Columna de Magdalena Browne: Vuelta a lo básico
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Columna de Magdalena Browne: Vuelta a lo básico
Durante este año, las sombrías expectativas de los chilenos respecto al futuro del país no solo no han amainado, sino que arrecian transversalmente, afectando desde el sistema político hasta la economía. La contracara de esa visión de estancamiento es la revaloración de cuestiones sustantivas, que en el pasado reciente han sido dadas por sentadas en el debate público, como el desarrollo económico y la generación de políticas públicas eficaces, junto a la aspiración ciudadana de que los distintos actores dialoguen y articulen acuerdos para solucionar problemas (Criteria, CEP y LEAS-UAI, 2024).
Esa demanda subyacente se plasma en las últimas elecciones municipales, con la reelección de alcaldes de distintos sectores políticos, que mostraron avances e impacto en la calidad de vida de las personas, con campañas menos beligerantes y grandilocuentes. En los últimos años, de gran efervescencia constitucional y electoral, muchos olvidaron que una buena gestión es fundamental para detener el espiral de desconfianza institucional, iniciado hace más de una década y que hoy nos sitúa en niveles críticos respecto al promedio de los países de la OCDE.
Volvamos a lo básico. Sea para una empresa, un político o una institución, la confianza se funda en dos expectativas muy simples: la primera refiere a la integridad, o a la creencia de que una persona o una organización tiene la voluntad de contribuir al bien de los demás; la segunda, a la efectividad o el desempeño percibido en el ámbito de su competencia técnica.
De hecho, la revaloración de este último componente es lo que puede explicar el tibio incremento de la confianza en las empresas. En esa dirección, el estudio Valor Productivo (UAI, Gestión Social y Criteria, 2024) muestra que la confianza hacia las industrias exportadoras del país -motores fundamentales de nuestra economía, como la minería del cobre, la salmonicultura, el litio, la fruticultura y el sector forestal- está fuertemente relacionada a la percepción de contribución a la economía nacional como regional.
Ciertamente, para construir confianza, no basta solo que las compañías sean percibidas aportando a la economía y generando empleos -como aún creen algunos ortodoxos en la materia-, sino que también siendo eficaces en el ámbito medioambiental, social y en su gobernanza. Análogamente, en el mundo público, el buen desempeño debe ir acompañado de mayores esfuerzos de receptividad -esto es, escuchar y encauzar las demandas ciudadanas. En común, se espera que ambos mundos se relacionen no solo a través del cuestionamiento mutuo, o el otorgamiento de permisos y la regulación, sino que retomen el diálogo necesario para identificar y resolver los escollos actuales para el despliegue del país y las regiones. Este camino es lento, pero necesario para recuperar la confianza e inyectar algo de optimismo a la ciudadanía respecto al rumbo de nuestro país y su bienestar.
Por Magdalena Browne, decana Escuela de Comunicaciones y Periodismo UAI
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