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Rusia tiene un problema con las tropas que regresan de Ucrania: muchos no son soldados y los crímenes se han disparado

Rusia tiene un problema con las tropas que regresan de Ucrania: muchos no son soldados y los crímenes se han disparado

En el mes de enero se conocieron varios datos y cifras de la guerra en Ucrania a través del Instituto para el Estudio de la Guerra. Ya sabíamos que entre las numerosas paradojas que arrojaba el conflicto, una de ellas tenía que ver con el “valor” económico que tenía un soldado ruso en su país natal. Sin embargo, entonces también se reveló otra realidad: las bajas de Moscú en el frente llevaron al Kremlin a implementar estrategias drásticas para llenar sus filas, abriendo la puerta de sus prisiones para reclutar criminales de todo pelaje. El problema ha llegado meses después, cuando muchos de esos soldados están volviendo a casa.

Asesinos de regreso. Lo contaba hace unos días en exclusiva el Washington Post. Como decíamos, la guerra en Ucrania abrió una puerta insólita e inquietante: criminales convictos, incluso asesinos y violadores, podían obtener el perdón del Estado si aceptaban combatir en el frente. Este pacto macabro ha desembocado ahora en una nueva ola de violencia en el interior del país, alimentada por veteranos y ex reclusos que, tras sobrevivir a la guerra, regresan a casa como hombres libres y, en muchos casos, volviendo a delinquir.

Ejemplos reales. En el reportaje se contaban historias tremendas como la de Yekaterina Polyanskaya, asesinada a cuchilladas por su exmarido en un parque de Achinsk, Siberia. Poco antes, el hombre había matado también a su nueva pareja. Este era solo uno de los numerosos casos que han sacudido a comunidades que temen ver cómo sus peores verdugos escapan del castigo al amparo de una medalla bélica. En un giro distópico de los acontecimientos, su agresor, Kirill Cheplygin, actualmente detenido, ha solicitado volver al frente para eludir su condena, y los vecinos, aterrados, han iniciado una campaña para impedir su posible retorno.

No es un caso aislado: otros criminales han seguido esa vía, algunos tan monstruosos como Nikolai Ogolobyak, condenado por canibalismo y asesinato, o Viktor Savvinov, quien, tras ser indultado por combatir, mató brutalmente a dos personas más, incluida una profesora condecorada. El patrón se repite: delitos atroces, un breve paso por prisión, redención armada en el frente y, para muchos, impunidad definitiva.

Entre héroes de guerra y depredadores. De fondo, una historia que ya contamos en el mes de enero y que el New York Times publicó en exclusiva: las autoridades rusas promovieron esta política con retórica patriótica y fatalismo institucional. Según el Kremlin, derramar sangre en el campo de batalla puede redimir incluso al más cruel de los delincuentes. De hecho, contaban los reportajes que la prensa oficial los retrata como una nueva élite heroica, y la ley de censura impide criticar abiertamente a quienes hayan combatido en la llamada "operación militar especial".

Sin embargo, en las calles, especialmente en comunidades rurales o periféricas, se impone el miedo. Familias de víctimas viven sabiendo que los asesinos de sus hijas, madres o vecinos podrían regresar armados, orgullosos y sin control. Casos como el de Oksana Pekhteleva, cuya hija fue asesinada con sadismo por su exnovio y torturada durante horas sin que la policía interviniera, se enteró por la prensa de que el hombre había sido liberado y enviado al frente. Hoy no sabe dónde está, ni si volverá. Una arbitrariedad que rompe cualquier posibilidad de justicia. Plus: las protestas ciudadanas se topan con un muro de indiferencia institucional, mientras los crímenes se acumulan en esos márgenes del heroísmo oficializado.

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Brutalidad y abandono. Dentro del propio ejército ruso, la violencia no es solo contra el enemigo. Según los informes con los que se ha hecho el Post, hay decenas de documentos que describen a comandantes que "anulan" a sus propios soldados enviándolos a misiones suicidas, castigándolos en jaulas, enterrándolos vivos o golpeándolos. En ausencia total de apoyo psicológico, la brutalidad estructural ha transformado a miles de hombres en bombas humanas listas para estallar.

A todo ello hay que añadirle otro “mal” de las guerras: el alcoholismo se ha disparado, con cifras récord de consumo tras la invasión de Ucrania, y las tasas de criminalidad han alcanzado niveles no vistos desde hace una década. El Washington Post contaba casos como el de Danil Akhipov, quien huyó del país tras volarse la mano y desertar, que describen un frente donde los superiores tratan a los soldados como carne de cañón y la vida humana no vale gran cosa. Akhipov le explicaba al medio que, de cada quince hombres en su unidad de asalto, solo tres sobrevivían a cada operación. El resultado: un ejército deshumanizado, repleto de combatientes con estrés postraumático, acostumbrados a matar y ahora reintegrados en la sociedad sin supervisión ni propósito.

Sin salida para las víctimas. Mientras tanto, el marco legal y político de Rusia parece reforzar esta espiral de impunidad. La ley, como decíamos, consagra el perdón como recompensa por el combate, sin evaluar el riesgo que supone liberar a ciertos individuos. Ni los crímenes sexuales múltiples ni los asesinatos particularmente sádicos impiden el acceso a esta especie de "indulto bélico". Ucrania también aprobó una ley hace un año que permite a los criminales "menores" luchar, pero aquellos condenados por asesinatos, delitos sexuales o violaciones de las leyes de seguridad nacional tienen prohibido hacerlo.

Además, a las víctimas y sus familiares no se les informa en Rusia, ni tienen acceso a recursos legales para oponerse, y en muchos casos ni siquiera saben que sus agresores fueron liberados hasta que es demasiado tarde. La élite política, blindada por la maquinaria institucional, ignora las peticiones de los ciudadanos. Para muchos, vivir en la misma ciudad o pueblo que quien mató a su madre o su hija es un infierno cotidiano. Y, aun así, no hay herramientas legales para protegerlos.

Espejo del trauma sin justicia. Los documentos y las vivencias recogidas por el Times y el Post reflejan una realidad que seguramente se ha repetido en todas las guerras y conflictos de los últimos siglos. En el caso de Rusia no es solo una consecuencia del conflicto armado, sino la consolidación de un modelo que sacrifica justicia, seguridad y verdad en favor de una retórica belicista que convierte a criminales en patriotas. Por su cercanía, los paralelismos con el regreso de veteranos traumatizados tras Afganistán en los años 80 sirven de advertencia, pero la diferencia es que hoy la impunidad se asemeja más a una política deliberada.

Un modelo donde quien mata puede ser recompensado, y quien sobrevive a su agresor debe convivir con su libertad. Si se quiere también, el propio Estado (en este caso ruso), al transformar la guerra en vía de redención, ha creado un bucle de horror que se perpetúa de la contienda a los barrios de la nación.

Imagen | Vitaly V. Kuzmin, Bohan伯韩 Shen

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La noticia Rusia tiene un problema con las tropas que regresan de Ucrania: muchos no son soldados y los crímenes se han disparado fue publicada originalmente en Xataka por Miguel Jorge .

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Xataka.com

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