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El triste ocaso de Mauricio Macri

El triste ocaso de Mauricio Macri

El líder del PRO nunca supo qué hacer con Milei: lo quiso seducir, incorporar, controlar, derrotar, seducir de nuevo. Mientras, el libertario avanzaba con decisión, insolencia y desparpajo Mauricio Macri en el búnker del PRO - Crédito: Jaime Olivos

Esta es la breve historia de una rendición. Pocas horas antes de la elección porteña, los equipos de La Libertad Avanza difundieron en las redes un video falso donde Mauricio Macri convocaba a votar por Javier Adorni. Más allá de cualquier consideración moral, esa maniobra tuvo, en principio, el éxito que buscaban sus autores: el video se instaló, en las horas previas a la elección, en el centro del debate. Macri reaccionó. “Es cosa de loquitos. Nunca viví una cosa así”, dijo. Y agregó: “No voy a cambiar mi manera de pensar. Un país sin institucionalidad, con agresiones permanentes, es un país que no va a crecer ni generar confianza”. Al salir del centro de votación, Javier Milei ninguneó a Macri por su reacción: “Está muy llorón”.

Luego de la derrota electoral, cuando lo consultaron por la reacción del Presidente, Macri propuso: “Hagamos una cosa. Yo no lloro más por las perversidades que el equipo de Milei nos hace y que él deje de llorar antes las cosas que dicen periodistas y economistas”. Milei entonces volvió a escalar: es su estilo. “Ellos no pueden hablar de perversidades. Y que no hable de psicopateadas porque puedo ser más psicópata que cualquiera”, advirtió.

En el medio, Milei dijo que llegará a un acuerdo con el PRO sin necesidad de Macri, que el tiempo de Macri ya pasó y que debe aceptar el retiro, que él no sentía que la relación entre ambos estuviera rota pero que no tenía tiempo para llamarlo y que si alguien tenía que llamar, era el derrotado. Lo que sucedió después de esa confrontación es, ciertamente, impresionante para cualquiera que retroceda en el tiempo dos años y recuerde quién era quién en ese momento: Macri felicitó por WhatsApp a Milei y difundió que lo había hecho. O sea: aceptó las condiciones que le ponía el Presidente en público. Milei tiene ahora las manos absolutamente libres para terminar de engullirse al PRO, la creación de su contendiente.

Y así sucederá.

Esa rendición excede en mucho lo personal, aunque lo incluye. La política, hasta el domingo pasado, era un juego de tres fuerzas: los libertarios, el PRO, y el peronismo. La disolución del segundo en brazos del primero la transforma en un juego de dos. Eso potencia mucho a Milei que, además, se convierte en un imán para todo lo que fue alguna vez Juntos por el Cambio y ahora, tras la rendición de Macri, queda a la intemperie. Sin necesidad de ganar ninguna elección, La Libertad Avanza podría sumar ahora gobernadores, intendentes, y legisladores nacionales, provinciales y locales de todo el país. Lo que no tenía Milei -capilaridad territorial- ahora está a un paso de conseguirlo.

Pero eso no es lo más relevante, aún con lo relevante que es. Casi en el mismo momento en que se difundía el video falso de Macri, Agustín Laje –uno de los alter egos del Presidente- explicó con precisión quirúrgica lo que estaba por suceder.

Escribió:

Mañana se termina para siempre el partido de los tibios, los niños bien acomplejados, los políticamente correctos que pactaron con las feminazis, los abusadores de niños, la ideología de género y las aborteras asesinas. Mañana se termina para siempre el partido que gobernó tan mal que nos trajo de vuelta lo peor del kirchnerismo. Mañana se termina el partido que mantuvo el déficit fiscal, el INADI, a Hebe de Bonafini, los curros de las madres de terroristas de Plaza de Mayo, el adoctrinamiento en colegios, y toda la porquería de los zurdos de mierda porque temblaban de solo pensar que les dijeran ‘fachos’. Mañana se termina el partido de las buenas formas y las ideas vacías, incapaz de dar la batalla cultural porque no creían en el poder de la cultura. Para ellos, todo eran globos y cotillón. Mañana el PRO desaparece de la política argentina. Se terminó. Tuvieron su oportunidad y la desperdiciaron. Ahora se juega el verdadero partido: LIBERTAD O KIRCHNERISMO”.

Agustín Laje

Laje anunció que el partido de Macri sería desplazado –como lo fue- por gente que lo despreció profundamente desde siempre: tibios, niños bien acomplejados, globos, cotillón, ideas vacías. Los reemplazantes, los ganadores, el oficialismo triunfante son muy distintos: llaman terroristas a las Madres de desaparecidos, aborteras asesinas a las mujeres que interrumpen su embarazo, feminazis a las mujeres que pelean por sus derechos, zurdos de mierda a un universo infinito de personas que no piensan como ellos, sean o no de izquierda. Si el PRO era una derecha liberal, al estilo de líderes como Sebastián Piñera, Luis Lacalle Pou, Angela Merkel, o Jacques Chirac, lo que viene es otra cosa, mucho más cercana a Donald Trump, Viktor Orban, Jair Bolsonaro o Nayib Bukele.

La fuerza hegemónica de la Argentina hoy es una derecha agresiva, provocadora, sin problemas para, por ejemplo, defender raptos homofóbicos, vulnerar reglas electorales muy precisas, denunciar judicialmente periodistas o golpearlos cuando hacen su trabajo. Uno a uno, la mayoría de los dirigentes del PRO se van rindiendo ante este nuevo corpus ideológico. Laje, y el propio presidente Milei, suelen aludir con desprecio a la agenda globalizadora. Es una manera de referirse al statu quo que unió a Occidente desde la posguerra mundial, donde se destacaban las buenas relaciones entre los países, la democracia liberal, la intervención del Estado para compensar desigualdades, y el respeto cada vez más amplio a las diferencias individuales, las opiniones diversas, las elecciones vitales de cada uno. En ese sentido, se inscriben, a diferencia de Macri, en una corriente mundial –liderada por Donald Trump- que, por primera vez desde 1945, desafía a las democracias occidentales, a sus principios básicos, desde adentro. La guerra fría fue un desafío militar contra occidente. Esto es algo mucho más profundo porque corroe desde dentro.

En ese sentido, es impresionante todo lo que definió una mera elección de legisladores locales.

La rendición de Macri ante Milei tiene, por otra parte, costados muy interesantes acerca de lo que sirve y lo que no sirve en la política, y tal vez en la vida. Macri fue un dirigente político novedoso e interesante que recorrió de la nada al todo y nuevamente a la nada en muy poco tiempo. Macri construyó la primera fuerza política nacional después de Juan Perón. Esa fuerza fue producto de una articulación tenaz entre 2005 y 2015, durante los momentos más duros de la hegemonía kirchnerista. En esos años cambió su estilo personal y, de a poco, fue incorporando a su fuerza a dirigentes de todo tipo, que pensaban distinto que él, de origen social diverso. Esa construcción proveyó a la Argentina de un elemento muy positivo que fue la alternancia electoral en un momento en que parecía muy difícil.

Mauricio Macri

Luego gobernó. Le fue mal. Pero esa fuerza se mantuvo unida. Logró un enorme 40 por ciento en medio de la derrota de 2019 y volvió a triunfar en las legislativas del 2021 contra el peronismo. En ese contexto, apareció Javier Milei. Ese desafío desde una derecha más agresiva y rupturista no sucedió solo en la Argentina. Fuerzas como la de Milei hoy aparecen en todos lados y desafían a la derecha moderada tradicional. El Partido Popular sigue siendo más fuerte que Vox en España, y no se fusiona con él. Emmanuel Macron ha frenado a Le Pen en Francia y tampoco se fusionó con ella. Macri, en cambio, nunca supo qué hacer con Milei: lo quiso seducir, incorporar, controlar, derrotar, seducir de nuevo. Mientras, Milei avanzaba con decisión, insolencia y desparpajo.

Esa ambigüedad se potenció luego del triunfo libertario del 2023. Patricia Bullrich, fiel a su estilo, pegó rápido el salto mortal y se sometió al nuevo líder. Horacio Rodríguez Larreta se recluyó en un aún incierto camino personal. Y Macri, por momentos, pareció mendigar un lugar que Milei nunca le concedió. Era triste ver cómo toleraba desprecio tras desprecio. Iba a actos de Milei donde lo dejaban sin lugar donde sentarse, por ejemplo.

Todo eso terminó muy mal.

El episodio del video fake es parte de esta saga. Es cierto que revela las armas que está dispuesto a utilizar Milei en su lucha por el poder: todas, y al máximo. Milei juega dentro y fuera del reglamento sin ninguna consideración ni vergüenza. En el caso del video, también con creatividad: conoce el territorio de las redes –y el de las trampas- como nadie. Pero el problema, para Macri, es que ese video tan odiado lo retrataba muy bien. Durante gran parte de estos últimos dos años, el Macri verdadero se parecía mucho al Macri del video falso.

¿O no había apoyado a Milei en el balotaje para que no volviera el kirchnerismo? ¿O no había ordenado a su tropa cien veces en el Congreso para que no triunfara el peronismo? ¿O no había callado ante el caso $Libra, ante tantas agresiones contra economistas amigos suyos o incluso contra él mismo, ante tantas conductas que antes denunciaba, todo para que no volviera el kirchnerismo? ¿Por qué no apoyaría a Adorni a último momento? El video no era un disparate, porque reflejaba algo de la esencia de Macri, su prioridad. Era más parecido al Macri verdadero que el propio Macri verdadero. Si el único objetivo de alguien es votar para que no vuelva el kirchnerismo, quien está en mejor condiciones de conseguir ese objetivo es, objetivamente, Milei y no él.

Javier Milei y Mauricio Macri (Prensa Senado)

Tal vez la alternativa hubiera sido ser el Macri que ya no era y defender las ideas que aquel parecía defender. O sea: apoyar a Milei en lo que coincidía y mantenerse firme ante sus evidentes y crecientes abusos. O, si estaba de acuerdo, saltar con Bullrich, que ya sometida completamente a los designios del Presidente, logró una vida más.

Disentir con una corriente social dominante puede ser muy duro para un político. Pero, ¿no fue eso lo que hacía aquel Macri triunfador? ¿No es eso lo que hizo Raúl Alfonsín durante la guerra de Malvinas, o Fernando de la Rua y “Chacho” Álvarez frente al Pacto de Olivos, o los Kirchner en el segundo mandato de Menem, o el propio Milei yendo contra todo y todos? Además, especular, perder identidad, no parece un gran negocio: hay que mirarlo a Macri, al de hoy, para entender esa moraleja.

Así las cosas, el país parece, al menos por un tiempo, en manos del presidente Javier Milei. Ahora, como anticipa en encendido Agustín Laje, va por Cristina y el kirchnerismo.

En esa pelea, como en todas, habrá perversiones y psicopateadas. Pero eso no es ningún problema. El Presidente está preparado. Como bien lo ha dicho, “a psicópata no me va a ganar nadie”.

A eso, ni a casi ninguna otra cosa.

Por ahora, al menos, parece ser así.

Fuente

Infobae.com

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