José Manuel Mena: “No hemos encontrado un país que haya tenido por tanto tiempo un decrecimiento del crédito como Chile”
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José Manuel Mena: “No hemos encontrado un país que haya tenido por tanto tiempo un decrecimiento del crédito como Chile”
Está a pocos días de ser renovado oficialmente como presidente de la Asociación de Bancos (Abif). José Manuel Mena recientemente fue nombrado por la asamblea de asociados del gremio, nuevamente, como único director independiente, y lo habitual es que sea un ejecutivo de ese tipo quien asuma la presidencia de la Abif. Solo falta que en mayo se realice la reunión de directorio y se concrete la votación para que eso se haga efectivo.
Este sería el cuarto periodo consecutivo de Mena al mando de la Asociación, dado que llegó en 2019. En ese lapso, en el país ocurrió un estallido social, luego vino una pandemia, tres retiros de fondos previsionales, dos procesos constitucionales, y se completó un decenio en el que el país no ha crecido a las mismas tasas de antes. Y la banca lleva casi cinco años con créditos a la baja.
¿Cree que esa debilidad económica va a continuar?
-Lamentablemente, estamos en una situación de incertidumbre mundial, porque, además, se ha complicado con estos brotes de mercantilismo del siglo XIX, en vez de mantener con más fuerza una línea de comercio abierto mundial. Eso ha generado un ruido adicional en nuestra economía, que ya viene lenta, con una muy baja o negativa inversión, y en momentos en que existe un consenso transversal en que necesitamos volver a invertir y a crecer con mucha más fuerza que el tendencial, que es muy bajo.
En este minuto, las perspectivas económicas son las más complejas de este decenio, dada la incertidumbre mundial que se agregó a la situación local. Además, la banca lleva a estas alturas casi cinco años de decrecimiento.
¿De cuánto?
-Ha existido una disminución del crédito. Si uno toma punta a punta, en el total de créditos llevamos algo más de un 7% de decrecimiento en términos reales, que corresponde al periodo más largo de decrecimiento que ha tenido nuestro país. Esto supera en tiempo todas las situaciones de crisis financieras y mundiales que hemos tenido en las últimas décadas. De hecho, es el periodo más largo que uno encuentra en estudios comparados en economías latinoamericanas, incluso mundiales. No hemos encontrado un país que haya tenido por tanto tiempo un decrecimiento del crédito como Chile.
¿La guerra comercial podría acentuarlo?
-Si la guerra comercial tiene un efecto en la disminución del libre comercio sobre grandes bloques, como Asia, Europa y Estados Unidos, que son los tres grandes socios comerciales que tenemos; por supuesto que nos va a afectar (...) Una baja en la economía mundial tiene un efecto directo en el caso de nuestras exportaciones, por lo tanto, una caída de nuestros ingresos y un mayor desempleo. Ese es el escenario más negativo.

¿Su pronóstico es que se van a cumplir casi seis años de disminución del crédito?
-Antes del anuncio de aranceles, nuestra expectativa era que hubiese algún leve crecimiento del crédito. Bajo un 2%. Ahora estamos en una etapa de incertidumbre.
¿Cuáles son los factores que explican los casi cinco años de baja?
-Hay un efecto de demanda. Eso se expresa claramente en el crédito hipotecario. La demanda de crédito hipotecario y el flujo de operaciones hipotecarias es un tercio versus los niveles prepandemia. Estimamos que las personas no toman la decisión de pedir un crédito hipotecario porque tienen algún grado de incertidumbre en su estabilidad de empleo y en su calidad de sueldo para solventarlo. Y porque las tasas están un poquito más altas. Pero principalmente porque la brecha entre salario y precio de la vivienda no ha bajado en la forma que uno esperaría.
Por otro lado, por parte de las empresas no se ve una demanda activa de crédito para impulsar nuevos proyectos de inversión.
Al final es un círculo un tanto vicioso: necesitamos reactivar la economía. Necesitamos crecer al 4%. ¿Cómo lo hacemos? Necesitamos invertir más. Pero necesitamos activar la demanda también. Es, junto con la baja de la natalidad, el gran problema que enfrenta nuestro país. Porque además es un efecto que se retroalimenta.
¿Qué más ha contribuido a este decrecimiento de colocaciones?
-La legislación y normas que a la banca se han ido agregando año sobre año. Primero, la sobrerregulación: hoy día no es posible dar un crédito de $1 millón a una persona que trabajara en una feria libre. No hay margen para eso que compense el riesgo de crédito y que compense los costos operacionales. Eso sí se podía hacer 25 años atrás. Entonces, pareciera que se hicieron leyes a favor de las personas, limitando la tasa, incluyendo las comisiones dentro de esa misma tasa, y construyendo una metodología de cálculo que, su efecto final ha sido que ha destruido la capacidad de poder dar servicios financieros regulados a segmentos de la población que hoy día no están desatendidos, sino que están atendidos por la informalidad.
¿Se refiere a la reducción de la Tasa Máxima Convencional (TMC) en 2013?
-Sí. Y de ahí tenemos entonces que aparecen grupos delictuales, como el gota-gota, que hoy día proliferan en la periferia, y no necesariamente muy lejos del centro de la ciudad, que en general apuntan a las personas que requieren pequeños créditos. Y lamentablemente hoy día no hay margen. No los podemos atender. Desaparecieron las entidades especializadas en eso, que eran de los bancos, y hoy día no existen.
Lo que pide es que se revise la TMC.
-El Banco Mundial durante tres informes consecutivos ha pedido que la TMC se elimine, lo dice en la misma página donde hay otras sugerencias que han sido tomadas por la autoridad.
¿Tienen cálculos de cuánta gente quedó fuera del crédito por la baja de la TMC?
-Estimamos que más de 500 mil personas. Hay estudios de hace 10 años atrás que hablaban de 300 mil personas. Pero eso fue 10 años atrás, cuando las tasas incluso todavía daban margen. Lo que pasa es que la metodología quedó fuera de contexto: hoy la TMC impide trabajar en segmentos que estaban 10 años atrás. ¡Para qué decir 20 años atrás! Además, hay un fenómeno de inmigración que hoy día no los podemos atender.
¿Hay otras normativas que contribuyan al decrecimiento de colocaciones?
-Está muy bien que los bancos sean regulados, porque nosotros tenemos la confianza de los depositantes. Y eso es lo que más debemos cuidar (...) Lo que sí nos pasa es que quisiéramos que nuestros niveles de exigencia sean comparables a la banca del mejor nivel en el mundo. A nuestro juicio, aquí hay una situación que se ha salido de esos márgenes. La banca chilena está más regulada que otros países latinoamericanos. Pero también está más regulada que otros países europeos. Estados Unidos es un mundo distinto. Y también está más exigida en su capital que Basilea III como elemento puro de mejor referencia que hay en el mundo.
A nuestro juicio, tenemos un nivel de capital por sobre lo que es Basilea III. Y creemos que es adecuado evaluar ambos efectos, de una sobrerregulación y una sobreexigencia de capital, en forma retrospectiva, viendo el nivel en que estamos.
Pensando, además, que estamos en un país que requiere dos elementos a mantener y a cuidar, que es un mandato que tiene nuestro principal regulador, que es la CMF. Uno es solvencia. Uno de los puntos que uno debería ver en la evaluación es: ¿Tenemos una industria solvente? Y el segundo elemento a no olvidar es desarrollo de mercado. ¿Tenemos una industria que ha podido desarrollarse y que podrá seguir desarrollándose? Porque no somos Suiza, no somos un país bancarizado completamente. No somos un país donde las personas y las industrias tengan una gama de productos amplia como Suiza. Por algo el mandato de la CMF también es desarrollo.
Yo más bien tengo dudas importantes de que el elemento de desarrollo de mercado hoy día sea una respuesta positiva. No tengo dudas de que somos muy solventes.
¿No se está desarrollando el mercado como debería?
-A mi juicio, hay elementos claros que dicen que el mercado no se está desarrollando. Y lo ejemplifico en una situación: hoy día hay segmentos de menores ingresos que están abandonados por la banca, que no tienen forma de operar por ley y por normativa, porque no hay margen para atender el segmento de riesgo de crédito y de costo de operación, que antes era totalmente distinto. No hay margen. Pero sí tienen margen los gota a gota, porque nadie los regula.
Hoy día estamos pasados de lo que son las mejores prácticas internacionales: tenemos más capital, y tenemos leyes y normas que han destruido el mercado. La mirada por delante es: ¿Queremos seguir siendo un país donde la informalidad financiera es la que oferta a los grupos de población que no pueden entrar a los bancos? Yo creo que no. Incluso que haya otros regulados, si no son solo los bancos. Ese es el punto.
Fraudes por medios de pago: “Eso no puede ser. No queremos demandar a nuestros clientes. Tenemos que cambiar la ley”
“Este es un buen ejemplo de cómo una mala ley destruye una relación de décadas y que tenemos que cambiar”. Así José Manuel Mena parte refiriéndose a las demandas que han presentado los bancos contra sus clientes producto de la ley de fraudes. “Todo parte de la base que los bancos tenemos a nuestros clientes no por un mes, no es un cliente que va, compra una manzana, y al otro mes compra en otro lado. La relación del banco con sus clientes es de décadas”, sostiene.
El presidente de la Abif recuerda que en el pasado no existían las tarjetas, sino el efectivo y los cheques, y estos últimos eran para un público muy reducido. No había más medios de pagos. “La masividad, con aproximadamente 40 millones de cuentas diversas hoy día, nos llevó a otro escenario, que además se desarrolló muy rápidamente. En los medios de pago digitales había que mejorar el marco legal, sí (...) Era necesario modificar la ley, pero quedó con un problema que permanece y que se acrecentó por otras situaciones”, afirma.
Recuerda que inicialmente, antes del cambio legal que se hizo el año pasado para corregir la legislación de 2020, “la mala ley llevó a un esquema inaudito, en que nos transformamos en un hazmerreír mundial, propiciando autofraudes, y propiciando bandas delictuales que armaban esquemas de no reconocimiento de las transacciones, pues la ley permitía en forma muy fácil la devolución de los dineros, y los bancos y otros emisores estaban obligados” a devolverlos.
Y si bien el cambio legal de 2024 mejoró eso, hay al menos dos otros puntos centrales que, a su juicio, no fueron considerados y deberían mejorarse. Una de las principales críticas que hace a la actual legislación es que “el espacio de responsabilidad se cambió, y esto quedó, en vez de culpa leve, que era el esquema de los cheques, ahora se pasó a un extremo que es la culpa grave, un esquema donde hay que demostrar intenciones, la culpa grave, que es más bien propia de acciones de crímenes. Cuando alguien acomete contra una persona y la mata, ahí es un contexto más normal de la culpa grave; no en acciones comerciales, en el mundo no existe la culpa grave en relaciones comerciales”, asegura.
Pero agrega que “esta modificación de la ley no contempló eso y dejó un mal esquema, en que hoy día los emisores están obligados si hay una duda con la transacción de la persona, y se encuentra que la persona fue negligente, que entregó claves, y la persona dio los métodos de autenticación, y todo esto queda registrado en los sistemas computacionales, y por lo tanto, si el banco tiene elementos de prueba, tiene que demandar al cliente, estamos obligados a demandarlo. Eso no puede ser. No queremos demandar a nuestros clientes. Tenemos que cambiar la ley, pero también tenemos que volver a preguntarnos si esta legislación actual da cuenta de la realidad del mundo moderno, y a nuestro juicio, no lo hace, mantiene un concepto de culpa grave que no tiene coherencia con la actividad comercial”.
Además, hay otro elemento que pide mejorar: cuando un cliente es engañado por un estafador, y sin quererlo entrega sus tres claves o tres pasos de autenticación, “el banco no te quiere demandar, hay que eliminar eso, pero entonces ¿cómo te protejo cuando te engañan? En el mundo, eso tiene una respuesta, que se llaman seguros, y acá la ley los prohibió. ¿Es lógico eso? Es como vender el sofá. No es lógico”.
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