10 años de Netflix en España: sus diez peores series en nuestro país
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10 años de Netflix en España: sus diez peores series en nuestro país

Celebramos el décimo aniversario de la plataforma en nuestro país con una selección de algunas de sus ficciones menos logradas
Hace diez años que desembarcó en España la plataforma de ‘streaming’ más todopoderosa del planeta. Fue un momento de cambio, de paradigma, por supuesto, a la hora de consumir lo que ahora se llaman ‘contenidos’, pero también insufló una nueva vida al panorama audiovisual en nuestro país.
Eso sí, no siempre para bien. Su mayor éxito en series, La casa de papel, no fue un original de la plataforma en sus inicios, ya que se desarrolló en Atresmedia. En realidad, todo empezó con Las chicas del cable y continuó con Élite, cuya primera temporada estaba bien, pero las siguientes...
En cualquier caso, la calidad de las ficciones originales de Netflix, a pesar de su popularidad, no siempre ha alcanzado la suficiente categoría, sí a nivel de dinero, pero no de resultados, convirtiéndose algunas grandes superproducciones en auténticos ‘subproductos’.
Por esa razón, celebramos estos 10 años de Netflix en España repasando las peores series que se han hecho en nuestro país. Se trata de una lista de lo más disputada, porque son muchas las candidatas, así que se intentará ser lo más parcial posible. Por orden cronológico, estos serían algunos de los peores títulos de la plataforma.
‘Hache’

¿Alguien se acuerda de esta serie? Estaba protagonizada por una antigua prostituta (aunque sería más correcto decir ‘una mujer que ejercía la prostitución’), que se adentraba en una banda que traficaba con heroína en la Barcelona de los años 60.
Fue un intento de hacer cine negro con clase (aunque no la tuviera en absoluto) y en ella todo resultaba tan forzado como anodino, con una trama plagada de clichés y personajes poco carismáticos al borde de la caricatura.
Todo bajo una pátina de lujo excesivamente pulida para tratarse de los bajos fondos de la droga y con un ritmo soporífero marcado por una dirección plana y una nula química entre los protagonistas.
‘Sky Rojo’

Todo un ‘hit’ en la plataforma que se vendió como una especie de homenaje a Tarantino con sabor ibérico. De nuevo, más mujeres que ejercen la prostitución, toda una temática en nuestra ficción patria.
Pero es que esa prostitución parecía estar en la base de la propia serie, que no dejaba de ser un espectáculo vacío y denigrante en el que se ‘sexualizaba’ a las protagonistas y se las situaba frente a unos niveles de violencia física y verbal intolerables. No es que fuera machista, sino lo siguiente.
‘Feria: la luz más oscura’

Dos hermanas adolescentes descubren que sus padres son monstruos y tendrán que enfrentarse a su terrible condición. La cosa podría haber tenido su gracia, por su acercamiento al género fantástico (hay sectas, visiones demoniacas, ocultismo), pero aquello se convertía en un batiburrillo sin sentido en el que campaba a sus anchas el delírium tremens, en el que el cine de adolescentes se mezclaba con el gore de Brian Yuzna para generar imágenes (y diálogos de lo más impostados) que más que terror daban risa.
‘Érase una vez (pero ya no)’
Después de su triunfo internacional con el divertido y ‘camp’ culebrón La casa de las flores, Manolo Caro desembarcó en España con una serie de producciones que no alcanzaron el nivel de su éxito mexicano.
Sin duda, la peor de todas fue Érase una vez... pero ya no, que dejará para el recuerdo algunas de las imágenes más ‘tróspidas’ de la historia de la plataforma. Era algo así como una version ‘kitsch’ de los cuentos de hadas en forma de comedia romántica y musical y con un reparto encabezado por Sebastián Yatra, Mónica Mara y Nía Correira, acompañados por un nutrido grupo de actores de lo más experimentados que básicamente no podían hacer más el ridículo con esos disfraces y toda la iconografía que les rodeaba. Una auténtica abominación ‘sonrojante’ y cutre.
‘Bienvenidos al Edén’

Otro de esos despropósitos ‘intragables’ teñidos de atmósfera cool y reparto lustroso que no guardaban en su interior un mínimo de sentido común. Una especie de ‘videoclip’ new age absolutamente pernicioso que, para más ‘inri’, pretendía convertirse en una metáfora del sistema en lo que se refiere a la cultura de la imagen superficial y el postureo de las redes sociales. Algo que, en el fondo, también era la propia serie.
Supuestamente, quería contar una historia de manipulación, control y sectas, pero lo único que conseguía era embarcar al espectador en un viaje a una isla paradisíaca junto a jóvenes a los que les faltaba un hervor para introducirnos en un infierno sin escapatoria repleto de bochorno y estulticia.
‘Mano de hierro’

De nuevo una trama de drogas en Barcelona, en esta ocasión con ambiente portuario de fondo, y un reparto con nombres tan sólidos al frente como Eduard Fernández y Sergi López.
Un thriller que pretendía parecerse al cine de gánsgters de Martin Scorsese en el que lo que primaba era la arbitrariedad en su estado máximo. Además, tenía sus ínfulas, porque la serie estaba llena de planos enfáticos, de efectismos y artificios ramplones. Todo ello para desembocar en una trama de lo más gratuita y repleta de vericuetos imposibles en la que cada situación resultaba más delirante que la anterior.
‘Jaguar’

Otra ficción con más envoltorio que otra cosa y también de ambiciones históricas a la hora de retratar un episodio significativo en nuestro país, en este caso, el de los refugiados nazis que había en España tras la Segunda Guerra Mundial.
La historia se centra en una joven superviviente del campo de exterminio de Mauthausen (Blanca Suárez) que seguía la pista de uno de los hombres más peligrosos del régimen de Hitler.
Su principal problema, el desconcierto tonal que la recorría. No sabía qué quería ser y, quizás por esa razón, no terminaba siendo nada. Una mezcla entre thriller de acción y elementos ‘pulp’ de lo más plomiza, repleta de líneas de diálogos enfáticos (porque el tema que trataba era serio e importante) y dominada por la mediocridad.
‘1992′

Álex de la Iglesia en sus horas más bajas. El supuesto ingenio de la premisa, un ‘serial killer’ disfrazado de la mascota de la Expo de Sevilla, Curro, no servía para sustentar nada de lo que pasaba a continuación, donde campaban a sus anchas la pereza y abotargamiento de ideas.
Solo hacía falta ver tres minutos para darse cuenta de que nada estaba bien ahí, con problemas incluso de planificación básicos, errores de ‘etalonaje’ y de ‘racord,’ pésimos efectos especiales y una realización absolutamente desquiciada que imponía un registro histérico a todo el conjunto.
‘Manual para señoritas’

Aquí de lo que se trataba era de clonar Los Bridgerton, ¿por qué no? No salió bien. La serie tenía un tono cuqui y juguetón que no dejaba de ser de lo más rancio y mojigato y estaba lleno de malas decisiones, desde el casting (esa nula química entre los protagonistas) a la voz en off y ruptura de la cuarta pared para dirigirse al espectador. Un producto forzado y artificial que resultaba repelente cuando pretendía ponerse serio y ramplón cuando apostaba por el elemento superficial, arbitrario y caprichoso.
‘Legado’

Una de las últimas grandes propuestas en desembarcar en la plataforma y un intento fallido de componer un Succession ‘à la española’, copiando prácticamente todas sus características pero impregnándolas de la cutrez de la corrupción ‘made in Spain’.
Probablemente Legado podría convertirse en una metáfora de estos diez años de Netflix en nuestro país en los que la plataforma se ha dedicado a plagiar ficciones clónicas sin ningún tipo de entidad que se han beneficiado del talento de creadores y equipos artísticos y técnicos dispuestos a dar visibilidad a sus productos sin muchas ínfulas de calidad.
Aquí nos situamos en el terreno del culebrón casposo que solo podría aplaudirse desde el punto de vista más ‘trash’ por la variedad de momentos desvergonzados y ridículos que se suceden, que nos llevan desde los conflictos privados de los miembros de una familia (que no tiene desperdicio) hasta las siempre recurrentes cloacas del Estado. Todo sin ningún pudor, mezclando tejemanejes de la Guerra de Irak con escenas de cine quinqui a lo Deprisa, deprisa.
El legado en la plataforma, por el momento, sería la adhesión al capitalismo más atroz, en el que el dinero se sitúa por encima del talento y las ideas para componer un panorama en el que se premia la mediocridad por encima del riesgo y la diferencia.
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