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Diego ‘Peque’ Schwartzman: “Mil veces pensé en tirar la toalla”

Diego ‘Peque’ Schwartzman: “Mil veces pensé en tirar la toalla”

En febrero se retiró del tenis de alta competencia y nunca más agarró una raqueta. Dice que la satisfacción de ganar no se compara con nada. Los ataques de ansiedad y los miedos que se trasladaban al cuerpo, por qué tomó la decisión de dejar el deporte. Diez años sin su familia ni sus amigos en su cumpleaños, cómo fue vivir tanto tiempo solo en cuartos de hotel

El Peque se retiró del tenis hace muy poco tiempo, en el mes de febrero, después de muchos años de altísima competencia y de estar en lo más alto del ranking. Llegó al número ocho del ATP y les ganó partidos a las leyendas del tenis. ¿Por qué tomó la decisión de dejar el deporte? Vive una vida distinta, nueva, de muchos cambios, desafíos y con momentos que se extrañan.

– Hay algunas cosas que extraño. El tenis es uno de esos deportes en que uno deja absolutamente todo lo que está adentro del cuerpo y después no lo terminás extrañando tanto porque en el momento en que decidís frenar es porque estás exhausto, no querés saber más nada. Entonces, en el corto plazo, que fue febrero a hoy, me cuesta extrañar.

– Vos lo habías decidido antes, estaba mentalizado. ¿Decís que estás en el proceso?

– Estoy en el proceso de redescubrirme, es lo que quiero porque sigo teniendo 32 años y soy muy chico para estar jubilado, entre comillas. Pero creo que es un lindo momento. Extrañaba mucho estar acá, extrañaba mucho ver a mis amigos, a mi familia.

– ¿Estar en Argentina?

– Sí, estar en Buenos Aires. Siempre fui muy muy argento en ese sentido. Nunca pensé en vivir en otro lado, con lo bueno y lo malo que tiene Argentina, y más conociendo el mundo siempre quise estar acá.

– ¿Qué es lo que más extrañabas?

“EXTRAÑABA MUCHO, YA NO AGUANTABA MÁS PERDERME TANTAS COSAS”

– La vida social que uno tiene acá. Ya no aguantaba más perderme tantas cosas.

– ¿Cumpleaños, por ejemplo?

– Todo lo que te imagines. Mi cumpleaños durante diez años no lo pasé con nadie. O sea, yo estaba en Cincinnati, Estados Unidos, en un pueblito chiquito y feo, en un torneo grande, pero sin saber qué hacer. Iba al Cheesecake Factory a comprarme un cheesecake y eso era festejar mi cumpleaños. Muchas veces en una habitación de hotel porque al otro día tenía que jugar un partido.

– Solo.

– Sí, con mi novia, quizás algún amigo, éramos cuatro o cinco personas. Va repitiéndose con los años, te perdés los fines de año, te perdés las Navidades, te perdés los cumpleaños de tu familia, asados…

– Estás en un chat de amigos o de tu familia y vas viendo cómo los eventos suceden sin vos.

– Imaginate con la diferencia de horario en los lugares que competimos. Te levantás en Europa para jugar un partido a las 12 del mediodía a las siete u ocho de la mañana y ves que tus amigos están recién yéndose a comer un asado, todos juntos. Ves la foto y ni te das cuenta que te lo estás perdiendo, hasta que llega un momento en que sí, porque los resultados no te acompañan o porque tu cabeza ya no da más. Y decís, “qué hago acá? Quiero estar allá”.

– Además de la gente y de la vida social, ¿qué otras cosas son las que más se extrañan?

– La comida, el fútbol. El argentino, incluso el que se va a vivir afuera durante muchos años, lo nuestro es casi como vivir afuera durante casi toda la carrera, la mayoría quiere volver. Hay algo medio adictivo en nuestra sociedad, con todo lo bueno y lo malo, que te lleva a querer estar acá y poder ser parte de esta locura.

– Hay algo distinto, que no encontrás afuera.

– Hay muy pocos lugares en los que podría haber vivido algunos años. España es el más fácil por la cultura, por la comida, los horarios, todo. Pero después te vas a Europa del Este, a las ocho y media de la noche decidís ir a cenar y a las nueve te dicen que cerró la cocina y no sabés dónde comer. Y si a las diez querés ir a un kiosco a comprar algo, no existe. Es tan distinta la cultura de otros lugares… Son cosas simples que uno vive acá y que no te das cuenta.

– Es como vivir en un pueblo. No conocés a los que ves en la calle, pero es como si los conocieras.

– Sí, nosotros no nos damos cuenta y vemos mucho lo malo que tenemos, pero somos muy simpáticos para el mundo, caemos muy bien en el mundo. Obviamente algunos se pasan de rosca, tienen el ego por las nubes y pensamos que somos los mejores, pero caemos simpáticos. Y eso de ser argentino a mí me encanta.

– Eso hoy compensa el vacío gigante ahora de no estar todo el tiempo mentalizado para jugar al tenis.

– Sí, pero hay muchas cosas que no pude cambiar el chip, cuidarme, entrenar… Entreno todos los días.

“NO AGARRÉ MÁS LA RAQUETA. NUNCA MÁS”

– Ahora, ¿cuánto jugás al tenis desde que dejaste la carrera?

– ¿Ahora? No agarré más la raqueta. Nunca más.

– ¿Nunca más?

– Una sola vez fui a Indian Wells a trabajar a un torneo grande en Estados Unidos y jugué con Tommy Etcheverry, uno de los chicos argentinos, una tarde, una hora. Fue todo lo que hice desde febrero que me retiré en Buenos Aires.

– ¿Por qué?

– No sé, es difícil. Llegó un momento en que no daba más con la raqueta, entonces en el corto plazo uno no lo extraña. Seguramente con el tiempo me voy a poner a jugar. Quizá más adelante entrene a alguien, pero por ahora no la extraño.

– Tampoco se acerca un amigo que te lo propone.

 – Muchos me dicen, pero les digo que no, no hay manera. Al pádel estoy jugando bastante, es divertido y en grupo. Hay mucha gente jugando porque es más fácil y te podés divertir en distintos niveles. En el tenis no, tenés que encontrar a alguien que juegue bien.

“GANAR A LO QUE SEA NO SE COMPARA CON NADA”

– ¿Soñás con el tenis? ¿Soñás con algún momento vivido?

– Sí, porque ganar a lo que sea no se compara con nada, lo que genera en el cuerpo los momentos que lo hacía bien. Termina el partido, llegás al vestuario, llegás al hotel y tenés un día libre en medio de la competencia. Esos momentos son inexplicables, una adrenalina y una satisfacción que no se replica casi nunca.

– Eso sí no está.

– Eso no está. Eso se extraña, porque perdés esa competitividad que te lleva a pasar los límites en un montón de cosas, fuera y dentro de la cancha. Lo que te despierta todas las mañanas queriendo ser mejor en lo que hacés. Sí, después es muy difícil de encontrar. Yo soy muy competitivo, intento encontrarlo en cualquier cosa, pero es difícil.

– ¿Ahora querés ganarle a cualquiera y a cualquier cosa?

– En casi todo. Siempre fui muy realista, sé las cosas que puedo hacer bien y las que no puedo hacer bien. En las cosas que siento puedo ser bueno sí, encuentro la misma adrenalina que cuando jugaba.

– Ahora jugás al pádel con tus amigos, ¿te importa perder?

– No hay manera, no me lo permito. Me pongo loco si llego a perder con alguien que siento que es peor que yo, no puedo. Pero estoy en ese proceso de aprendizaje, sobre todo en el pádel, porque algunos desde el amateurismo juegan hace tanto tiempo que lo hacen mejor que yo. Y digo, no me puede ganar un tipo que no es profesional. Es difícil la sensación .

– ¿Cuántos años hace que estás mentalizado para ganar?

– Desde el momento en que ves todo lo que tiene que hacer tu familia o los más cercanos para que vos puedas dedicarte al tenis, la única respuesta es ganar. Porque ganar te permite económicamente seguir viajando, tener un mejor equipo. En el tenis no hay un sueldo, vos cobrás si ganás. Cuanto más ganás, más cobrás. Cien por ciento depende de tus resultados y te prepara de esa manera el deporte. Si perdés siendo sudamericano a los 20 o 21 años, tenés que tomar una decisión, muchas veces es: hasta acá llegué.

“TENÉS UN CHIP EN LA CABEZA QUE DICE QUE TENÉS QUE HACERLO BIEN O NO SIRVE”

– Es difícil entonces encontrar una segunda vocación que te permita canalizar ese nivel de competitividad.

– Es muy difícil porque tenés un chip en la cabeza que te dice: tenés que hacerlo bien o no sirve. Tenés que acostumbrarte a fracasar y eso también es parte de lo que quería vivir. Soy chico, pero las cosas que hace un chico de 22 años no las podés hacer a los 32, 35. Mis amigos hoy casi todos tienen hijos.

– Podés empezar una carrera universitaria.

– Pero el que va a la universidad hoy tiene 19 años y yo le llevo 14.

– Hay gente más grande que va a la universidad.

– Sí, es verdad. Podés hacer un montón de cosas, pero ya sos medio un sapo de otro pozo. Salir, comer, hacer un deporte, irte de vacaciones con tus amigos, todo eso ya no lo voy a vivir. Ya estamos en otra. Si le digo a uno de mis amigos “che, vamos a salir”, me dicen que no, que ya está, ya pasó esa etapa. Ahora los asados terminan a las 11 de la noche, yo sé que toda esa etapa no la voy a volver a vivir. Pero no me molesta porque el tenis me dio tanto más de lo que me imaginaba que hoy lo disfruto de otro lado. Pero quería ser lo suficientemente joven para hacer otras cosas y disfrutarlas.

– Hoy trabajás en el tenis de otras maneras, para los circuitos y con los sponsors. Pero no sabés lo que te va a gustar hacer los próximos 30 y pico de años.

– Es un poco una incógnita y es el gran desafío, porque si sos deportista desde que sos muy chiquito es lo único que hacés. Siempre estuve muy bien rodeado en ese sentido y me fueron enseñando, después de los 25 años, que uno tiene que empezar a pensar en el día de mañana. También por eso tomé la decisión de retirarme y lo anuncié casi un año antes. Me fui preparando, tomándome cada vez más tiempo y jugando muchos menos torneos.

– Me quedé pensando en lo que dijiste antes sobre cómo pasabas los cumpleaños. Supongo que muchos otros días estuviste solo en el cuarto de un hotel. ¿Cómo se lucha para no deprimirse, si es que se puede luchar?

– Sí, el tenis es un deporte muy solitario desde que sos chico. Desde que tenés 15 o 16 años, empezás a viajar más de la mitad del año y no están tus papás, no están tus amigos, no está tu familia cuándo estás enfermo o cuando las cosas van mal. Normalmente abrís una habitación de hotel y estás solo. Cuando llegás a un aeropuerto a los 16 años y si la economía no te da, estás viajando solo. Si la compañía te dice que se canceló el pasaje y que vuelvas mañana, estás en cualquier parte del mundo teniendo que resolverlo por tus propios medios. Un chico de 20 años que juega al tenis desde chiquito parece que tiene 30. La vida te hace tener mucha más experiencia en un montón de situaciones que tenés que resolver solo.

“MIL VECES PENSÉ EN TIRAR LA TOALLA”

– ¿Cómo hiciste para no bajonearte? Te acordás de momentos en que estuviste al borde de que pasara?

– Mil veces, de tirar la toalla, como en el boxeo. Sí, muchas veces le escribí a mi hermano y le dije: no quiero saber más nada. Porque llegás a la habitación del hotel, tenés una semana, diez días, hasta la próxima competencia y decís, ¿qué hago? Si venís mal necesitás hacer cambios, estar fresco y es durísimo levantarse al otro día para volver a entrenar. Tenés que encontrar la solución.

– ¿Dónde estaba la fuerza en esos momentos?

– Es muy interior eso, algunos que no la terminan sacando de ningún lado.

– ¿Vos cómo la encontrabas?

– Trataba de hablar con los míos, de entender qué era lo que me estaba pasando. Siempre fui de escuchar y de aprender, siempre estuve muy bien rodeado. Pico Mónaco fue como un mentor, a los 15 años me llevaba a sus pretemporadas y yo no era profesional todavía. En ese momento escuchaba conversaciones ajenas y decía: esto me va a servir en algún momento.

“EMPECÉ CON UN PSICÓLOGO ENFOCADO EN ATAQUES DE ANSIEDAD”

– ¿Y terapia?

– Terapia en 2022, cuando el cuerpo me empezó a mandar señales de que estaba un poco saturado. A mediados de 2022, era la temporada que más partidos había ganado y sin embargo yo sentía que era un desastre, no podía más. Y empecé a perder el control del cuerpo en cuanto entraba a jugar partidos, las cosas no me salían. Empezaba a estar acalambrado, a no poder controlar, la mano y la raqueta, estaban desconectadas, la pasaba muy mal. Empecé a tener más miedos en los aviones de noche, dormía muy mal, tenía pesadillas. Y al final de ese año, empecé con un psicólogo enfocado en ataques de ansiedad.

– ¿Eran ataques de ansiedad?

– Sí, nunca llegaron a ser ataques de pánico. Pero sí, era ansiedad, miedos que se trasladaban a lo físico. Problemas estomacales, calambres en los partidos, pesadillas. En ningún momento llegué a pasarla tan mal, pero estaba dejando de disfrutarlo. Ahí fue cuando en la cabeza empezó la idea de “cuánto voy a aguantar así”. Fueron los peores seis, siete meses de mi carrera.

– Porque de la cabeza iba el cuerpo. Y si iba al cuerpo, perdías

– Sí, cien por cien. Imaginate que mi partido más importante, cuando fui ocho del mundo en Roland Garros, fueron cinco horas y 15 de partido. Un año después, a la media hora me había acalambrado entero. Yo entrenaba seis horas por día, no me cansaba, me cuidaba, no tomaba alcohol, estaba preparado para jugar y competir y ganar, pero no podía. Me levantaba a la mañana y ya sentía un hormigueo en los gemelos. Estaba haciendo un saque y empezaba a sentir que se me había acalambrado. A los 20 minutos más, y a la media hora tenía el músculo duro. Dejás de concentrarte, tenés miedo y te empezás a desesperar. Decís, ¿por qué me está pasando esto?

– ¿Qué pasaba? ¿Qué te dijo el terapeuta? ¿Qué tuviste que trabajar?

– La primera hipótesis fue: vos no querés jugar más al tenis. Me dio la respuesta que quería escuchar. Es muy difícil, por más que uno tenga esa sensación, contárselo a los que están cercanos a vos. Todos piensan que es un momento. Yo lo hacía muy bien en ese momento, tenía muy buen ranking, pero no disfrutaba de nada. Ganaba y no era ni un alivio. No quería ganar porque al otro día tenía que volver a jugar y ya me quería ir a mi casa. Fue una etapa complicada, me ayudaron mucho esos meses que hice terapia porque entendí un montón de cosas.

– Después jugaste dos años más así que seguramente hubo otra hipótesis.

– Fue entender lo que me estaba pasando, cambiar un montón de cosas y probar hacerlo de otra manera, todo lo que hice en 2023. Lo hice un poquito mejor, pero no ganaba. Empecé a perder ranking, pasé de estar dentro de los mejores 20 a estar del 50 al 100. Es abismal la diferencia entre estar dentro de los 20 a estar 70 del mundo. Y me empecé a dar cuenta que no me gustaba no hacerlo tan bien. No tuve esa humildad para decir: sigo estando 70.

– “Yo solo quiero ganar, estar bien arriba”.

– Es lindo, pero en el tenis, si estás 20 del mundo igual perdés más de lo que ganás. Yo quería sentir que tanto para mí como para el que me miraba era un placer verme jugar.

– Todo está en la cabeza, vos sabías cuando eras chico que podrías llegar lejos, tenías mucha confianza en vos mismo.

– Siempre tuve, en el deporte individual hay que tenerse mucha confianza. Yo siempre di el aspecto de esa humildad dentro y fuera de la cancha, pero la tenés que perder en un deporte individual. Uno se tiene que sentir en algún punto bueno y mejor que el resto porque si no te quedás estancado. Al sentirte bueno en ciertos momentos encontrás soluciones donde no las hay, el que está enfrente no me va a ganar hoy, yo soy mejor.

– Cuando te retiraste publicaste una carta y dijiste que el tenis te ganó a vos.

– En el sentido de que el tenis me ganó al decir: hasta acá llegaste. Yo quería que la decisión fuera mía, no retirarme porque empezaba a perder. No quería que pasara por ahí la decisión. En ese proceso tomé malas decisiones queriendo buscar respuestas donde no estaban. En un momento a Ale Fabbri, mi entrenador en ese momento, en la mitad de una gira salí de un partido y le dije: hasta acá llegamos, necesito frenar. Hoy me arrepiento, tengo una relación increíble con él. ¿Cómo le planté la gira? En mi cabeza él era el culpable, y no tenía nada que ver. ¿Qué hice? Empezás a tomar decisiones erróneas por la desesperación de querer mantenerte en un lugar, cuando es normal que con el paso del tiempo bajes el rendimiento.

– ¿Cuánto pesa en tu vida del tenista de alta competencia el sacrificio que están haciendo por vos tus viejos o tus hermanos?

– Cuando ellos hicieron un esfuerzo muy, muy grande, yo era chico todavía.

“MIS VIEJOS A MIS TRES HERMANOS LOS DEJARON A UN COSTADO, TODA LA PLATA QUE TENÍAN ERA PARA BANCAR MI CARRERA”

– ¿Esfuerzo económico?

– Sí, se endeudaron por todos lados. Mis viejos habían tenido muy buena economía justo antes de los 90 y a principios de los 90 se fundieron, vendieron todo. Somos cuatro hermanos, mi vieja era la que me seguía en el día a día y mi viejo que estaba más en la parte económica y a mis tres hermanos los dejaron en un costado, toda la plata que conseguían era para bancar mi carrera.

– Tu vieja además te acompañaba.

– Mi vieja me acompañaba, yo tenía 13, 14 años y la plata que entraba iba a mi carrera. Mis hermanos me llevaban varios años, pero en ese momento se la recontra bancaron. Pero es el día de hoy que un poco en broma, un poco en serio, le dicen a mi viejo: ahora ustedes no nos digan nada, porque nosotros estuvimos fuera de la familia durante todo ese tiempo.

– O sea que tus viejos no pueden opinar sobre la vida de ellos.

– Un poco sí. Mis hermanos fueron como mis papás también, en ese momento la combinación entre mis viejos y mis hermanos yo no me daba cuenta. A medida que vas creciendo te vas dando cuenta.

– Sos el Peque por la altura y el Peque de la familia, tus hermanos te llevan años.

– Sí, nueve años, ocho y cinco, ellos me decían Peque. Después, en un torneo en Buenos Aires, como mis amigos y mi familia me decían Peque todos pensaron que era por la altura. En el tenis son todos gigantes, así que yo era un pequeño.

– El 25 de octubre, en menos de tres meses, te casás con Eugenia

– Está de joda ahora la pequeña, despedida de soltera, se fue de viaje con sus amigas. La están pasando increíble.

“ESTOY DESESPERADO PORQUE VOY A ESTAR DE VACACIONES CON MIS AMIGOS EN UNA PLAYA”

– Y la tuya toca pronto.

– Sí, en unos días viajo yo, nos cruzamos.

– ¿Cuántos amigos viajan? ¿Cuántos son?

– 13. Tengo mi grupo desde los 17 años y no me permito que entre mucha gente al círculo real, al íntimo. Las únicas vacaciones que tuve con ellos fueron cuatro días en México. En mi vida.

– No tuviste vacaciones.

– Es que no existen. Nosotros arrancamos el año en Navidad prácticamente y acá la gente, mis amigos, todos de la clase media, tienen un trabajo, se toman 15 días de vacaciones por año. Y no se la iban a tomar cuando yo pudiera, en noviembre. Entonces no existían las vacaciones.

– Es como una vida nueva, absolutamente.

– Total, estoy desesperado porque voy a estar de vacaciones con mis amigos en una playa.

– Por primera vez casi.

– Por un lado estoy muy agradecido a lo que me dio el deporte, porque hoy si un amigo no pudiera venir yo podría invitarlo o mejorar el viaje. Todas esas cosas durante tantos años no las pude disfrutar. Este es el momento, vivirlo está bueno.

– ¿Está organizado el casamiento?

– Sí, bastante organizado. Soy bastante metódico, yo lo organizo más que ella. Ella está más en la parte de la ceremonia. Entrar de blanco, la parte más romántica.

– De toda la gente importante que conociste en el tenis, ¿a quiénes vas a invitar a tu casamiento?

– Invité a muchos del tenis pero muchos no van a venir, uno los invita para quedar bien. Es plena competencia todavía en octubre.

– Vos decís que Rafael Nadal no viene. ¿Lo invitaste?

– Sí, le mandé que me caso, pero hoy sabemos que no va a venir. El que queremos que venga es Ben Stiller que no conoce a Argentina. Estoy en campaña, pero también está difícil.

– Era fan tuyo, hicieron un vínculo.

– Es fanático del tenis, es muy amigo de Rafa. Cuando jugué contra Rafa él estaba en la tribuna y a partir de ahí tuvimos relación.

– Soy fan de Federer, creo que tuviste buen vínculo también con él.

– Es impresionante. Llevándolo a la actuación es como Brad Pitt. No importa donde estés, Federer entra y alrededor tiene un aura que es inexplicable. Sí, lo enfrenté varias veces, y un poco por mi físico, un poco por mi forma de jugar, siempre fui simpático con ellos.

– ¿Le avisaste que te casabas?

– No, hace mucho, no lo veo. Ojalá que venga Ben Stiller. Son gente muy importante y viven lejos. No nos olvidemos que Argentina está muy lejos del mundo.

– ¿Hay ceremonia mixta? Quiero detalles.

– Sí. Nos casamos en un haras muy lindo y la ceremonia va a ser al aire libre lo más romántica posible.

– ¿Sos muy romántico o ella?

– Ella, ella. Esa primera parte para ella es la más importante. Entrar con su papá, con el vestido, caminando. A mí me gusta también, me divierte. Está dividido en dos, está la parte romántica y la parte de joda total, bolichera, con banda hasta las cuatro.

– ¿Hasta las seis?

– No, no me da, no aguanto. Mis amigos tampoco aguantan, a esta altura ya no aguanta ninguno, son todos papás primerizos.

– ¿Te tienta eso?

– Sí, los dos queremos con Euge, pero está bueno cómo tomamos la decisión de esperar a que yo termine de jugar y poder viajar a algunos lugares por más tiempo sin pensar en mi carrera. Ella es modelo y el tiempo lo puede manejar también, así que el año que viene veremos. Ahí sí, ya buscamos familia.

    Fuente

    Infobae.com

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