Ha comenzado el juicio más importante en la historia de Google. EEUU pide que deje de ser el guardián del acceso a internet
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Ha comenzado el juicio más importante en la historia de Google. EEUU pide que deje de ser el guardián del acceso a internet

En clave tecnológica, todas las miradas se dirigen al mismo sitio esta semana. El Departamento de Justicia de Estados Unidos ha dado un paso extraordinario en su cruzada contra el dominio tecnológico de Google. A saber: ha solicitado oficialmente que el gigante de 1,81 billones de dólares sea dividido para corregir su monopolio ilegal en el mercado de las búsquedas en internet.
Incluso Chrome está en juego.
Redibujar el mapa digital. La petición, presentada en la apertura de un juicio de tres semanas ante el juez Amit P. Mehta en el Tribunal de Distrito de Columbia, representa el punto culminante de un largo proceso iniciado en 2020 bajo la administración Trump, continuado por Biden y respaldado por un creciente consenso bipartidista sobre la necesidad de controlar el poder desproporcionado de las grandes tecnológicas.
De hecho, Mehta ya falló en agosto de 2024 que Google violó las leyes antimonopolio para mantener su dominio, y ahora debe decidir cuáles serán las medidas correctivas. Como decíamos, lo que hay en juego es enorme, y destaca la posibilidad de obligar a Google a desprenderse de Chrome, su navegador estrella, y de imponer reformas estructurales que permitirían a competidores acceder a los datos y mercados que hoy Google monopoliza.
El núcleo del conflicto: control. Según los argumentos del gobierno, el gigante ha cimentado su supremacía mediante acuerdos multimillonarios con fabricantes como Apple, Samsung y desarrolladores de navegadores como Mozilla, para ser el motor de búsqueda preinstalado por defecto. Solo en 2021, la empresa pagó 26.300 millones de dólares en estas negociaciones. Ese posicionamiento privilegiado (afirman los fiscales) le otorga una ventaja artificial sobre sus competidores, permitiéndole acceder a más datos, perfeccionar su motor de búsqueda y generar un círculo vicioso que refuerza su hegemonía.
En palabras del abogado del Departamento de Justicia, David Dahlquist: “No estamos aquí por una victoria pírrica. Este es el momento de enviar un mensaje a Google y a todos los monopolistas: hay consecuencias por violar las leyes antimonopolio”.
Las medidas: de Chrome a Gemini. Además de forzar la venta de Chrome, navegador a través del cual fluye buena parte del tráfico de búsqueda y que actúa como una puerta de entrada fundamental para Google, el gobierno plantea que la empresa se vea obligada a compartir sus resultados y su sistema publicitario con competidores. También busca frenar los pagos por preinstalaciones, abrir la puerta a nuevos motores predeterminados y, si estas medidas no restauran la competencia, mantener viva la opción de obligar a Google a vender Android, su sistema operativo móvil.
La preocupación del Departamento de Justicia no se limita al pasado: exige que el remedio sea “prospectivo” y evite que Google replique con inteligencia artificial el mismo modelo de dominación aplicado en la búsqueda. Hay más, ya que el fiscal Dahlquist mencionó específicamente a Gemini, el chatbot de IA de Google, acusando a la empresa de utilizar su monopolio de datos para consolidar también ese nuevo mercado emergente.
La defensa de Google. ¿Y qué dice el gigante a todo esto? Google ha rechazado enérgicamente las propuestas del gobierno, tildándolas de exageradas y peligrosas para la innovación. Su abogado principal, John Schmidtlein, sostiene que las soluciones deberían enfocarse exclusivamente en los contratos de distribución, sin llegar a medidas estructurales como la venta de Chrome. También afirma que la posición de Google en el mercado no es resultado de tácticas anticompetitivas, sino de que sus productos son simplemente mejores y preferidos por los consumidores.
Plus: ha llegado a acusar al gobierno de querer regalar a los competidores el fruto de décadas de trabajo e inversión. “El plan del gobierno es una lista de deseos para rivales que quieren obtener los beneficios de las extraordinarias innovaciones y secretos comerciales que Google ha desarrollado”, declaró. También aseguró que el auge de ChatGPT prueba que el mercado sigue siendo competitivo y dinámico, y que las nuevas empresas de IA no tienen dificultades para llegar al público sin ayuda gubernamental.
Guerra en Silicon Valley. Hay mucho más si ampliamos el marco, por supuesto. El juicio contra Google no ocurre en un vacío. Es uno más de una serie de litigios que conforman una ofensiva más amplia contra las llamadas Big Tech. A saber: Meta está siendo juzgada por haber neutralizado la competencia mediante la compra de Instagram y WhatsApp, y Apple y Amazon enfrentan también acciones antimonopolio.
Además, la propia Google acaba de perder otro caso, esta vez relacionado con su negocio de tecnología publicitaria, y anteriormente fue condenada por prácticas monopolísticas en su tienda de aplicaciones Android. Las autoridades temen que, sin intervención, el control de estas plataformas sobre los datos, los flujos de información y la inteligencia artificial pueda volverse irreversible. De ahí que los fiscales insistan en que los remedios deben limitar no solo lo que Google ha hecho, sino también lo que puede hacer en el futuro cercano.
Veredicto pendiente. El juez Mehta, quien ha escuchado los argumentos iniciales, ha cuestionado si existen precedentes jurídicos suficientes para justificar la magnitud de las medidas exigidas por el gobierno. No obstante, ha mostrado interés en la dimensión futura del caso, especialmente en lo relativo a la IA.
A este respecto, la comparecencia de Greg Durrett, profesor de informática en la Universidad de Texas en Austin, añadió énfasis en cómo los datos recopilados por el buscador de Google son esenciales para entrenar sus modelos de inteligencia artificial, convirtiéndose en una ventaja difícil de replicar para nuevos competidores. Así las cosas, el juicio continuará durante las próximas semanas con la promesa de dictar una resolución hacia el final del verano (obviamente no hay fecha concreta aún).
Reescribir las reglas. En definitiva, y más allá de los aspectos técnicos y jurídicos, el juicio a Google representa un momento de inflexión: la oportunidad de redefinir quién controla el acceso a la información en el siglo XXI. Si el fallo obliga a Google a ceder terreno, podría abrir espacio para nuevos actores, motores de búsqueda alternativos y modelos informativos más descentralizados. También, si se quiere, podría marcar el inicio de una era de mayor vigilancia sobre los monopolios digitales.
Si, en cambio, el tribunal decide limitarse a ajustes “menores”, Google seguirá operando como la puerta de entrada principal al conocimiento online. En cualquiera de los dos escenarios, lo que se juzga no es solo una empresa, sino el equilibrio entre innovación, competencia y libertad en el mundo digital. El veredicto, cuando llegue, no afectará únicamente a Google: podría remodelar internet tal como lo conocemos.
Imagen | Trey Ratcliff
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Miguel Jorge
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