Echo muchísimo de menos los veranos televisivos de antaño. Mantener una programación gris y aburrida no va a ayudar a que las audiencias remonten, y nadie parece darse cuenta
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Echo muchísimo de menos los veranos televisivos de antaño. Mantener una programación gris y aburrida no va a ayudar a que las audiencias remonten, y nadie parece darse cuenta

A principios de siglo, en verano, todo se paraba de verdad. Durante tres meses, no solo los chavales dejábamos de ir al colegio y los adultos relajaban su rutina, sino que, además, la televisión se encargaba de dejarnos claro que estas fechas eran de piscina, helados, bicicleta y programas que no podíamos ver a lo largo del año. El verano era el momento en el que las cadenas aprovechaban para innovar con formatos más arriesgados que no podían tener cabida en una programación normal, y sacar del armario las series que ya eran sinónimo de calorcito y ventilador. Total, ¿quién va a ver la televisión un jueves por la noche de julio? Ya puestos, ¿por qué no dejar que los creadores televisivos hicieran lo que les viniera en gana, como si se tratara de un oasis televisivo de un trimestre donde todo vale y, quizás, sirva para coger ideas de cara al futuro?
El verano ya llegó, y la rutina comenzó
En 2025, la televisión lineal está pasando por horas bajas y no tiene tiempo para experimentos. No es ya que ni siquiera hagan caso a un público infantil potencial que está buscando sus dibujos animados y programas juveniles en YouTube (algo que, a la larga, hará tanto daño a las cadenas generalistas que ni siquiera van a ver venir el golpe), sino que la parrilla continúa tal cual estaba, con auténtico terror de perder los pequeños islotes de audiencia que han conseguido a lo largo de los años y convirtiendo cualquier formato en estival con la simple inclusión del subtítulo "de verano". Entre la vagancia y el terror.
'Vamos a ver' pasa a ser 'Vamos a ver verano', 'La ruleta de la suerte' se convierte en 'La ruleta de verano', etcétera. ¿Para qué darle una vuelta a nuestra programación y buscar contenidos rompedores si podemos conformarnos con lo que ya tenemos, solo que con utilizando a los presentadores secundarios o con especiales veraniegos grabados en marzo? El verano ya no es especial, festivo y repleto de diversión: es tan gris como el resto del año, casi como si hubiera crecido junto a nosotros mismos. El mundo no se pone en pausa, los presentadores no presentan desde un Aquapark, no interrumpimos la emisión para echar un nuevo episodio de 'Pepper Ann'. Todo es más triste, más adulto, más aburrido. Más real.
Supongo que es el signo de los tiempos. Por mucho que en La 1 quieran darnos cierta sensación veraniega con el estreno del 'Grand Prix', tan necesario como rutinario, de nada vale si el resto de cadenas se empeñan en que vivamos en un septiembre continuo en el que nunca cambia nada y no hay riesgos, porque tomarlos puede significar perder la miseria de espectadores que les siguen ahora mismo. Así, podemos prepararnos para un verano de reemisiones de 'El Hormiguero' (y, apostaría, 'La revuelta') para que nadie pierda esa sensación de continua normalidad. Esa hora del access prime time podría utilizarse para probar con un nuevo proyecto, con las repeticiones de Pablo Motos como plan secundario en caso de fracaso absoluto, pero... ¿Por qué intentarlo siquiera, si darle a "Play" a un programa de 2023 ya nos asegura un 15% de share?
Acostumbrados a la mediocridad
Recuerdo clarísimamente cómo, en verano del año 2000, y antes de que Telecinco decidiera expandir 'El informal' con una terrible versión veraniega sin Florentino Fernández ni Javier Capitán, el canal se lanzó al agua con 'Emisión Imposible', un programa de sketches y humor absurdo que tan solo podría haber ocurrido en estas fechas. No solo era perfecto para la estación (y lo disfruté notablemente), sino que consiguió que esperara el retorno de 'El informal' con muchas más ganas. Ejemplos los hay a miles: 'El concursazo', 'Popstars: todo por un sueño'... ¡Incluso 'Pasapalabra' empezó como formato veraniego presentado por Silvia Jato! Ahora, las cadenas saben (o creen) que hay muy pocos programas que tengan ese tipo de fidelidad, que resista al paso de los meses, y temen que el público se olvide de su cita diaria si no tiene su dosis de 'Mañaneros', 'Zapeando' o 'Más vale tarde' durante todo agosto.

Las audiencias, obviamente, son paupérrimas. Por ejemplo, el año pasado, en agosto, el programa más visto (aparte de eventos deportivos) fue un telediario aleatorio de Antena 3, que rozó los dos millones de audiencia. Por comparación, en el año 2000, Los Morancos fueron la emisión no deportiva más vista en agosto con casi cuatro millones de espectadores, seguidos por la película 'Máxima tensión' y un clásico de estas fechas, 'JAG: Alerta Roja'. La programación no solo funcionaba, sino que estaba diversificada, se reconocía instantáneamente como propia del verano, era rompedora y se diferenciaba del resto del año, como si fuera un domingo continuo. Las noticias y el "infotainment" (o sea, información disfrazada de entretenimiento) quedaban relegadas a un par de horas en la programación en lugar de abarcarlo absolutamente todo. Era un momento televisivo especial. Y puede que no lo apreciáramos los suficiente.
De nada vale que estés presentando con una camisa hawaiana si lo que me estás contando son desgracias, sucesos, invenciones con la okupación para hacer publicidad de alarmas, una constante matraca que solo lleva a que no podamos desconectar. Si julio y agosto ofrecen exactamente lo mismo que septiembre, ¿qué nos queda? Pues dar un paso más hacia encontrar el refugio en las plataformas de streaming. Netflix ya ha anunciado que este verano estrenará la temporada 3 de 'El juego del calamar' y la 2 de 'Miércoles', Prime Video se llenará de productos estivales como 'El verano en que me enamoré' o 'Viaje de fin de curso: Mallorca', HBO Max traerá 'Rick y Morty' y 'El pacificador'... Si las cadenas tradicionales dejan aún más hueco para el entretenimiento en las plataformas, estas lo van a aprovechar con creces.
Y al final, ese es el problema al que se enfrentan, y al que parece que no quieren atender: el nicho de mercado de las televisiones lineales cada vez es más pequeño, y tratar de mantener un público que poco a poco va goteando y disminuyendo (además de avejentándose) cincelando en roca los formatos que más o menos funcionan, no va a ayudar a que estos se mantengan en pie eternamente. No es que hacer un programa para niños desde un Aquapark fuera a levantar muchísimo las audiencias, ni que hacer tardes de cine en lugar de 'La sexta columna verano' fuera a cambiarlo todo, pero al menos ayudaría a airear, a permitir que la programación (y el público) respire, a volver a tener un verano que se sienta como tal. Porque, francamente, ya está bien de vivir en una televisión creativamente gris. Sí, se puede cambiar. Es más: se debe cambiar. Al fin y al cabo, y a este ritmo, dentro de muy poco tiempo no tendrán nada que perder.
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Echo muchísimo de menos los veranos televisivos de antaño. Mantener una programación gris y aburrida no va a ayudar a que las audiencias remonten, y nadie parece darse cuenta
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por
Randy Meeks
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