'Misión: Imposible - Sentencia Final' puede que sea una de las películas más flojas de la saga, pero transpira más cine que la mayoría de blockbusters actuales
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'Misión: Imposible - Sentencia Final' puede que sea una de las películas más flojas de la saga, pero transpira más cine que la mayoría de blockbusters actuales

Ya han pasado casi tres décadas desde que Brian De Palma puso la primera piedra —segunda si tenemos en cuenta la serie de televisión en la que se basa— de una franquicia que, tal y como ocurrió, salvando las distancias, con la cada vez más delirante y gozosa 'Fast & Furious', 'Misión: Imposible' ha ido mutando con el paso de los años para dejar atrás sus orígenes como thriller de espías de corte clásico con cierto nivel de sobriedad y abrazar la esencia del blockbuster más lúdico y fastuoso.
Por suerte o por desgracia, por muchos requiebros tonales y estilísticos que se hagan, el tiempo pasa de forma inexorable, y las peripecias de Ethan Hunt y compañía han tocado a su aparente fin —nunca digas nunca en Hollywood— con ciertos signos de agotamiento en la que, probablemente, sea una de las entregas más flojas de la saga. Algo que, por otro lado, no significa que sea el desastre absoluto que muchos se están empeñando a pregonar.
Y es que 'Misión: Imposible - Sentencia Final' obra un peculiar milagro al sobreponerse a sus problemas, que no son pocos, para conseguir hacerte salir de la sala con una sensación general de satisfacción, los ojos como platos y, en mi caso particular —y esto lo pensé varias veces durante la proyección—, celebrando poder ganarme la vida rodeado de películas como esta, en la que el más que palpable mimo volcado en todos y cada uno de sus aspectos trasciende a la pantalla para envolver el patio de butacas y dar sentido a ese concepto bautizado como "la experiencia cinematográfica".
A la sombra de sus predecesoras
Uno de los aspectos más chocantes de 'Sentencia Final' es cómo, tratándose de una octava parte, se alce como la 'Misión: Imposible' menos 'Misión: Imposible' de todas. De no contar con su entregado y reconocible reparto o con las no menos identificables partituras heredadas del maestro Lalo Schifrin, su apuesta por la aventura de acción en clave internacional podría pasar por una adaptación de una novela de Tom Clancy cualquiera, haciendo que se echen en falta los juegos de traiciones, las máscaras y las conspiraciones en la sombra marca de la casa.
No obstante, por encima del jarro de agua fría que supone esta suerte de pérdida de esencia —y de un villano a la altura de las circunstancias—, lo más perjudicial para el largometraje no está relacionado estrechamente con su producción ni sus resultados, y no es otra cosa que el descomunal nivel del que hacen gala sus predecesoras. Unas cotas de calidad que se elevaron con la rompedora 'Protocolo Fantasma', que marcó el camino para que, siete años más tarde', la licencia tocase techo con la magnífica 'Fallout'.

Por supuesto, esto no justifica la presencia de algunos de los grandes palos en la rueda que adolece la cinta, comenzando por un primer acto interminable y con cerca de una hora cargada de exposición y diálogos absurdamente enrevesados y sobreexplicativos que pretenden aclarar cada mínimo detalle. Esto, sumado a una obsesión por mirar al pasado de la franquicia con nostalgia a golpe de guiños y conexiones innecesarias, termina afectando notablemente a un ritmo ya de por sí bastante irregular.
Afortunadamente, cuando la sensación de decepción empieza a intensificarse y hacer mella, la dupla compuesta por Tom Cruise y Christopher McQuarrie sacan la artillería pesada y vuelven a recordarnos por qué son los reyes absolutos del cine espectáculo actual gracias, en primera instancia, a un trabajo de cámara y planificación arrollador que se ve elevado por un diseño de producción a la vanguardia del medio y, sobre todo, por un montaje con un uso del paralelo digno de ser estudiado.
Tom vive, la lucha sigue

Todo, absolutamente todo en 'Sentencia Final' está calculado al milímetro para desencajar progresivamente las mandíbulas del respetable mediante unas set pieces que, si bien quitan el hipo, no brillan tanto como las de anteriores secuelas en términos generales y parecen estar mucho más diluidas dentro de un abultadísimo metraje que se aproxima al siempre peliagudo margen de las tres horas de duración.
Pero, entre peleas y tiroteos que, simple y llanamente, funcionan —lo cual no es poco—, se alzan dos secuencias descomunales que roban la función a base de ambición técnica y logística, que tienen dos elementos como el agua y el aire como protagonistas y que brindan uno de los pasajes más salvajes e intensos que he visto nunca en una sala de cine. Cualquier impedimento que haya que sortear para poder disfrutar de esta barbaridad en una pantalla IMAX está más que justificado.
En última instancia, puede que lo mejor de 'Misión: Imposible - Sentencia Final' sea cómo puede permitirse ocupar uno de los últimos puestos en un hipotético ranking con las entregas de la saga y, aún así, alzarse como una genial anomalía dentro de unos blockbusters cada vez más prefabricados y menos tangibles. Algo que no deja de ser curioso si tenemos en cuenta que su disparatada trama no deja de plantear una lucha encarnizada contra los algoritmos y su predictibilidad en lo que parece un discurso metafílmico que parece hablar del estado actual de la industria.
Sea como fuere, queda claro que cualquier halo de desencanto se disipa considerablemente cuando recordamos que mientras Tom Cruise, que parece autoreivindicarse en el filme como figura mesiánica en la Meca del cine, siga vivo y en activo, la mejor versión de este tipo de producciones y las experiencias en la gran pantalla seguirán vivas y coleando.
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Víctor López G.
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