Entre todos, parecemos habernos empeñado en que en España solo se puede hacer cine popular si es desde la perspectiva de Santiago Segura y sus 'Padre no hay más que uno'. Sin embargo, por suerte, aún quedan directores como Daniel Sánchez Arévalo que rara vez fallan en su intento de crear un tapiz repleto de relaciones familiares, amistades reales, amores que se sienten en plena ebullición, dolores y glorias. Y cuesta entender por qué entre todos nos hemos empeñado que el cine popular es solo 'A todo tren' y otras mediocridades similares en lugar de películas tan sólidas como 'Rondallas'.
Hacía seis años que Sánchez Arévalo no dirigía una película (aunque sí hizo la decente pero intrascendente serie 'Las de la última fila'), pero siempre es un gustazo volver a encontrarse con su manera tan peculiar, tan bella, tan pequeña y especial de contar la vida. En 'Rondallas', el director ha vuelto a echar mano de su magia personal para crear un mosaico de personajes, cada uno con sus ansias, defectos y bondades, cuyas vidas navegan entre la frustración de una existencia que les arrebataron y la esperanza por un futuro que parece tan cercano como imposible de alcanzar.
En esta ocasión, eso sí, al director se le ha ido la mano con el melodrama, y ha dejado la comedia aletargada de manera injusta, olvidándose de que parte de su magia ha sido siempre conjugar a la perfección el amor por los personajes y su socarronería particular. En 'Rondallas', el humor tan solo aparece en algunos momentos de sonrisa cómplice (nunca de carcajada pura), y tan solo explota todo su potencial en unos fantásticos títulos de crédito finales que, justo sobre la campana, muestran lo que podría haber sido y no es. Alejada de 'Primos' o 'La gran familia española', Sánchez Arévalo parece empeñado en mostrar una madurez que se traduce, equívocamente, en un exceso de drama.
De hecho, uno de sus grandes problemas es que este drama se le va tanto de las manos que solo llega a plantear y delinear tramas que podrían ser interesantes, pero que no logran tener la profundidad deseada. En 'Rondallas' se cruzan tramas sobre la soledad, la culpa, la aceptación y, ante todo, la superación personal. No solo individual, sino colectiva, donde la película encuentra su mayor fuerza: recalcando y subrayando la necesidad del grupo y la sociedad para sanar. Sin embargo, el director pone demasiados huevos en la misma cesta y no es capaz de controlar que las líneas argumentales no pasen de una superficialidad frustrante.
Estas pegas no aguan una experiencia que, pese a todo, es de lo más satisfactoria: Sánchez Arévalo es especialista en calentar los corazones a base de mimar a sus personajes y hacer que los espectadores también nos enamoremos de ellos. 'Rondallas' triunfa cuanto más película coral es, y se hunde cuando, en lugar de ese vistazo general, se centra en historias concretas que no aguantan por sí solas y a las que el exceso de drama no les sienta bien en absoluto, por muy íntimas y bien dirigidas que estén.
Porque, eso sí, Sánchez Arévalo se marca aquí un despliegue absoluto en las escenas de las rondallas en sí mismas, rodadas con pulso, emoción, ritmo, enfoques arriesgados y elegantes planos generales que le permiten ir mucho más allá de cualquier otra historia de superación personal estándar con final a lo grande. El director da rienda suelta a un increíble talento tras las cámaras que aguanta en todo momento, incluso en las escenas menos acertadas o las tramas más olvidables, demostrando que con los años se ha consolidado como uno de los mejores narradores visuales de España.
'Rondallas' no es la mejor película de su director, y se pierde en su propio ensimismamiento tratando de subsanar su alarmante falta de comedia (que no de buen humor). Pero, al mismo tiempo, también es la primera gran caricia de 2026, una obra repleta de buenas intenciones y mejor acabado técnico, que se toma al espectador en serio sin por ello dejar de echar un pulso contra sus expectativas. Francamente, ojalá hubiera más cine como este, porque, aún con sus defectos, su maña artesana y su empeño por dar lo mejor de sí mismo hacen que se convierta en algo fascinante, único y, ante todo, abrumadoramente humano que choca frontalmente contra la asepsia sentimental que muchos nos intentan inocular.
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La noticia
'Rondallas' es el primer gran abrazo de 2026. Daniel Sánchez Arévalo firma una película tan profundamente imperfecta como abrumadoramente humana
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Espinof
por
Randy Meeks
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