Reseña de 'El contador 2': Ben Affleck y la venganza del nerd asesino
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Reseña de 'El contador 2': Ben Affleck y la venganza del nerd asesino

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MoviesAffleck, BenBernthal, Jon (1976- )Dubuque, BillO'Connor, GavinSimmons, J KThe Accountant 2 (Movie)
Ben Affleck vuelve a encarnar a un brillante contador con un trabajo paralelo como un vengador a sueldo y recibe ayuda de su hermano menor, interpretado por Jon Bernthal.
El contador 2 es una continuación alegremente disparatada y vulgar de El contador (2016), sobre un genio de los números interpretado por Ben Affleck, quien tiene una puntería impecable y un don de gentes bastante flojo. Al igual que la primera película, la secuela se entrega a la violencia sin disculparse, embadurna la pantalla con sangre (falsa) y despliega un pequeño ejército de dobles que se hacen pasar por muertos de forma convincente. Esta tiene otra intriga complicada y mucha trama, aunque la mayor parte de la tensión proviene de ver a Affleck esforzarse por contener una sonrisa mientras comparte la pantalla con un Jon Bernthal exuberantemente fanfarrón.
La secuela arranca ocho años después de que la primera película presentara al Christian Wolff de Affleck, un brillante contador forense autista que tiene un trabajo paralelo como vengador a sueldo con la ayuda de unos amigos. (La película adopta clichés con desenfado e incluye el estereotipo del autista sabio). JK Simmons aparece como Ray King, antiguo director de la unidad de investigaciones criminales del Departamento del Tesoro. Entra brevemente con una gorra y pronto sale ya sin pulso, aunque no antes de poner en marcha la historia. Aquí entran los disparos y el caos coreografiado, así como la amnesia, la cirugía plástica, las mujeres víctimas de la trata, los niños rehenes y una miscelánea de villanos, quienes son lo suficientemente crueles como para despertar (y avivar ampliamente) la sed de sangre del público.
La sucesora de King, Marybeth Medina (Cynthia Addai-Robinson), vuelve a entrar más tarde para ayudar a impulsar la historia, al igual que el hermano pequeño de Christian, Braxton (Bernthal). Todo (y todos) fluye más o menos a la par, incluso cuando la historia pone a prueba la credulidad, como suele ocurrir en las películas de tiroteos de serie B. Ayuda el hecho de que aquí hay menos historia de fondo que en la primera película, en la que se volvía a la brutal infancia de Christian y a sus habilidades violentas alimentadas edípicamente. Esto permite a los cineastas --como la primera película, esta fue escrita por Bill Dubuque y dirigida por Gavin O'Connor-- centrarse en mantener a todas las personas y partes en movimiento. Entre ellos está Affleck, cuya actuación controlada y dirigida hacia dentro mantiene todo centrado.
Un atractivo irresistible de una distracción como esta es que, aunque sus buenos suelen ser malos, sus malos son sin duda peores. Tanto Christian como, sobre todo, Braxton tienen evidentes fallos morales (¡ja!), pero su número de asesinatos nunca es el problema, lo que los sitúa en una compañía agradable y concurrida. Al fin y al cabo, las películas estadounidenses adoran a los pistoleros, tengan acento tejano o británico, y lleven sombreros blancos o grises como Christian. Entre ellos se encuentran los hombres aparentemente comunes y corrientes (obreros, padres de familia, informáticos) que, a la hora de la violencia catastrófica, se quitan las gafas a lo Clark Kent para transformarse en vengadores dotados de un don casi místico. Se alistan para la acción y restauran el orden en un mundo roto.
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Eso puede decir algo sobre la violencia estadounidense, la cultura de las armas, la masculinidad contemporánea, lo que sea. Sobre todo, sugiere que los cineastas y el público tienen un apetito insaciable por los entretenimientos que prescinden de las sutilezas de la civilización (juez, jurado y juicio incluidos) en nombre de la civilización. Como muchos otros forajidos heroicos desbocados, Christian practica un tipo de justicia fronteriza extrema contra la que nadie, salvo Marybeth (débilmente), protesta. En la primera película, la historia de Christian y Braxton --criados por un sádico psicólogo militar-- ofrecía la más vaga de las explicaciones sobre cómo se convirtieron en los hombres violentos que llegaron a ser. En la secuela, la tragedia de otra familia se convierte en la excusa para la carnicería regenerativa.
No tiene sentido detallar qué más ocurre y por qué, ni si todo tiene sentido; no lo tiene, y no importa. Lo único que cuenta en El contador 2 es que tiene un ritmo hábil, no está lastrada por la lógica narrativa (hay casi tantas coincidencias como cadáveres) y se apoya en sus bien sincronizados y carismáticos protagonistas. La química entre Affleck y Bernthal es palpable, y es un placer ver cómo encajan a la perfección, tanto si actúan como Butch y Sundance Kid como si se inclinan por el absurdo de Abbott y Costello. En una escena, Christian y Braxton se sientan uno al lado del otro en sillas que miran en direcciones opuestas, charlando, como un par de tipos que contemplan un mundo que pronto pintarán de rojo.
El contador 2Clasificada R por "bang-bang", repite. Duración: 2 horas 4 minutos. En cines.
Manohla Dargis es la crítica de cine principal del Times.
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