“El mensaje de Francisco al invitarnos a Roma fue ‘primero los de abajo’”: el legado del Papa según su amigo cartonero
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“El mensaje de Francisco al invitarnos a Roma fue ‘primero los de abajo’”: el legado del Papa según su amigo cartonero

En 2013, Sergio Sánchez estuvo en el Vaticano. Había conocido a Bergoglio diez años antes, en una misa improvisada para cartoneros y vendedores ambulantes
“La primera vez que lo fui fue en Plaza Constitución”, dice Sergio Sánchez, justo después de la misa que reunió a más de 1.500 cartoneros en Parque Lezama y cuyo eje fue homenajear al papa Francisco. Esa, la primera de todas las veces que vio a Jorge Mario Bergoglio, fue en 2003. Sergio llevaba dos años cartoneando en Barrio Norte.
Había empezado en 2001, cuando se quedó sin trabajo. Bergoglio no sabía que sería Papa y Sergio no sabía que, diez años después, viajaría a Roma a la asunción de ese sacerdote como máxima autoridad de la iglesia Católica.
“Cuando venía a la plaza, Jorge nos bendecía a los cartoneros, a los vendedores ambulantes. Lo vi muchas veces ahí, y se ocupó, cuando dejó de estar en Buenos Aires, de asegurarse que alguien fuera a Constitución a bendecirnos”, le cuenta Sergio a Infobae.
En 2001, trabajaba en la empresa de un amigo que se ocupaba de transportar y nivelar tierra en barrios cerrados de Ezeiza. Su amigo se fundió, él se quedó sin trabajo y salió a cartonear con su esposa y las dos hijas que tenían entonces.

Bergoglio, que ya era arzobispo porteño desde 1998, se cruzó en su camino en esa plaza del sur de la Ciudad. “Para nosotros no importaba si era el arzobispo, un cura como los demás o qué. Para nosotros era Jorge, una persona común, siempre nos hizo sentir pares. Nos mostró su humildad desde el primer día”, recuerda Sergio Sánchez, que ahora preside la Federación de Cartoneros y Carreros de la Argentina y es uno de los fundadores del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE).
“Nos hizo sentir que éramos importantes”
En aquellos años, cuando el Vaticano no era el paisaje cotidiano del cura nacido y criado en el barrio de Flores, algunos cartoneros, entre los que estaba Sergio, a veces lo acompañaban a dar misa en distintos lugares de la Ciudad y, a la vez, lo recibían en los comedores comunitarios en los que colaboraban. “Siempre se mostró cercano, siempre nos hizo sentir que éramos importantes”, recuerda Sergio.
“¿Viste eso que dijo a la juventud cuando viajó a Brasil? Eso de ‘hagan lío’. A nosotros nos transmitía eso mismo: que nos organizáramos, que defendiéramos nuestros derechos, que nosotros valíamos y no teníamos que hacer escuchar”, cuenta Sergio, y suma: “Estoy buscando de todas las maneras posibles viajar a Roma para despedirlo”.
En misas compartidas, en charlas en comedores comunitarios, en la Plaza Constitución, la relación entre los dos fue creciendo, así como la de Bergoglio con otros trabajadores dedicados al cartoneo. Algunos de ellos fueron los que este miércoles montaron un altar a cielo abierto con fotos del Papa y de la Virgen de Luján para despedir a Francisco en el Parque Lezama, en una misa que ofició el padre Toto, uno de los referentes de los llamados “curas villeros”.
“Primero los de abajo”
“Te vamos a mandar el pasaje”, le dijeron por teléfono a Sergio. Jorge Mario Bergoglio acababa de ser elegido Papa en el cónclave que debía encontrarle reemplazo a Benedicto XVI tras su renuncia. Le iban a mandar, también, una carta de invitación para que mostrara en caso de que se la pidieran en su viaje desde Buenos Aires hasta Roma.

“En el aeropuerto de acá no me creían nada. Me trataron como al de ‘Expreso de medianoche’. Me tuvieron de acá para allá, en un cuartito, la Policía me hizo rayos X. Casi pierdo el avión que me llevaba a la asunción de Francisco porque no me querían dejar viajar. Pero cuando volví me estaban esperando con las puertas abiertas, los micrófonos listos para que hablara ‘el cartonero amigo del Papa’”, reconstruye Sergio.
En la Basílica de San Pedro, recuerda, estaba a unos diez metros del Papa que estaba asumiendo el rol de máxima autoridad católica. “Yo veía a los reyes, los presidentes, y estaban más lejos que nosotros. Antes de los saludos oficiales a las comitivas nos vino a saludar a nosotros, nos trató como si fuéramos de la familia y nosotros le entregamos una cruz de cartón”, cuenta Sergio, que coordina un predio de reciclaje de cartón en Parque Patricios y un comedor en Constitución. Allí, retiran comida unas 3.500 personas tres veces por semana.
“Cuando yo vi que de repente el Papa nos venía a saludar primero a nosotros que a los reyes y presidentes me quedó claro cuál era su mensaje: primero los de abajo”, enfatiza Sánchez, que organiza la Navidad de los Pobres cada diciembre en la Plaza de los Dos Congresos y que, para ese evento, recibió alguna vez una carta o un video de Francisco para que todos los comensales lo recibieran esa noche.
Con Francisco en Roma y en Latinoamérica
“Lo vi dos veces más en Roma. Una vez viajé con mi carro de cartonero y distintos elementos que mis compañeros me mandaron para que Francisco los bendijera. Me dejó entrar el carro a San Pedro y ahí lo bendijo. Y la otra vez, bautizó a mi hijo, que se llama como él, y bendijo la panza de mi señora, que estaba embarazada de nuestra última hija”, cuenta Sergio sobre el Papa que murió este lunes y que es despedido en esa basílica, el epicentro de la Iglesia Católica en el mundo.
“Además lo vi cuando viajó a Brasil, a Bolivia, a Chile, a Paraguay. Nos invitó muchas veces a estar cerca suyo y, además, siempre nos hacía llegar sus cartas, sus mensajes. Nunca se olvidó de nosotros. No importaba que ahora fuera el sacerdote más importante del mundo, seguía siendo también el Jorge que se nos había aparecido a dar misa en Constitución”, reflexiona.
Sus palabras coinciden con las homilías que, por estos días, se repitieron en la Catedral porteña, en la Basílica de San José de Flores, y en tantas otras iglesias argentinas. “Francisco quería una iglesia en salida, que saliera a las calles a buscar a sus fieles, a encontrarlos en su vida cotidiana, y no que les demandara sí o sí entrar a una misa para acercarse”, decía este lunes uno de los vicarios del templo del barrio en el que nació.
“Jorge siempre nos hizo llegar su calidez porque siempre sintió que el trabajo social que se hace en los comedores, por ejemplo, no es sólo el de dar de comer sino también el de escuchar, contener, estar pendiente del caído. Eso lo acercó mucho a nosotros, me parece”, cuenta Sergio.
Y repite: “Él sabía que primero tenía que estar el de abajo y siendo Papa lo dejó bien claro”. El primer viaje de Francisco tras ser ungido, se recuerda mucho en estos días, fue a Lampedusa, esa isla italiana en la que recalan miles de migrantes ilegales que huyen a través del Mediterráneo hacia algún posible futuro.
“A mí él me hizo sentir que todo el tiempo siguió pensando en nosotros, nunca nos olvidó y nunca dejó de actuar con humildad. Todos los que lo conocimos o conocimos su trabajo tenemos un pedacito de Jorge en nuestros corazones. Ahora mismo tenemos una tristeza enorme, pero sabemos que hay que seguir con su legado, que es el de hacer lío, el de defendernos y luchar. Se nos fue nuestro padre pero quedamos los hermanos y los hijos para continuar su trabajo. Ojalá su legado haga que vuelvan a elegir a un Papa de los pobres”, se conmueve.
Detrás suyo hay ruido: es la gente que se acerca al comedor de Constitución a buscar una porción que les resuelva el día, y la que trabaja para que todas esas porciones sean posibles tres veces por semana. “Primero los de abajo”, repite Sergio por última vez. Se lo enseñó el hombre al que extraña desde el lunes.
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