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Legado fiscal: ¿La Generación D(euda)?

Legado fiscal: ¿La Generación D(euda)?

Hace unos meses, en este espacio planteé dos preguntas: (1) ¿Qué legado fiscal queremos dejar a las futuras generaciones? y (2) ¿Cuál es la trayectoria de consolidación fiscal que es técnica y políticamente factible de sostener para ese legado?

Partiendo por la primera interrogante, dicen que las fortunas familiares a lo largo de generaciones la primera la crea, la segunda la disfruta y la tercera la pierde. Llevado al ámbito fiscal, desde el año 1990 al 2007, nuestro país logró reducir la deuda pública de 40 a 4 puntos del PIB. Pero además aumentar los ahorros fiscales hasta 11,4 puntos del PIB. Tanto el crecimiento económico como la responsabilidad fiscal fueron claves para consolidar el ajuste fiscal.

A partir de la crisis financiera del 2008 hasta el 2024, la deuda pública ha escalado nuevamente por sobre los 40 puntos del PIB. La persistencia de los déficits y las políticas anticíclicas para responder a dos crisis económicas, social y un devastador terremoto, explican principalmente esta tendencia. Una generación que disfrutó la herencia de responsabilidad fiscal de sus antecesores con creces e incluso fue más allá.

Hace unos días el ministro de Hacienda mostró con bastante nitidez en la presentación del Informe de Finanzas Públicas (IFP) del primer semestre, que, de no tomar medidas estructurales, y seguir apostando por la deuda no solo es insostenible en el mediano plazo, sino que será una forma encubierta de trasladar una pesada carga a quienes vendrán después.

Una interrogante que, si bien en apariencia podría parecer técnica, tiene un trasfondo profundamente social. Porque la sostenibilidad de los programas sociales depende, de forma directa y exclusiva, de la capacidad del Estado para contar con ingresos permanentes que los financien.

La segunda pregunta era sobre la trayectoria de la consolidación fiscal: ¿No sería más razonable comprometernos con una consolidación fiscal que tenga un 80% de probabilidad de cumplirse en lugar de sólo un 20%? Para lograrlo necesitamos un acuerdo que nos saque de la coyuntura política y que nos permita mirar a un horizonte de 8 años.

Los ajustes para lograr mayores ingresos y/o menores gastos deben ser estructurales y profundos. Pero también debe estar marcado de señales de austeridad, donde vaya permeando una cultura de cuidar los recursos que aportan los ciudadanos.

Los cambios estructurales tomarán tiempo, porque necesariamente requerirán acuerdos amplios y tramitación de leyes, y eso implica negociación, esfuerzo y algo de paciencia. Precisamente por ello, la promesa de consolidar nuestras finanzas para estabilizar la deuda pública debe ser no solo técnicamente sólida, sino también políticamente viable. Debemos transitar un camino que tenga alta probabilidad de éxito, y dejar atrás aquellas promesas que, aunque bien intencionadas, chocan de frente con los límites de nuestra realidad fiscal.

Nuestra experiencia reciente pospandemia nos enseña que es posible cumplir nuestros compromisos fiscales cuando vienen precedidos de un acuerdo técnico-político transversal (Acuerdo Covid, de junio de 2020). Así, nuestro país realizó en el gobierno anterior en la ley de presupuesto 2022, el segundo ajuste fiscal más grande del mundo después de Noruega, el cual cumplió el gobierno actual.

Pero este camino no es gratuito: tiene costos. Nos llevará probablemente a sobrepasar el umbral prudente de deuda del 45% del PIB. La alternativa es el voluntarismo, repetir las recetas del pasado que nos condujeron a déficits fiscales persistentes y a integrar el grupo de países que más han incrementado su deuda en los últimos 15 años.

La responsabilidad fiscal y la responsabilidad social no compiten. Aún estamos a tiempo de ofrecer a las futuras generaciones un camino que sea técnica y políticamente sostenible.

Podemos ser recordados como la Generación D(euda), aquella que prometió más de lo que podía cumplir y dejó una pesada carga fiscal, limitando el desarrollo social y la inversión pública. O, por el contrario, como la generación que eligió el camino más exigente, pero responsable, y que logró, mediante acuerdos amplios y serios, recuperar la sostenibilidad fiscal de largo plazo.

El camino aún depende de nosotros.

Matías Acevedo F., Universidad de los Andes y exdirector de Presupuestos.

Fuente

LaTercera.com

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