Nació en Bahía Blanca, pasó por Talleres y San Lorenzo y ahora su primer club quedó tapado por el agua: “Es terrible y doloroso”
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Nació en Bahía Blanca, pasó por Talleres y San Lorenzo y ahora su primer club quedó tapado por el agua: “Es terrible y doloroso”

El ex arquero Oscar Quiroga contó cómo el temporal afectó a sus familiares que siguen viviendo en la ciudad bonaerense. Los recuerdos de sus inicios y de su carrera en Argentina y en el exterior
“Casi toda mi vida la pasé en Bahía Blanca. Tengo muy buenos recuerdos. Yo jugaba en Puerto Comercial, en Ingeniero White. El club se encuentra totalmente tapado por el agua. Las canchas están inundadas y desaparecidas. Tengo familiares que la están pasando muy mal”. Con voz triste y compungida se expresa por teléfono Oscar Rogelio Quiroga, uno de los 45 jugadores bahienses que son parte de la historia del fútbol argentino.
Bahía Blanca es cuna de futbolistas de la talla de Lautaro Martínez y Germán Pezzella (consagrados en Qatar 2022), Héctor Baley y Daniel Bertoni (campeones del mundo en Argentina 78) como también de Ángel Cappa, Alfio Basile, Agustín Bouzat, actualmente en Vélez, y Rodrigo Palacio, ex Boca y selección argentina, entre otros. Hoy, la ciudad atraviesa días muy complicados, debido a un temporal que dejó varios muertos, desaparecidos y heridos. “No sé cuánto tiempo va a pasar para que se recupere la ciudad, es muy triste todo. Tengo una sobrina que lo perdió todo. Es terrible”, resalta Quiroga.
El Torito Quiroga vivió con sus padres (Rogelio y “Maruca”) enfrente de la plaza 17 de Octubre, más conocida como “placita Don Bosco”, que hoy se encuentra tapada por el agua. A los 9 años, empezó a atajar con la camiseta de El Danubio, club que se hizo popular en las décadas del´70 y del´80. Como todo pibe de barrio, las calles y los potreros eran el mejor lugar para patear la pelota de cuero junto a sus amigos. “Es muy doloroso ver todo lo que está sucediendo”, se sincera.

Hasta los 22 años, estuvo en Puerto Comercial de Bahía, previo a ser vendido a Talleres de Córdoba, donde llegó en 1973. Se mantuvo durante nueve temporadas, convirtiéndose en el segundo arquero con más presencias, detrás de Guido Herrera. El bahiense atajó 264 partidos y ganó 16 títulos antes de arribar a San Lorenzo de Almagro para destacarse en la B Metropolitana.
Con la camiseta del Ciclón, defendió el arco en 63 encuentros, logrando el ascenso a Primera, y luego obtuvo el subcampeonato en diciembre de 1983, equipo dirigido por Héctor Veira. “El Bambino era muy simple, cercano al jugador”, remarca.
A fines de 1984, quedó libre en Boedo y Roberto Saporiti lo llevó al Junior de Barranquilla, donde ocupó plaza de extranjero junto a Edgardo Bauza, Carlos Ischia y el Pato Roberto Gasparini. “Jugué un año en Colombia y me volví. Estuve cuatro meses en Atlanta y después pasé una temporada entera en Belgrano de Córdoba. Mi carrera la terminé en Deportivo Maipú de Mendoza, que jugaba el Nacional B. Permanecí dos meses, tuve problemas, rescindí el contrato y me retiré a los 37 años”, cuenta en diálogo con Infobae.
- ¿Qué es de su vida, Oscar?
- Hace 40 años que vivo en Capital Federal, desde que volví de Colombia. Hasta fines de 2023 estuve trabajando como ayudante de campo de Carlos Ischia en Cuenca, Ecuador. Después, no volvimos a trabajar, pero siempre estuve ligado al fútbol. Es difícil volver a trabajar, pero más allá de la experiencia de uno, la gente joven está hoy más abocada al fútbol. Los años pasan para todos, ¿no?

- ¿Se largó solo alguna vez como entrenador?
- Sí, una vez dirigí en Tecos de Guadalajara, en México. Pero luego ya no tuve continuidad, y volví a trabajar primero al lado de Roberto Saporitti, y después desde el 2011 con Ischia en Ecuador, en Deportivo Quito.
- Nació en Bahía Blanca. ¿Cómo atraviesa esta situación del temporal?
- Yo en Bahía Blanca tengo todo, voy dos o tres veces por año. Mi mamá murió el año pasado allí, y dejó su casa. Siempre estoy conectado porque tengo a mis hermanos y a mis cuñadas junto con mis sobrinos allá. Yo soy muy pegado a Bahía y es muy triste lo que está pasando. La otra vez que también sufrimos un temporal habíamos viajado hasta allá y nos agarró un día antes ahí. Pero lo de ahora es tremendo, durísimo. Nunca pensé que Bahía Blanca se iba a inundar de esta manera. Una sobrina mía, que vive en Ingeniero White, que es de las zonas más afectadas, lo perdió todo y sufrió la inundación en su casa con dos metros de agua. A la hermana de mi esposa, le entró agua hasta las rodillas y perdió muchísimas cosas. Aparte, la humedad hizo estragos. Pero en la parte de salud no hubo inconvenientes. Estoy todos los días en diálogos con ellas para saber en qué puedo ayudar.
- ¿Tiene alguna propiedad de valor allá que se la haya inundado?
-La casa que dejó mi mamá, pero no entró agua, por suerte. Está ubicada a 15 cuadras del canal Maldonado, de la plaza principal de Bahía Blanca. Se inundó en lugares donde decís “acá no se puede inundar”. Tiene mucho que ver la infraestructura de la ciudad, pero no sé cuánto va a tardar en bajar el agua. Encima, Bahía es una ciudad que está en un pozo. No sé cuánto tiempo va a pasar para que se recupere la ciudad, es muy triste todo.

- ¿Tiene buenos recuerdos de sus inicios en el fútbol en Bahía Blanca?
- Mi vida la pasé en Bahía Blanca. Tengo muy buenos recuerdos, y es muy doloroso todo lo que estamos sucediendo. Yo jugaba en Puerto Comercial, en Ingeniero White. El club se encuentra totalmente tapado por agua, las canchas están inundadas y desaparecidas. Es muy doloroso ver todo lo que está pasando. Tengo familia que la está pasando muy mal. Me pasé casi toda mi vida en Bahía Blanca, donde me fui a los 22 años. Me casé a esa edad, me fui de luna de miel en el momento que me llamaron para ir a Talleres de Córdoba. Tuvimos que decidir durante el viaje sobre mi futuro. Así qué volvimos un mes a Bahía y de ahí partimos rumbo a Córdoba. Las divisiones inferiores las hice en Bahía, y pasé a la Primera de Talleres. Tuve la suerte de qué cuando arribé a Talleres ya estaba trabajando como presidente Amadeo Nuccetelli en el club y fue el momento de pleno auge de Talleres. Casualmente, el primer arreglo que hice con él fue ir a préstamo y que mi mujer trabajé siendo su secretaria en la oficina del presidente.
- ¿Se notó el cambio de un club al otro?
- Sí. En 1973, en Bahía Blanca, yo era jugador y al mismo tiempo, tenía que trabajar de otra cosa para mantenerme, no vivía del futbol. Pero cuando fui a Talleres, viví totalmente del fútbol. En el acenso, la mayoría de los muchachos trabajan y juegan al fútbol. Sucede ahora y también sucedió en mi época. Eran otros tiempos, otros valores y otra información. Era muy escaso todo.
- ¿Permaneció en Talleres durante nueve años?
- Sí, claro, desde 1973 hasta fines de 1981 que me fui a San Lorenzo de Almagro. Tenía la marca de ser el arquero con más presencias en Talleres, hasta que Guido Herrera me superó largamente. Pero el año pasado, me hicieron un reconocimiento en el Mario Alberto Kempes de Córdoba por la cantidad de partidos que disputé.
- ¿Fue parte del plantel de Talleres que perdió contra Independiente en aquel partido épico en enero de 1978?
- Sí, estuve en el banco de suplentes. Todavía es muy doloroso y mirá que pasaron años. Nos ilusionamos en ese partido con ser campeón, más por ser del Interior, y teníamos enfrente un muy buen equipo como Independiente. Nos habíamos ilusionados con poder consagrarnos, pero no se nos dio. El destino nos marcó el camino y fueron momentos muy felices en Talleres.

- ¿Por qué se fue de La T?
- En ese momento, había llegado a Talleres el arquero Héctor Baley, también oriundo de Bahía Blanca, con quién jugué en la misma división en Puerto Comercial. Nos dividíamos, porque un partido jugaba él y otro yo. Entonces, recibí una propuesta de San Lorenzo, en el momento que había descendido. Hablé con mi esposa y nos vinimos a Buenos Aires.
- ¿Con qué se encontró en San Lorenzo?
- Con un club muy golpeado, y con muchos problemas internos. Aparte, había pasado muy poco tiempo desde que había perdido la cancha. Entonces, hicimos de local en Vélez Sarsfield, pero con la iniciativa de los dirigentes de que debíamos hacer el esfuerzo de ascender a Primera División cuánto antes. Se quedó Juan Carlos Lorenzo como entrenador, que fue muy reconocido en la Argentina. La gente acompañó de manera impresionante. Llegué, y fui titular. Luego, atajó un tiempo Rubén Cousillas y volví a recuperar la titularidad en los últimos diez partidos. En 1983, con el Bambino Veira como entrenador, fui titular y jugué unos 70 encuentros en total.
- ¿La presión es mayor cuando se ataja en un equipo grande?
- La presión del equipo grande es muy complicada. Se siente, pero no solamente por la gente, sino por las incidencias que tiene el hecho de atajar en un equipo grande de Argentina. Más hoy, con los medios de comunicación y todo lo que significa eso. En ese momento, también porque no había chances de equivocarse, ya que era ascender o ascender. Aparte, nosotros jugábamos todos los partidos con público de San Lorenzo, de local y de visitante. Prácticamente, llenábamos todos los estadios, porque los rivales eran de otra categoría y no llevaban mucha gente. Entonces, nuestros hinchas nos hacían sentir la obligación de ascender a Primera. No es fácil superar esa presión, la asumimos de entrada y por suerte, nos fue bien.
- ¿Pensaron en algún momento que el ascenso a Primera no se les iba a dar?
- Hubo un momento del torneo que perdimos dos partidos seguidos. Y la gente se puso nerviosa. Se agruparon en la Ciudad Deportiva. Pero no hubo chances de generar un problema. El equipo reaccionó rápido, salió adelante. Y ascendimos tres partidos antes del cierre del torneo. Una vez que sacamos ventaja, ya no nos alcanzaron. En ese momento, nos cumplieron los dirigentes. Cobramos todo lo que nos prometieron. Y no me quedaron debiendo un peso. El equipo llenaba las tribunas durante los partidos y con eso cubría todos los gastos. Es más, en ese momento San Lorenzo fue el segundo equipo de Argentina en utilizar publicidad en la camiseta. Y le ingresaba dinero por eso también. Empezaron con Mumu, las galletitas en el frente de la camiseta. Pero no ganábamos una fortuna, como hoy se gana.
- ¿Fue dirigido por el Bambino Veira?
- Sí, con él jugué prácticamente durante todo el 1983. Perdimos un campeonato increíble. El Bambino era muy simple, cercano al jugador. Decía frases cortas para que el jugador reaccione. En 1984, hubo un momento que el equipo no andaba como él quería, entonces nos dijo “cuando suban al auto, suban la ventanilla, pongan música y no escuchen nada”, debido a las críticas que recibíamos de los medios de comunicación. Y eso qué durante ese año no había tanta difusión, ni teníamos teléfonos en las casas.

- ¿Y cómo se comunicaban con usted?
- Yo viví en Parque Chacabuco cuando arribé de Córdoba, y no tenía teléfono. Directamente no conseguía teléfono. Pero un muchacho amigo que tenía un taller mecánico cerca de mi casa tenía un teléfono y ahí me llamaban para comunicarse conmigo. El mecánico venía a mi casa y me decía “a tal hora, te va a llamar esta persona”, entonces me acercaba y hablaba por teléfono en el taller mecánico. Cuando termino mi etapa en San Lorenzo, Saporiti me llamó a ese número para ofrecerme que vaya a atajar a Junior de Barranquilla, donde iba a ir a dirigir. El Mono Navarro Montoya no aceptó y fui yo al taller a esperar que me llamara. Acepté ir a Colombia, pero atajé muy poco.
- ¿Cómo le fue en Colombia en 1985, en una época difícil por la llegada de los grupos narcos?
- Nosotros estuvimos bien en Barranquilla, sin problemas. Pasamos un año bien desde lo futbolístico, porque el equipo terminó tercero, detrás del América y el Deportivo Cali. Junior es un club ordenado y bien. Los extranjeros vivíamos todos juntos en un Apart Hotel. De compañeros tenía a Edgardo Bauza, a Carlos Ischia y Roberto Gasparini. Toda la gente que se movía ahí tenía sus inversiones.
- ¿Los grupos narcos invertían en el fútbol?
- Claro. En su momento, el América de Cali era manejado por estos grupos. Me fui enterando de la historia de Pablo Escobar con el Nacional de Colombia. Pero en el Junior no tuvimos ese problema. Aparte lo manejaba una familia que con nosotros se portó muy bien.
- Luego, ¿volvió a Córdoba para jugar en Belgrano?
- Cuando me vine de Colombia, estuve en el club Atlante durante cuatro meses. Me llama un amigo en Córdoba para decirme que esta la posibilidad de ir a Belgrano. Yo lo pensé más que nada porque Belgrano estaba en la B Metropolitana. Fue un muy buen equipo, perdió la final contra Banfield, pero no jugué ningún partido, ni un minuto jugué. Porque, el arquero que estaba que decían que lo iban a vender, que era Juan Ramón Ramos, al final no lo vendieron, entonces jugó él y yo estuve en el banco. Te digo más, un día que fue Diego Maradona a jugar un partido en Córdoba, con la camiseta de Belgrano contra Vélez, el técnico me quiso poner en el segundo tiempo y le dije “mira, no me pongas. Si vos me necesitas para jugar, yo juego, no hay problema, pero para jugar un tiempo, no me pongas”. Él sabía de dónde venía, venía de otro lado, pero por haber jugado en Talleres, nunca tuve problemas en Belgrano. Aparte, en ese momento tampoco existía la división que hay hoy en el fútbol, ¿no?
- ¿Le dijo “no me pongas” porque enfrente iba a estar Maradona”?
- No, no, no, porque yo no quería jugar. Maradona jugaba para nosotros, con la camiseta de Belgrano. Fue un partido amistoso después del Mundial 86, ahí nomás. Organizaron este partido para recaudar dinero y Maradona se puso la camiseta de Belgrano que, en ese momento, tenía jugadores de la talla de Juan José López, José Luis Villarreal, el galleguito Vázquez, que falleció, entre otros. Teníamos muy buenos jugadores. Al final no atajé, ni me di el gusto de compartir equipo con Diego. Yo no pensaba en eso, pensaba que sí jugaba era porque era necesario; no por gusto. Me saqué un par de fotos con Diego, pero nada más. Me quedé un año en Belgrano y me fui a Deportivo Maipú de Mendoza, donde estuve tres meses. Luego, tuve una lesión, y me retiré.
- ¿Cuándo se retiró, inmediatamente se puso a trabajar como ayudante de campo?
- Sí, con Roberto Saporiti. Cuando él se encontraba en Boca, me había llamado como ayudante de campo para empezar a trabajar con él. Pero justo apareció la posibilidad de ir a Belgrano. Le dije “mire, Roberto, tengo la chance de ir a atajar a Belgrano”. Roberto me mira, y me responde “¿a Belgrano va a ir?”. Le expliqué por qué pensaba eso, fue un tiempo, pero después terminé en Maipú. Y a fines de 1987 empecé a trabajar de ayudante de Saporiti.
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