo leo. Trato de no leer en público porque leo como un nene de 6 años, porque a veces no encuentro las sílabas. Me voy a pintar las uñas y me falta un dedo hasta que lo encuentro, entendés.
—Yo te conozco hace muchísimo, y para mí los anteojos eran un tema estético.
—No los usé en público durante muchísimo tiempo porque para mí era como mostrarme en mi silla de ruedas. Y tenía muchas fantasías sobre qué pasa con el trabajo. Qué pasa con la mirada ajena. Tenía mucho prejuicio. Iba a hacer PPT y a mí me hacía mal, me dolía el ojo de la luz, pero me sacaba mis anteojos con filtro y me ponía los anteojos transparentes para la tele. Un año que empezó PPT, no sé si por harta o por apurada o porque tomé la decisión y no lo quise pensar mucho salí al aire con los anteojos. Le pregunté a Jorge (Lanata) y a Ricardo Ravanelli, el director del canal: “¿Puedo salir con estos anteojos?”. Me dijeron: “Sí, ¿por qué no?”. Estaba en mi cabeza el rollo. Salí al aire con los anteojos y todo el mundo dijo: “Che, qué cool los anteojos”. Alguno dijo: “Parece Yiya Murano”. Me lo acuerdo (risas). Pero la mayoría dijo “qué cool esos anteojos”.
—Estás haciendo sin quererlo un trabajo de divulgación súper interesante.
—Sí, trato de hacerlo. Primero tuve que digerir yo lo que tenía.
—¿Bono tiene algo parecido?
—Bono tiene lo mismo que yo. Bono es nuestro tope de gama en el Stargardt. Nuestra celebrity (risas).
—¿Tuviste que chequear a tus hijos?
—Sí es genético. Fue otro de los fantasmas y una de las primeras cosas que hice. Por suerte están bien.
—Mencionaste a Jorge Lanata y no quiero dejar de preguntarte quién fue para vos.
—El número uno. Es el mejor periodista que ha tenido la Argentina. Ha sido un placer y un lujo poder haber trabajado con él. Pero el lujo más grande es haber conocido a la persona y haber conocido esa familia Lanata que somos los amigos que me quedé de ahí. La familia de Jorge con la que tengo una relación hermosa. Y el Jorge persona, el que me regaló autores espectaculares que no conocía. El que tenía siempre una palabra, un chiste divertido para hacer. El Jorge de Avellaneda es el que me guardo en el corazón. Además del profesional del carajo que era.
—Gracias Ceci por la charla, por enseñarnos y también por dejarnos conocerte un poquito más. Nos vemos a las 9 todos los días en Infobae en vivo con un equipo hermoso.
—De 9 a 12 todos los días. Hay de todo, hay actualidad, hay magazine, hay información. Hay para pensar. Hay para pelear. Y hay para reírse.
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