¿Qué hacer con el Paseo Bandera?
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¿Qué hacer con el Paseo Bandera?

La discusión por el destino del Paseo Bandera es uno de los temas urbanos más interesantes del momento. Una serie de cartas al director en los principales medios escritos, reportajes en televisión, entrevistas en radio y posteos en redes sociales han mostrado pasión por un tema que afecta directamente a los ciudadanos.
Hay dos ideas fuerza para cambiarle el destino a este deprimido, sucio y deslavado espacio que, cuando se inauguró en diciembre de 2017, brillaba por su belleza, un fantástico trabajo de arte urbano, mobiliario con diseño y, lo más importante, cuadras y cuadras para caminar, patinar, pedalear o, simplemente, sentarse en lo que antes era una calle para el transporte público y privado.
La propuesta del Gobierno Regional Metropolitano es recuperar y mejorar el Paseo Bandera, con una inversión de más de 3 mil 500 millones de pesos. Eso incluye una nueva plaza y conexión en el bandejón central de la Alameda, un proyecto de iluminación, mejoras considerables en la ventilación, una galería comercial en el subsuelo, accesibilidad universal, una fuente de agua y mucha seguridad. Este último punto considera siete cierres establecidos, un cierre desmontable, 12 cámaras de seguridad, 12 guardias, dos encargados de un circuito cerrado de cámaras y un jefe de seguridad. Tal como explican desde el Gobierno Regional, es una oportunidad para consolidar un circuito patrimonial y turístico que revitalice el centro de Santiago.
La propuesta de la Municipalidad de Santiago, por otra parte, es que se acabe el paseo y la calle vuelva a ser un corredor para las micros, taxis y autos particulares. “Un eje de transporte público” lo llama el alcalde. Eso sí, aclara que mantendrían una semi-peatonalidad del Paseo Bandera.
Me parece importante hacer una pausa, retroceder en el tiempo y recordar dos cosas. Primero, que el Paseo Bandera surgió como una exitosa obra de urbanismo táctico, aprovechando los trabajos de Metro que tuvieron cerrada la calle Bandera por varios años, la que se había convertido en un estacionamiento informal. Segundo, que la historia se repite. Por eso es tan interesante conocer la visión y experiencia del alcalde de Santiago, Patricio Mekis, responsable de la peatonalización de Ahumada y Estado, y quien gobernó la comuna entre 1976 y 1979. Cito, a continuación, un artículo de este mismo diario de 2012. “Patricio Mekis asumió en junio de 1976 como alcalde de Santiago y rápidamente puso en marcha las obras que tenían en mente los arquitectos municipales Carlos Aliaga y Álvaro Guridi para renovar el centro, ante la fuga de locatarios y residentes hacia la pujante Providencia. El centro de los 70 amenazaba quedar despoblado. Las cuatro cuadras de Ahumada estaban atestadas de vehículos y gente. Cuatro recorridos de micros pasaban por ahí. Los taxis eran tantos que se demoraban 10 minutos en recorrer cuatro cuadras. Guridi había estudiado en Madrid, en 1970, y había visto la construcción de los paseos entre la Puerta del Sol y Gran Vía, y trajo la idea a Chile de hacer un paseo peatonal urbano. Sabía que revalorizaría el centro, pero en Chile reinaba la duda”.
Pero las críticas llovían. Hasta la prensa fue despiadada: “Peatonizar (sic) el centro”, editorializaban, “creará más congestión y contaminación, por las aglomeraciones en su entorno”. Algunos pensaban que se iba a cobrar peaje. Los comerciantes opinaban que el chileno era cómodo y que le gustaba comprar casi sin bajarse del auto o en la puerta de la micro. O que, simplemente, preferiría otros barrios. Nadie quería involucrarse en una aventura. Hasta que la rotura de la Alameda por el Metro, en 1973, dio la oportunidad de hacer la prueba. Se cerró el tránsito por Ahumada por dos años y eso les demostró a los locatarios que sí se podían eliminar los autos, sin disminuir el corte de boletas”, recuerda Guridi.
Finalmente, Patricio Mekis, en un viaje a Buenos Aires, vio el paseo Florida en el microcentro y se convenció de que ese podía ser el sello de su período edilicio. A su regreso, desempolvaron el proyecto de Guridi y el director de Obras Carlos Aliaga y se pusieron a convencer a los vecinos con planos en mano. El éxito fue total. Los arriendos subieron. Las construcciones mejoraron. Hoy, por Ahumada pasan 2,5 millones de personas diarias”.
¿Notaron todas las semejanzas? Una oportunidad que la da el cierre del tránsito, un centro de la ciudad con una imagen deteriorada, un líder decidido a experimentar (en 2017 fue el alcalde Felipe Alessandri el que se la jugó por el Paseo Bandera), un cambio de uso de calle a paseo que aumenta ventas y flujos (el flujo peatonal creció un 278%, las ventas de locales aumentaron un 20%, las denuncias bajaron un 23,7%, y el 96% de los usuarios aprobó la intervención) y un proyecto de peatonalización de calles (Mekis murió antes de ver el Paseo Estado terminado) que mejoró la calidad de vida del centro de Santiago (así fue mientras el Paseo Bandera se mantuvo en buenas condiciones).
Me pregunto: ¿alguien en su sano juicio se atrevería a plantear que hay que devolver Ahumada o Estado a las micros? Entonces apliquemos la misma lógica al Paseo Bandera.
Como escribe el arquitecto Carlos Maillet y el ex Secplan de Santiago, César Rodríguez, en una carta al director de La Tercera, “la respuesta no puede ser retroceder. No se trata de llenar de buses el espacio. Se trata de retomar la gestión activa, y sobre todo, de proyectar el Paseo Bandera hacia su consolidación definitiva. A estas alturas, Santiago debiera estar discutiendo cómo consolidar este proyecto con una inversión pública potente en seguridad, infraestructura y programación cultural, y con una alianza privada sólida que le dé continuidad, vida y atractivo comercial. El desafío no es tapar el problema: es enfrentarlo con decisión, ingenio y colaboración. Santiago merece más gestión, más visión y más ciudad”.
Por Rodrigo Guendelman, conductor de Santiago Adicto de Radio Duna.
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