En China y Taiwán el móvil es una solución para la salud mental. El problema es que han sustituido el psicólogo por ChatGPT
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En China y Taiwán el móvil es una solución para la salud mental. El problema es que han sustituido el psicólogo por ChatGPT

La IA sigue expandiéndose poco a poco en los lugares más insospechados de nuestras vidas. Estamos llegando a un punto donde los algoritmos son capaces de convertirse en nuestro “mejor” amigo o, si se quiere y como contamos hoy, incluso en nuestra expareja. Lo último: en China y Taiwán han visto en el móvil la mejor (y más económica) terapia para tratar los problemas de la salud mental.
Terapia de silicio. La historia la contaba esta semana The Guardian. En la oscuridad de la noche, cuando la ansiedad se vuelve más palpable y el silencio más absoluto, muchos jóvenes en China y Taiwán están optando por volcar sus angustias en conversaciones con la pantalla de su móvil a través de chatbots. Es el caso de Ann Li, de 30 años, que tras recibir un diagnóstico médico preocupante, encontró en ChatGPT un refugio para verbalizar lo que no podía compartir todavía con amigos o familia.
En el sur de China, Yang, una joven de 25 años que nunca había acudido a un profesional de salud mental, descubrió en un chatbot su primer interlocutor emocional, alguien (o algo) con quien hablar "día y noche". Su experiencia, lejos de ser excepcional, ilustra una tendencia creciente: en un contexto de acceso limitado a servicios terapéuticos tradicionales, muchos jóvenes chinos están sustituyendo la consulta clínica por diálogos con IA, más accesibles, más económicos y menos estigmatizantes. Aunque con un gran “pero”, claro.
El algoritmo como confidente. Para llegar a esta situación hay un caldo de cultivo: la presión social, los costes elevados y la escasez de citas hacen que la terapia tradicional sea poco viable para millones de jóvenes. A ello se suma el peso cultural: la tradición confuciana todavía desalienta la exposición emocional y promueve la represión de las dificultades psíquicas. Frente a ello, la IA ofrece una alternativa práctica y discreta.
En Taiwán, ChatGPT se ha convertido en el chatbot preferido, mientras que en China, donde muchas aplicaciones occidentales están vetadas, los usuarios recurren a plataformas locales como Ernie Bot o DeepSeek, que rápidamente están integrando funciones terapéuticas en sus respuestas. Contaba el Guardian que, aunque la experiencia varía, muchos usuarios expresan gratitud por el acompañamiento constante y sin juicios que les ofrece la IA, al menos como primer paso para abrirse emocionalmente.
Entre consuelo y vacío. Expertos como el psicólogo clínico Yi-Hsien Su reconocían que estas plataformas pueden tener un valor inicial importante, especialmente para quienes se encuentran en un umbral de malestar que aún no requiere intervención profesional. Pueden aliviar, encauzar emociones y ofrecer consuelo inmediato. Pero el riesgo latente es claro: la IA carece de sensibilidad para detectar señales no verbales o contradicciones entre el lenguaje corporal y el discurso, algo esencial en la práctica clínica.
A esto se suman casos trágicos en los que personas vulnerables han recurrido exclusivamente a chatbots y han terminado por quitarse la vida, sin que nadie detectara a tiempo la urgencia real de su estado. A este respecto, la Asociación de Psicología de Taiwán advierte que, aunque la IA puede contribuir a la democratización del bienestar emocional, nunca podrá sustituir el diagnóstico, la intervención o el tratamiento en situaciones de crisis.
Entre ayuda y simulacro. De fondo, una problemática que se extiende con la IA generativa. Los chatbots ofrecen respuestas inmediatas, muchas veces alentadoras, pero no dejan de ser una base de datos y tienden a simplificar el proceso terapéutico. Como señala Ann Li, suelen “dar la conclusión antes de que uno atraviese el proceso de descubrimiento personal” que caracteriza a una terapia genuina. Nabi Liu, otra joven taiwanesa con base en Londres, valora, sin embargo, la sensación de tener siempre una respuesta seria, aunque reconozca que no es lo mismo que hablar con un amigo o terapeuta.
Una auténtica distopía, aunque para Yang, el cambio fue transformador: haber pasado de no hablar con nadie a compartir con un chatbot la ayudó a comprender que sí necesitaba ayuda profesional. Con todo, el temor de los especialistas es que muchos se queden atrapados en ese umbral digital, sin dar el salto necesario hacia la asistencia clínica.
Los límites algorítmicos. Es la última de las patas para entender el movimiento. En un sistema de salud sobrecargado, donde el bienestar emocional sigue siendo tabú y donde las generaciones más jóvenes enfrentan presiones inéditas, la IA aparece como una tabla de salvación parcial. Su potencial parece claro: puede servir como herramienta educativa, acompañar procesos incipientes, entrenar a futuros terapeutas o incluso detectar patrones preocupantes en conversaciones digitales.
Pero como recuerda en el medio británico el Dr. Su, también es un sistema opaco, cuyas respuestas no siempre se entienden ni se pueden verificar, y cuyo impacto emocional no ha sido completamente evaluado. Dicho de forma: sigue siendo una simulación. Una herramienta útil, sí, pero con límites concretos que la separan de la experiencia humana plena que implica sentarse frente a un terapeuta real.
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En China y Taiwán el móvil es una solución para la salud mental. El problema es que han sustituido el psicólogo por ChatGPT
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Miguel Jorge
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