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La historia olvidada de los últimos fusilados del franquismo: “Aquello no fue un juicio ni tuvo nada que ver con la justicia”

La historia olvidada de los últimos fusilados del franquismo: “Aquello no fue un juicio ni tuvo nada que ver con la justicia”

La escritora y periodista Aroa Moreno Durán publica ‘Mañana matarán a Daniel’, una novela sobre las últimas ejecuciones de la Dictadura y los asesinatos de Xosé Humberto Baena Alonso, Ramón García Sanz y José Luis Sánchez-Bravo SollaPortada de prensa de la época informando del fusilamiento de cinco condenados a muerte en septiembre de 1975.

Hay historias que, como las balas, no se pueden esquivar. En mayo de 2020, todavía en plena pandemia de coronavirus,la escritora y periodistaAroa Moreno Duránpaseaba junto a su hijo por un bosque cuando, de repente, una ráfaga de disparos tronó a su alrededor. Asustados, abandonaron rápidamente el lugar, y no fue hasta unas horas después que la madre averiguaría que, durante su paseo, se habían introducido sin querer en un campo de tiro.

Lo que por entonces no sabía Aroa, pero tardaría poco en descubrir gracias a un trabajo periodístico que le acababan de encargar, es que ese mismo campo de tiro en el que había sentido amenazadas su vida y la de su hijo, era en realidad un terreno en el quese había llevado a caboel fusilamientode tres de los últimos asesinados por el franquismo: Xosé Humberto Baena Alonso, Ramón García Sanz y José Luis Sánchez-Bravo Solla.

Cubierta de 'Mañana matarán a Daniel', de Aroa Moreno Durán. (Random House)

Once “terroristas” condenados a muerte

“La historia se puso delante de mí”, dice ahora riendo en una entrevista conInfobae España."La historia con minúscula y la Historia con mayúscula“.Y es que el monte cercano a su casa, ese mismo que había pisado mil veces, guardaba en silencio ese recuerdo de protestas y resistencia, de grupos armados, de terrorismo y juicios, de despedidas y sobre todo de secretos. “Me parece entonces que, desde 1975″, escribe Aroa enMañana matarán a Daniel(Random House), crónica novelada de los últimos días de vida de esos condenados a muerte, “han pasado cientos de años y no ha pasado ninguno”.

El trabajo periodístico que le habían encomendado a Aroa era, precisamente, sobre la organización a la que los tres fusilados pertenecían: elFrente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP), un grupo armado que, entre 1973 y 1975, combatió contra un franquismo en las últimas con el objetivo de “derrocar la dictadura y expulsar al imperialismo estadounidense de España mediante la lucha revolucionaria”, tal y como afirmaba la propia organización en sus bases.

Manifestaciones, robos de armas, atracos, atentados contra empresarios, policías, militares e incluso una bomba fueron algunas de las acciones que llevaron a cabo durante esos años. No obstante, las muertes de varios agentes de policía en 1975 provocó que el Gobierno franquista aprobara unaley antiterroristacon carácter urgentepara facilitar los arrestos y aumentar el número de fallos judiciales (en muchos casos en juicios militares) con pena de muerte. El resultado, en el verano de 1975, fue de once condenados (entre ellos dos mujeres embarazadas) a morir por el asesinato de dos policías.

Logo del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP)

El Gobierno reconoció que el juicio de Baena fue ilegal y anuló la condena, pero era tarde

“Aquello no fue un juicio ni tuvo nada que ver con la justicia”, asegura medio siglo después Aroa tras cinco años de investigación. La autora describe en su novela la falta de pruebas y de garantías durante el proceso, las torturas sufridas y hasta las prisas del propio Estado por imponer su poder. En favor de los detenidos y en contra de su ejecución hubo manifestaciones en toda España y también en otros países: “Se quemó la Embajada de España en Lisboa, desde México, desde muchas ciudades de Europa”, recuerda la escritora. Incluso el Papa de entonces, Pablo VI, llamó hasta en tres ocasiones para que les perdonara la vida a las cinco personas (tras la concesión aleatoria de seis indultos), pero el dictador, símbolo de aquella España católica,acabó decidiéndose por no cogerle el teléfono al sumo pontífice.

“Nadie puede ir ya al padre de José Humberto Baena a decirle que el Gobierno de España en 2025ha reparado de alguna manera la memoria de su hijo, ha dicho que el juicio fue ilegal y la condena nula“, lamenta Aroa Moreno, que ve cómo el reconocimiento oficial de la inocencia de uno de los ejecutados (estaba cerca de Portugal cuando se produjo el asesinato en Madrid por el que se le inculpó) ha llegado demasiado tarde.

Para ella, ni las protestas ni la repercusión de esas muertes evitó el silencio posterior. ”Llegó el proceso transicional de España, que sabemos cómo fue:un acuerdo en el que se dejaron muchas cosas atrás".En ese pacto hacia la democracia, reflejo de lo que la escritora define como “un pacto de olvido”, nadie quiso recordar el nombre de opresores y oprimidos. “Por el camino de ese relato que se ha levantado en este país, se han quedado muchísimas vidas“, resume Aroa. ”Hay muchísimo dolor todavía en muchas familias". Es en ese dolor donde surgen las historias de las que se nutre la novela.

Acampada ante el consulado español en Ámsterdam en protesta por el consejo de guerra contra José Antonio Garmendia Artola y Angel Otaegui. La pancarta principal dice en neerlandés:

Para ella,Mañana matarán a Daniello que hace es “señalar un hueco”. “Eso es lo que hace la literatura”, se explica. “A veces para rellenar un vacío tiene que entrar ahí la historia o la crónica periodística (categoría en la que encajarían tanto el libroMañana cuando me maten, de Carlos Fonseca, como el recienteAlgún día se sabrá quién lo hizo, de Roger Mateos), pero la literatura señala: el territorio de la literatura es emoción”. Y es que, ante un proceso de investigación en el que hubo de lidiar con documentos clasificados, con silencios administrativos, con huellas borradas por quienes temen enfrentarse a las consecuencias de sus actos, solo la imaginación podía hilar los hechos y recuperar su memoria, pese a que“hay cosas que ya no se pueden restituir”.

“Mirar hacia atrás para poder avanzar hacia delante”

Con todo, la novela de Aroa Moreno también pretende subrayar la importancia, muchas veces obviada, que tuvieron los grupos de resistencia antifascista para forzar el inicio de la democracia.“Franco murió en la cama, me dicen, pero la dictadura murió en la calle”, escribe la autora en el libro. En la entrevista, defiende el miedo que infundían este tipo de organizaciones en los altos mandos del Régimen, sin negar la violencia de algunas de estas organizaciones. “Murió mucha gente, hasta después de muerto Franco: murieron agentes, murieron antifranquistas”, describe. Sin embargo, recuerda que pese a la etiqueta de terroristas de muchas organizaciones más o menos violentas, “el que imponía el terror era el Estado, que era una dictadura”.

Más allá de la historia (con mayúsculas, como diría Aroa) deMañana matarán a Daniel, está también su propia vida, que aparece escrita como un sendero desde el que asomarse al pasado. La escritora reconoce que, en su caso, para recuperar su propia memoria “individual e íntima” le es necesario acudir “a la historia colectiva de todos, para poder dotarme de un relato dentro de un contexto mayor”. En su familia no hay vestigios de la represión o el exilio que muchos sufrieron, e incluso su nacimiento es posterior ala muerte de Baena, García y Sánchez-Bravo.“Lo que me extraña es que no le apele a algunas personas”, comenta entre risas. “Hasta el más desapegado de los hombres o de las mujeres tiene un origen: es simplemente mirar hacia atrás para poder avanzar hacia delante”.

Por eso decidió incluir su propia persona en el relato, o más bien, su propia vivencia de la Historia. “Pensé que era una historia de hombres que mataban, que murieron, que mandaban y que cumplían órdenes, y quela mirada de una mujer escritora desde el siglo XXI hacia atrás quizá aportaba algo”. Al mismo tiempo, también quería contar el origen de la novela: “Si no habría sido un poco complicado de ficcionar a otro personaje”. A través de ese “túnel oscuro llamado memoria”, su mirada nos recuerda cómo una generación posterior a la propia dictadura es la que está cuestionandoel relato de la Transicióny “ver qué cosas se hicieron bien y qué cosas se hicieron mal” para que, antes de que sea demasiado tarde para todos, se logrereparar y reconocer parte del dolor causado a las familiasde quienes se atrevieron a protestar contra el franquismo.

    Fuente

    Infobae.com

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