Así se humilla el partido de Allende
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Así se humilla el partido de Allende

“No se humilla al partido de Allende”, fue la enfática frase del entonces presidente del Partido Socialista en 2021. Se quejaba del sectarismo del Partido Comunista y el Frente Amplio, que hacían naufragar las primarias presidenciales.
Cuatro años después, y con Elizalde como ministro del Interior del presidente de la coalición que los humilló, otras primarias son escenario de un giro inesperado: el PS ya no necesita que ningún frenemy lo humille.
Lo está haciendo, con gran eficiencia, por su propia cuenta.
La seguidilla de decisiones patéticas, absurdas y autolesivas que ha tomado el Partido Socialista este año es interminable. Un espiral descendente que no parece tener final.
La autohumillación comenzó en enero, cuando estalló el caso de la compra por el Estado de la casa del presidente Allende, propiedad, entre otros, de la entonces senadora Isabel Allende y la entonces ministra Maya Fernández.
La Constitución prohíbe explícitamente a los ministros firmar contratos con el Fisco, y declara que “cesará en su cargo” el parlamentario que “celebrare o caucionare contratos con el Estado”.
No hay duda alguna: al vender la propiedad, tanto Allende como Fernández estaban violando la Constitución.
Lo lógico habría sido que las involucradas reconocieran su responsabilidad en el desaguisado, partiendo por la inmediata renuncia de la ministra de Defensa. Pero no: el PS se hizo el ofendido. El gobierno cortó el hilo por lo más delgado, sacando de su cargo a la desconocida ministra de Bienes Nacionales, pero la presidenta del PS, Paulina Vodanovic, aseveró que “aquí nada repara el daño causado”. Las principales responsables de ese daño, Allende y Fernández eran para ella simples víctimas, que “confiaron” y “actuaron de buena fe”.
El senador José Miguel Insulza repartió empujones a los periodistas que tenían la insolencia de querer hacer preguntas a la senadora, y calificó las críticas hacia Allende como “una profunda injusticia” para “causar daño”.
La estrategia era infantilizar a una senadora que llevaba 31 años consecutivos en el Congreso, y a una ministra que fue antes diputada y ministra, como si ellas fueran incapaces de saber lo que, explícitamente, manda la Constitución que prometieron respetar.
Cuando el Tribunal Constitucional hizo lo obvio, y destituyó a Allende, el PS reaccionó con una pataleta infantil, escenificando un motín, con puño en alto y cánticos, y amenazando con reevaluar su presencia en el gobierno (spoiler: no pasó nada, queda un año de pegas en el aparato público todavía).
“Dos ministras designadas por este gobierno suman sus votos a la destitución. Parece ser una sospechosa coincidencia. Inexplicable”, reclamó el diputado Leonardo Soto. ”Hoy la extrema derecha, con incluso el voto de las representantes del FA en el TC, debe estar celebrando”, se sumó el diputado Daniel Melo.
Para que se entienda: el PS se indignó porque dos ministras del Tribunal Constitucional nombradas por La Moneda hicieron su trabajo como corresponde, con independencia, y fueron parte de la contundente mayoría (8-2) que destituyó a la senadora.
Ese es el aprecio que algunos tienen al respeto a la Constitución y la independencia de los tribunales.
De la pataleta pasaron al berrinche: decidieron, de puro enojados, que el PS levantaría una candidatura presidencial. Apoyar a la postulante viable del Socialismo Democrático, Carolina Tohá, del PPD, de pronto se convirtió en anatema. No importaba que el PPD hubiera respaldado a candidatos del PS en las buenas (Michelle Bachelet) y en las malas (Paula Narváez).
El problema es que no tenían candidato. No importó. El PS completaría su berrinche.
Más puños en alto, más gritos a voz en cuello, y Paulina Vodanovic es proclamada candidata presidencial. Su currículum consistía en promediar un 0% en las encuestas, y haber terminado duodécima, con un 2,68% de los votos, en su única incursión electoral hasta la fecha (la senatorial por Santiago en 2021). Luego asumió como senadora designada en 2023.
¿Queda más? Claro. Tras la destitución de Allende, el partido le cedió a ella el derecho a nombrar a su reemplazante, como si se tratara de un feudo personal, y no de un cargo de representación ciudadana. Pero su elegido no le gustó a la directiva del partido, que intentó recular y se infligió a sí misma un nuevo bochorno. Allende sacó un comunicado denunciando a la directiva, el designado declinó, el partido dio pie atrás, y al final el designado declinó su declinación, y se quedó con el cargo.
Pero esperen, hay más. Para superar su 0%, el equipo de la candidata ideó una movida brillante: subieron a las redes oficiales del partido una foto de campaña con la expresidenta Michelle Bachelet, quien ha sido tajante en decir que solo apoyará al ganador de la primaria. La genial estrategia de comunicación política duró diez minutos antes de ser borrada.
¿Más? Sí, La Tercera publicó una interceptación judicial al exjefe del Segundo Piso de La Moneda, Miguel Crispi, en que le decía a su madre, la socialista Claudia Serrano, que Isabel Allende “llamó hasta al portero del Ministerio. Hueveando, hueveando, hueveando, que se haga, que se haga, que se haga así… Ella tiene mucha responsabilidad”.
El Partido Socialista acaba de festejar 92 años. Pero se comporta como un niño taimado, escenificando pataletas que no logran ningún objetivo político. Al revés. Con su absurda candidatura propia solo debilitan al Socialismo Democrático, torpedeando a Carolina Tohá, y aumentado la probabilidad de que el Frente Amplio o el Partido Comunista ganen la primaria.
Si Tohá gana sin el PS, los socialistas probarán su irrelevancia. Si Tohá pierde sin el PS, serán culpables de la derrota. ¿Puede haber una estrategia peor?
Cuando los desafíos a la democracia son gigantescos, en Chile y en el resto del mundo, el partido que se proclama garante de gobernabilidad está haciendo un papelón.
Despreciando la institucionalidad, defendiendo causas indefendibles y montando un berrinche que da vergüenza ajena, el partido de Allende solo se está humillando a sí mismo.
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