Un ensayo sobre poesía y lector de Borges y Dostoiesvki: el costado literario del Papa Francisco
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Un ensayo sobre poesía y lector de Borges y Dostoiesvki: el costado literario del Papa Francisco

Jorge Mario Bergoglio, el fallecido Papa Francisco, era un consumado lector. En un país con fuerte presencia editorial como la Argentina, y donde la gente suele volcarse a los libros, el Pontífice no fue la excepción.
Eso quedo demostrado, por ejemplo a inicios de marzo de este 2025, mientras Francisco seguía hospitalizado en el hospital Gemmeli de Roma por sus problemas respiratorios, se anunció el lanzamiento de un nuevo libro del Pontífice. No una encíclica, sino un volumen dedicado a la literatura. ¡Viva la poesía!, se llama.
Publicado por la editorial Ares, es un volumen a cargo del sacerdote italiano Antonio Spadaro, subsecretario del Dicasterio vaticano para la Cultura y la Educación y director de la revista ‘La Civiltà Cattolica’, de los jesuitas, la orden religiosa del Pontífice. Básicamente, Spadaro hizo una compilación de una serie de escritos del Papa sobre literatura, en los que la poesía ocupa un lugar no menor.
“Me gusta mucho la poesía... la poesía está llena de metáforas. Comprender las metáforas ayuda a agilizar el pensamiento, a hacerlo intuitivo, flexible, agudo. Quien tiene imaginación no se endurece, tiene sentido del humor, disfruta siempre de la dulzura de la misericordia y de la libertad interior”, dijo Francisco en el libro.
Además, en una nota inicial, el Pontífice afirma: “Debemos recuperar el gusto por la literatura en nuestra vida, pero también en la educación, de lo contrario somos como frutos secos".
“La poesía –añade Francisco– nos ayuda a todos a ser humanos, y hoy la necesitamos tanto".

Leyendo a Dostoievski y Borges
En ¡Viva la poesía!, Francisco ahonda en la lista de autores de su formación, como Dante, Fiódor Dostoyevski, Jorge Luis Borger o Tolkien. Un ejercicio que también desplegó en su autobiografía, publicada en el verano austral de este 2025 con el título Esperanza.
Sobre el ruso, escribió: “Desde joven me encanta Dostoievski. Y, desde la época de mi rectorado en la Facultad de Filosofía y Teología de San Miguel, me encanta también la lectura y el análisis que de ese gran escritor ruso y de su mundo religioso ha llevado a cabo Romano Guardini. Es un ‘ser mítico’ el pueblo de Dostoievski y Guardini, sin ninguna idealización. Aunque pecador, también miserable, representa a la humanidad auténtica, y es sano y fuerte a pesar de su degradación, dado que está inserto en la estructura fundamental de la vida, en una vocación compartida, en un sentido que lo trasciende”.

Además, Francisco se dio el tiempo de hacer su propio análisis de la literatura del ruso. “Todos los personajes de Dostoievski experimentan la tensión del vivir, el mal, el dolor, la degradación, el pecador, y, sin embargo, Sofía, la compañera de Versílov en El Adolescente, o su marido, el peregrino Makar, así como Sonia, la amiga de Rodión Raskólnikov, encarnan la santidad de un pueblo de pecadores”.
Es que en sus años formativos con los Jesuitas, el joven Bergoglio tuvo muchas lecturas que lo marcaron. Ahí se hizo un lector completo. “Yo era técnico químico, por lo que creía que me encargarían los cursos de matemáticas o de física; en cambio, me convertí en profesor de humanidades. Me las arreglé, y tal vez no lo hice mal, sacando todo el provecho posible de los estudios que había cursado en Chile. El primer año lo dediqué a la literatura española, entre Gonzalo de Berceo y el Cantar de Mio Cid, el más importante poema épico español, difundido desde la Edad Media por juglares y poetas errantes”.
“Después amplié el marco a los autores argentinos, también a los contemporáneos, de la literatura gauchesca a María Esther Vásquez, Leopoldo Marechal o (Jorge Luis) Borges”.

Con este último, Bergoglio desarrolló un fuerte vínculo como lector: “Admiré y estimé mucho a Borges, me impresionaban la seriedad y la dignidad con las que vivía la existencia. Era un hombre muy sabio y muy profundo”.
Incluso, Francisco comenta que cuando hacía las veces de profesor de Literatura, tuvo la idea de invitar al hombre de El Aleph a dar una charla, y ante su sorpresa, un Borges ya en la ceguera aceptó. “Cuando, con apenas veintisiete años, me convertí en profesor de Literatura y Psicología del colegio de la Imaculada Concepción de Santa Fe, impartí un curso de escritura creativa para los alumnos…Lo invité a dar algunas clases sobre el tema de los gauchos en la literatura y él aceptó; podía hablar de cualquier cosa, y nunca se daba aires".
“Con sesenta y seis años, se subió a un autobús e hizo un viaje de ocho horas, de Buenos Aires a Santa Fe. En una de aquellas ocasiones llegamos tarde porque, cuando fui a buscarlo al hotel, me pidió que lo ayudara a afeitarse. Era un agnóstico que cada noche rezaba un padrenuestro porque se lo había prometido a su madre, y antes de morir recibió los sacramentos”.
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