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TikTok necesita mucha agua para alimentar a su IA. Eso es un problema muy gordo para dos naciones: Brasil y Chile

TikTok necesita mucha agua para alimentar a su IA. Eso es un problema muy gordo para dos naciones: Brasil y Chile

La escena pasa desapercibida para la práctica mayoría de su monstruosa base de usuarios, sin embargo, cada vez que alguien abre la aplicación de TikTok desde su móvil, se producen dos cosas. Una, que los algoritmos de la red social se ponen en marcha. La otra, y derivada de la primera, que la IA pide “más madera”, es decir, que la sigan alimentando. Y eso es un problema por varias razones.

Centros de datos sedientos. La historia la contaba la semana pasada el Guardian. El auge de la inteligencia artificial ha disparado la demanda global de centros de datos, infraestructuras gigantescas que alojan supercomputadoras y requieren enormes cantidades de energía y agua para funcionar.

¿El problema añadido? Que lejos de Silicon Valley, la nueva frontera de este crecimiento se está asentando en territorios con ecosistemas vulnerables y recursos limitados. En América Latina, Brasil y Chile se han convertido en destinos codiciados por gigantes tecnológicos como TikTok, Google y Microsoft, que buscan zonas con ventajas fiscales, cercanía a cables submarinos de datos y mano de obra disponible. Por el camino, el precio ecológico de esta expansión digital empieza a hacerse evidente.

Brasil y las promesas. En Caucaia, noreste de Brasil, una ciudad golpeada por sequías en 16 de los últimos 21 años, se construye un centro de datos del tamaño de 12 campos de fútbol. Aunque TikTok no figura formalmente en los permisos, representantes de la plataforma china y su empresa matriz ByteDance ya han mantenido reuniones con autoridades brasileñas.

El proyecto, liderado por la empresa energética Casa dos Ventos, forma parte de un mega plan de 55.000 millones de reales y se beneficiará de ventajas fiscales en la Zona de Procesamiento de Exportación de Pecém. Paradójicamente, este centro de datos utilizará 30.000 litros de agua diarios, bombeados desde un pozo artesiano, en un lugar donde miles de personas han padecido escasez hídrica y pérdidas agrícolas por falta de agua potable.

No es inédito. El caso de Caucaia no es aislado. Campo Redondo, en Río Grande do Norte, y la ciudad bahiana de Igaporã, donde también se planean centros de datos, han vivido sequías constantes, declarando emergencia hídrica en 14 y 12 ocasiones respectivamente desde 2003.

La falta de transparencia es una constante: ni el gobierno ni las empresas revelan el volumen exacto de agua que usarán los centros, amparándose en el “secreto comercial”. En abril, el Operador Nacional del Sistema Eléctrico incluso rechazó temporalmente una solicitud de conexión eléctrica para uno de estos proyectos por temor a desestabilizar la red nacional.

Chile y la resistencia. Chile vive un proceso similar. De los 22 centro de datos existentes, 16 se encuentran en Santiago, ciudad donde el estrés hídrico aumentará a niveles altos para 2040. El gobierno anunció un plan nacional para añadir 30 nuevos centros, pero la expansión no ha estado exenta de conflictos.

En 2019, Google propuso construir un segundo centro de datos en Santiago, cuyo consumo anual estimado era de 7.000 millones de litros de agua. Tras una campaña impulsada por el Movimiento Socioambiental Comunitario por la Tierra y el Agua (Mosacat), un tribunal chileno paralizó el proyecto en 2024 hasta que se evalúe su impacto ambiental. “Esto se ha convertido en un nuevo extractivismo”, denunció Tania Rodríguez, una de sus integrantes. “Terminamos siendo el patio trasero de todos”.

La sed de las máquinas. Los centros de datos son, como vemos, devoradores de agua silenciosos. Para enfriar sus equipos, utilizan sistemas que evaporan entre el 60% y el 80% del agua captada. Un centro de apenas 1 MW puede consumir 25,5 millones de litros al año. Como muestra el informe de sostenibilidad de Microsoft de 2024, el 42% del agua usada por la empresa proviene de regiones con escasez hídrica, en el caso de Google, la cifra es del 15%.

Plus: el crecimiento de la IA agudiza el problema. Los modelos cada vez más potentes requieren más procesamiento, más energía y más agua. Según investigadores de las universidades de California y Texas, la demanda hídrica global de la IA podría alcanzar entre 4.200 y 6.600 millones de m³ para 2027, más de la mitad del consumo anual de agua de un país como Reino Unido.

Opciones. Aunque existen alternativas como el enfriamiento por aire, estas son menos eficientes energéticamente. Los sistemas más comunes implican evaporación o aspersión, y aunque algunos permiten reutilizar parte del agua en circuitos cerrados, la pérdida es inevitable.

A este respecto, planteaba en el Guardian el profesor Francisco Assis de Souza Filho, de la Universidad Federal de Ceará, opciones como la desalación o el uso de aguas residuales recicladas, pero alerta sobre el impacto que estos proyectos pueden tener sobre la caatinga, uno de los biomas más frágiles del planeta. Ronildo Mastroianni, de la ONG Esplar, advierte: “Con muy poco empuje, esta región puede volverse desértica”.

Comunidades desplazadas. Es otro de los problemas derivados. Las comunidades indígenas, quilombolas y rurales que habitan estas zonas no han sido consultadas ni incluidas en el debate. Mientras tanto, los permisos avanzan. Ni las autoridades ni las empresas han promovido evaluaciones participativas.

Se habla de innovación, de “complejos tecnológicos verdes”, pero no se mide el impacto humano y ambiental en territorios históricamente excluidos. Proyectos de IA pensados para transformar el mundo digital podrían estar alimentándose de recursos vitales en zonas donde el acceso al agua ya es precario y los efectos del cambio climático se sienten con crudeza.

Colonialismo digital. Si se quiere también, lo que está en marcha no es solo una expansión tecnológica, sino una nueva forma de extractivismo: el colonialismo de datos y de infraestructura. Países emergentes como Brasil y Chile se convierten en proveedores de territorio, agua y energía para las necesidades de procesamiento de las grandes corporaciones tecnológicas... sin que sus ciudadanos se beneficien ni participen de las decisiones.

Como subrayaba el investigador Shaolei Ren, mientras los usuarios residenciales devuelven casi toda el agua que retiran, los centros de datos consumen hasta el 80% de la que extraen. Agua que desaparece en silencio, convertida en vapor para mantener en marcha el algoritmo. Una paradoja trágica para regiones que, si bien se proyectan como polos de innovación, corren el riesgo de quedarse “secas” en nombre del futuro digital.

Imagen | MeasuredR

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La noticia TikTok necesita mucha agua para alimentar a su IA. Eso es un problema muy gordo para dos naciones: Brasil y Chile fue publicada originalmente en Xataka Móvil por Miguel Jorge .

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