La salud del presidente Biden, el elefante en la cristalería de Estados Unidos
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La salud del presidente Biden, el elefante en la cristalería de Estados Unidos

La pregunta que aparece para algunos es: ¿existió alguna persona que estuvo a cargo de EEUU a partir del momento en que el deterioro del ex presidente fue evidente?
¿Es posible que esto haya pasado en el país que parecía tener uno de los sistemas más prestigiosas de información y periodismo? Un libro de reciente publicación dice que si, que demasiados comunicadores, incluyendo los autores, no creyeron a sus propios ojos, a lo que yo agrego, que EEUU es un lugar donde tarde o temprano siempre se termina sabiendo todo.
La salud del presidente Biden fue importante para que su partido demócrata lo removiera como candidato, pero también existió la negación a aceptar que algo andaba mal, que mentían quienes así lo afirmaban. Recuerdo a quienes me hablaban de “fake news” desde Chile. En EEUU, más que parte de la conversación, lo fue de la división interna del país, la polarización que tanto daño hizo y sigue haciendo. En todo caso, aunque tarde, el debate llegó para quedarse, solo se ha iniciado, pero no ha terminado, ya que se anuncian comisiones en el Congreso e investigaciones del Departamento de Justicia, más sobre sus colaboradores que sobre el rol de la prensa.
El mayor riesgo no es hoy la información, sino la politización, ya que durante demasiado tiempo se negó la evidencia y hoy, la pregunta que aparece para algunos es si es conveniente revisar el pasado y seguir adelante como si nada hubiera pasado, mientras que para otros es qué lecciones se aprenden para que no se repita lo vivido.
En definitiva, la disyuntiva es ¿qué se hace? o ¿qué conviene hacer? La revisión de las posturas muestra tres actitudes: los que se sienten engañados en su buena fe, quienes están molestos por el encubrimiento de la prensa más tradicional, incluyendo posibles infracciones éticas, y tercero, quienes quieren que se investigue el tema jurídico de quienes habrían violado la ley.
En lo personal, yo agregaría una cuarta en la que me incluyo, la de quienes se sienten desilusionados, al haber estado alguna vez convencidos que el periodismo estadounidense era el mejor del mundo, pero los últimos años le demostraron que ya no era el caso, y que los hechos habían dado paso al activismo, de lado y lado, a veces inseparable de las redes sociales, evolución reflejada en lo escrito en estas páginas (“¿Que ocurrió con la (gran) prensa de EEUU?, 9 junio 2023). Al final, fue un favor, ya que darme cuenta de la desaparición de los estándares del pasado, me permitió formarme mi propia opinión en vez de aceptar pasivamente la información recibida, aprovechando la facilidad de acceder a ella desde el celular o el computador.
No es la primera vez ni el primer país que algo así ocurre en democracia, ya que en el propio EEUU existió ocultamiento de la historia médica del presidente Kennedy como también en Francia tampoco se informó sobre el cáncer a la próstata del presidente Mitterrand, cuya muerte ocurrió en enero de 1996, menos de ocho meses después de dejar su cargo.
El libro mencionado se llama Original Sin (Pecado Original), 344 pp., con dos autores, uno muy conocido como Jake Tapper, presentador estrella de la CNN, y otro menos famoso, Alex Thompson, de Axios. Allí se nos cuenta del aislamiento de Biden, cercado por sus más leales colaboradores y por la familia, sobre todo su esposa, de cómo cenaba a las 16:30 y salvo contadas ocasiones, ingresaba a sus aposentos privados alrededor de las 17:15 hrs, por lo que sus actividades eran usualmente en la mañana o al mediodía, e incluso un maquillador arreglaba la forma como lucían su piel y parpados, lo que se agregaba a las oportunidades donde no recordaba el nombre de gente que veía casi diariamente como el Secretario de Seguridad Nacional, como también cuando no reconoció a un gran donante, el actor George Clooney, otra persona que seguramente será indagada.
En todo caso, con cierta probabilidad, para sus adversarios hoy el tema superó el nivel ético, ya que es evidente que, si fuera cierto, tan solo un porcentaje menor de lo que ahora se reconoce por quienes podrían haberlo sabido siempre, quizás el caso de Tapper, la pregunta realmente importante de profundas resonancias jurídico-constitucionales es: ¿Existió alguna persona que estuvo a cargo de EEUU a partir del momento en que el deterioro fue evidente?

Con todo lo que está saliendo ya hay suficientes testimonios para que la suposición se transforme en algo más. Si existió alguien que se sintiera con el poder suficiente como para tomar decisiones a nombre del presidente como si hubiese sido electo o electa, plantea temas no solo jurídicos, sino que tienen que ver con el funcionamiento de la democracia misma, además de preguntas relacionadas con la seguridad nacional, ya que quizás Putin y Xi Jinping podrían haber tomado decisiones vinculadas con esta situación, desde el momento que también en Rusia y China se veían imágenes de sus problemas para hablar o sus caídas en bicicleta.
Incluso hay que pensar en que habrá futuras indagaciones si es que no se han iniciado ya, sobre si todo lo que lleva su nombre fueron decisiones propias o al menos fueron autorizadas, incluyendo las que fueron firmadas por medios electrónicos, lo que incluye decretos varios e incluso los indultos preventivos para familiares, amigos e integrantes de la comisión investigadora de Trump y el asalto al Congreso.
Por cierto, hoy sabemos que existe un cáncer avanzado, y todos debieran y debemos sentir preocupación y hasta lástima, pero la diferencia entre el sector público y privado es que precisamente por tratarse de EEUU los estándares que se exigen son más altos, por lo que por tratarse de un expresidente se puede sentir pena, pero al mismo tiempo siempre existe la imperiosa necesidad de saber la verdad.
Considerando el ocultamiento que habría tenido lugar, hoy se ha agregado una nueva preocupación en la forma de pregunta: ¿Es posible que un cáncer tan avanzado a la próstata haya aparecido así de repente? Lo que se encadena con responsabilidades de la profesión médica, a través de los exámenes que por mandato legal deben hacerse al presidente, toda vez que hay personas y lugares encargados de ellos en Washington, partiendo por el Hospital militar Walter Reed.
Desconozco la respuesta, aunque es evidente la necesidad de una respuesta lo antes posible, ya que todo indica que las citaciones a decir la verdad bajo juramento en la comisión investigadora que se anuncia, también serán recibidas por profesionales de la medicina, algunos de los cuales negaron más de una vez que el presidente Biden tuviera algún problema mental o físico. También me parece que es injusto centrar todo en las personas de algunos destacados comunicadores, ya que tanto las empresas periodísticas como empresas tecnológicas de redes sociales tenían directorios, ejecutivos y propietarios, que han pasado y siguen pasando desapercibidos.
Lo que viene seguramente no se va a limitar a lo jurídico o a lo ético, ya que existe una derivada estrictamente política de la forma como se manejó su salud, al haber aumentado el número de quienes opinan que la razón de lo anterior radicaba en la manera como se hizo su nominación a presidente al igual como la forma poco ceremoniosa que fue bajado por su propio partido. Es así como ya se especula que los temas de salud estuvieron detrás de la decisión de no tener primarias ni para él ni posteriormente para su sucesora, pero, si se conocía entonces el cáncer, en caso de haber ganado, ¿es posible que entonces hubiese renunciado para que asumiera Kamala la presidencia?
No tengo forma de saber si ello fue así o no, pero considero malo que este intercambio esté teniendo lugar, ya que afecta la legitimidad de la propia institucionalidad republicana. Lo que a todos nos consta es la forma como cambió todo por su terrible desempeño en el debate, el que causó tanto impacto, a mi juicio precisamente por el ocultamiento periodístico que tuvo lugar. De hecho, la impresión que me formé ese día es que había un sector entre los demócratas que esperaban que algo así sucediera, para poder bajarlo, toda vez que pareció hasta concertada la reacción de periodistas y políticos solicitando algo así, a pesar de que hasta ese momento negaban todo lo relacionado con su salud. El resto es historia, ya que se le bajó sin ninguna consideración a su medio siglo en política y a los millones que lo votaron en las primarias.
Del libro de Tapper-Thompson no me gustó su título, ya que da una idea distinta a lo que pasó, toda vez que el pecado ancestral tiene que ver con el pecado de desobediencia, al consumir un fruto del árbol del conocimiento, del bien y del mal, además que ese pecado habría sido heredado por toda la humanidad. Los autores ni siquiera elaboran lo suficiente acerca de cual habría sido para ellos su fruto prohibido. Reconozco que abandoné el libro sin terminarlo. Fue porque, tal como lo ha reconocido Tapper en entrevistas posteriores, lo que se escribió no debió haber sido novedad para un presentador estrella de la CNN, que siempre tuvo acceso a las fuentes, y que no quiso creerles a sus ojos. Lo suyo representa a muchos comunicadores que hundieron el pedestal que tenían medios de comunicación de fama internacional, la legacy press. Y no era que la prensa conservadora no estuviera también metida en el activismo y la polarización, solo que ellos reconocían que eran partidarios de Trump, en vez de proclamar una independencia inexistente. Por ello, molesta la autojustificación, además que lo recuerdo descalificando a aquellos que afirmaban que existía un problema de salud. Además, es un libro que pasa por alto el tema de hoy, que debió haber aparecido si la investigación hubiese sido exhaustiva, el del cáncer.
Por último, el libro no indaga lo suficiente si la falta de trasparencia fue un problema solo de la Casa Blanca o una característica más profunda de la política y de la administración, toda vez que no indaga lo suficiente en lo que ocurrió con el Secretario de Defensa, General Lloyd Austin, quien en febrero de 2024, se hospitalizó en cuidados intensivos por las consecuencias de una cirugía también de cáncer a la próstata, donde lo realmente grave es que lo hizo sin avisarle a nadie, ni a subalternos ni a su superior, Biden. La gravedad residía en su cargo, ya que no hubo una buena respuesta a la pregunta de ¿qué hubiera pasado en caso de una emergencia bélica?, ya que sus responsabilidades en el Pentágono incluían nada menos que todo el mundo.
En el fondo, demasiadas personas no hablaron cuando importaba. No estoy seguro de por qué se hace ahora, no sé si es para salvar reputación y/o trabajo, si es por credibilidad o quizás para ganar legítimamente algún dinero. No lo sé, aunque ya hay constancia que el mercado y el karma han actuado, y que algunos de los medios que no cumplieron con su deber ya fueron castigados con audiencias más bajas, y varios de los que están en busca de compradores o inversionistas, no han podido encontrarlos.
Lo realmente grave sigue siendo la posibilidad de la ocurrencia de delitos. Hubo avisos a los que no se les prestó oportuna atención, como cuando el fiscal que investigó a Biden por el tema de los documentos que no debería haber conservado de la época que fue vicepresidente, dijo que no seguiría adelante solo porque el presidente no estaba en condiciones mentales de ser procesado, información que fue entonces descalificada por mucha prensa.
Hoy hay muchas preguntas todavía sin respuesta, pero en lo relativo al partido demócrata y a su familia, con cierta seguridad aparecerán los detalles y las responsabilidades. Lo realmente preocupante es que ocurrió con aquellos que trabajaban con él y con los médicos que tenían la obligación de informar y no ocultar, donde es posible que las responsabilidades apunten a posibles faltas o incluso, delitos. Aquí el tema es que, si efectivamente alguien tomó decisiones por el presidente, sin estar legalmente habilitado para ello, había en ese acto subversión de la democracia, ya que es algo más que noticioso o escandaloso, desde el momento que, en una república democrática, nadie puede hacerlo sin respaldo legal, razón por la cual los golpes de estado, cualesquiera sean las razones o intenciones, son siempre totalmente inaceptables. Igualmente, idealmente se necesita desmentir o saber de la existencia de quien tuvo poder suficiente para enmendarle la plana al propio presidente, recordando aquellos comunicados donde no solo se explicaba lo que Biden había dicho, sino que se decía que no había querido decir lo que dijo.
Y si fuera verdad que la democracia al parecer no funcionó bien, ¿dónde estuvo entonces la salvación de EEUU? A mi juicio, en lo mismo de siempre, en su institucionalidad republicana, sobre todo, su arreglo constitucional, fruto de una larga evolución como también de que contiene un texto muy breve y de muy difícil modificación, ya que requiere no solo altos quórums, sino también que sea ratificada por los 2/3, o sea, 38 de los 50 estados.
Siempre es sano para las sociedades preguntarse ¿cómo se puede seguir adelante? A mi juicio el camino no es la venganza, sino solo a partir de la verdad, la verdad de todo lo que ocurrió, pero ¿cómo hacerlo? Creo que la forma de llegar a la verdad es seguir la ruta de lo que ha dado resultado en el pasado, una Comisión Investigadora, conformada por gente de un nivel y trayectoria que los haga libre de toda sospecha o que al menos sea bipartidista si se hiciera con representantes en el Congreso. Lo dije entonces y lo sigo pensando ahora, que no puede ser de un solo color, con una opinión ya redactada antes de siquiera reunirse, que fue la razón por la que fracasó la del 6 de enero, que si hubiera tomado todo un periodo, incorporando todas las formas de violencia que se dieron, incluyendo ciudades que fueron tomadas por ella como Portland y Seattle a la “trama rusa”, se hubiera podido jerarquizar y llegar a conclusiones necesarias para que no se repita lo que ocurrió el 6 de enero, por lo que es fundamental para el futuro de la democracia estadounidense, que nunca se repita que personas no electas tomen decisiones que solo corresponden al presidente, ya que los últimos años han mostrado que la salud democrática del país no está libre de sobresaltos, y que si hay delitos en las inmediaciones de la Casa Blanca, puede haberlo en cualquiera y en todas partes. Y si la Comisión Investigadora sirviera para descartar que ello ocurrió, eso sería algo aún mejor, ya que demostraría que, si hay cáncer en los cuerpos, felizmente no habría metástasis en las instituciones, por lo que se podría dar vuelta la página de los años en que se vivió en peligro.

A mi juicio, el principal problema desde el punto de vista de la salud de la democracia estadounidense es uno solo, que no hay solo una sola fuerza antidemocrática operando, sino que hay dos, presentes en ambos, en republicanos y en demócratas. Es lo que he llamado “latinoamericanización” de la política estadounidense, incluyendo su división y polarización, una importación no tradicional, de lo peor y no de lo mejor que puede ofrecer mi región de origen, en términos de calidad de la democracia.
Y no es de ahora. Siempre recuerdo lo que me ocurrió al llegar hace seis años, ya no en plan temporal sino como residencia definitiva por razones familiares. Llegué con la intención de incorporarme al partido Demócrata, y a través de antiguos contactos empecé a asistir a reuniones. Grande fue mi desilusión al constatar que poco quedaba del partido que conocía por estadías temporales anteriores y por ser parte de mi docencia. Los partidos cambian cada cierto número de años. No busqué a los republicanos, pero descubrí que los demócratas habían decidido enfrentar al trumpismo con su propio cambio, no siendo de mi gusto la desaparición del partido al que suponía existiendo, mezcla de liberal y socialdemócrata. Había evolucionado hacia algo que lo hacía para mi irreconocible, una mezcla de wokismo con una especie rara de socialismo demodé, sesentero, a lo Sanders. Ya no representaba a la gente de a pie, sino a una elite universitaria de las grandes ciudades. Me asustó lo que escuché y lo que leí en las plataformas partidarias, así que arranqué, al tener poco que ver con un país mejor y mucho con cancelaciones, con cultos de nicho como lo identitario reemplazando a la meritocracia, y el catastrofismo climático del fin de mundo; hasta alguna propuesta chavista entremedio. Ahora, en la oposición, esos sectores parecen predominar aún más, no solo por el discurso contra Israel sino también que, al seguir mi correo en el mail, me llegan invitaciones para manifestarse en los lugares donde se venden los Tesla, por lo que ahora se protestaría contra un auto. Nada que decir, solo alegrarme de haberlo advertido al minuto uno, como también preocuparme por la ausencia hoy de la alternativa que requiere una democracia de calidad.
Lo que ocurrió con la salud de Biden fue una situación de varias caras, pero tuvo consecuencias, incluso para un país como EEUU donde se han desmoronado antiguas certezas. Al parecer, tiempo de retomar un camino que sume y no reste, avanzar hacia una mejor democracia a partir de la verdad y no de su ocultamiento, en términos de consensos y no utopías de pureza y perfección. Concluyo, remitiéndome a San Agustín, en quien destaco que fue pecador antes de santo, hijo de las lágrimas de su madre según sus “Confesiones”, quien dijera que “La verdad es como una leona, suéltala y se defenderá sola”.
Máster y PhD en Ciencia Política (U. de Essex), Licenciado en Derecho (U. de Barcelona), Abogado (U. de Chile), excandidato presidencial (Chile, 2013)
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