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El día después de las primarias

El día después de las primarias

En política no basta con competir, hay que saber convivir. Y si bien las primarias son el momento legítimo para que afloren las diferencias, lo que viene después exige otra estatura. Una vez que los ciudadanos hablen en las urnas, será tiempo de que hable la política con mayúscula: la de los acuerdos que dan estabilidad, rumbo y sentido a una coalición de gobierno.

El oficialismo —como toda alianza diversa— convive con tensiones naturales. Eso no es el problema. Lo preocupante es no contar con un marco común para resolverlas. Porque, sin ese marco, cada diferencia puede escalar en conflicto, cada matiz convertirse en fractura, y cada decisión en un campo de batalla.

Por eso, más allá de quién gane las primarias, lo fundamental será establecer un acuerdo político claro y vinculante que defina cómo se gestionan las controversias. No basta con una foto de unidad ni con declaraciones de buena voluntad. Se requiere un compromiso estructurado, que actúe como columna vertebral del gobierno que vendrá.

Este acuerdo debe cumplir varios propósitos. Primero, ofrecer garantías reales a todos los sectores de la coalición, que cada partido tenga certezas respecto a los espacios de deliberación, al peso de su voz en las decisiones clave y a los canales para expresar disensos sin ser acusado de deslealtad. Sin estas garantías, las tensiones se vuelven personales, las críticas se caricaturizan y las diferencias legítimas se viven como traiciones.

En segundo lugar, debe respetar las identidades de cada proyecto político. No se trata de uniformar ni de diluir. Pero sí de establecer mínimos comunes —no solo programáticos, sino también políticos y culturales— sobre cómo se debate, cómo se comunica y cómo se gobierna. Se necesita un código compartido que fije límites al “fuego amigo”, evite las operaciones por la prensa y promueva la transparencia interna.

Finalmente, ese pacto debe tener un horizonte claro, avanzar hacia un gobierno eficaz, conectado con las urgencias ciudadanas y capaz de proyectar una visión de país que no cambie con cada crisis. La política no puede seguir improvisando frente a cada diferencia. Se necesita una hoja de ruta que articule pluralidad con cohesión, convicción con responsabilidad y gobernabilidad con transformación.

Esto no es solo un llamado a la convivencia interna. Es, sobre todo, una necesidad del país. Chile no puede permitirse un gobierno atrapado en sus propias peleas. Lo que la ciudadanía espera no es solo unidad en la papeleta, sino coherencia en el proyecto, consistencia en el relato y eficacia en la acción.

Porque, al final del día, la pregunta no es solo quién liderará la próxima etapa, sino bajo qué reglas y con qué vocación se construirá esa conducción colectiva. Ese es el verdadero test de madurez de una coalición.

El día después de las primarias no basta con ordenar la foto. Lo que se necesita es mucho más profundo, es ordenar la política. Y eso solo se logra con un acuerdo real. Un acuerdo que no borre las diferencias, pero las encauce; que no imponga silencios, pero exija responsabilidad. Porque gobernar no es solo sumar fuerzas, es ser capaces de sostenerlas con coherencia, madurez y compromiso.

Por Natalia Piergentili, ex presidenta del PPD.

Fuente

LaTercera.com

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