Guillermo Francella, del hombre que no se perdía un acto escolar al actor que llegó a los Oscars y quiere ser abuelo
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Guillermo Francella, del hombre que no se perdía un acto escolar al actor que llegó a los Oscars y quiere ser abuelo

“En la mano de obra, el argentino es algo extraordinario”, dice el actor, a pocos días del estreno de la película “Homo Argentum”, en la que da vida a múltiples personajes a lo largo de 16 relatos. En esta entrevista con Infobae, el actor compartió anécdotas y aspectos desconocidos de su personalidad. También mencionó el lazo de amistad con sus hijos y su deseo de tener nietos
Lleva una barba muy tupida, otra recortada. Está afeitado al ras y con bigote. El pelo corto y prolijo a veces, también largo y revuelto otras tantas. Lo usa canoso, lo tiene castaño, y hasta se lo ve pelado.Guillermo Francellamuestra un aspecto distinto en cada uno de los 16 relatos de la películaHomo Argentum, que el propio actor ayudó a seleccionar entre casi 40. Pero siempre es él. Apenas aparece en la pantalla es imposible no reconocerlo. Y puede que el secreto esté en sus ojos: ninguna mirada transmite tanto como la de Francella.
Esa mirada ganó en profundidad a lo largo de 45 años de trayectoria, si es que no contamos su primera aparición como extra en un filme de Olmedo, allá por 1973. Fue pícara en un comienzo, cómplice después, cargada de matices más tarde, cuando se animó a dar el salto y evitó así quedar atrapado en el único matiz de actor de comedia.
Francella se siente a gusto entre “esos dos colores”, como los define: es aquel deEl secreto de sus ojostanto como el dePoné a Francella. “Y el deCasados con hijosoEl robo del siglo. YCorazón de León.Papá es un ídoloyUn argentino en Nueva Yorkeran muy familiares y pochocleras. Después tuve otros contenidos que me interpelaron más, y me gustó.El secreto...fue el trampolín más maravilloso para que autores y directores me convoquen sin tener tanto temor a que mi presencia sola distraiga algo que hayan escrito. Y los entiendo".
Pero ahora nos convocan los 16 personajes deHomo Argentum, el nuevo filme deMariano CohnyGastón Duprat. Los creadores deEl encargado-que ya tiene su cuarta temporada filmada- llevan a la pantalla grande el espíritu del neorrealismo de la época dorada del cine italiano, allá por los 70. Como lo define el actor, el filme se desenvuelve en “ese formato de viñetas, de pequeños episodios sin un hilo conductor, pero que con mucho humor y crítica social”.
Guillermo palpita el estreno en las salas -porque no pasará pronto por las plataformas, y lo celebra- previsto para el 14 de agosto. Y se prepara para descansar, en un semestre final que, de manera extraña, lo tendrá sin trabajo. Así lo prefirió. Para el año que viene -lo dice como una infidencia- quedará su regreso al teatro conDesde el jardín, la comedia dePeter Sellers.
—En la primera viñeta deHomo Argentumdecís que el argentino le pasa el trapo a cualquiera.
—Y... sí.
—¿Lo sentís?
—Un poco siento que somos de una solidez absoluta, individualmente. Muchos hablan de que Estados Unidos tiene un sistema tan sólido que no le llegamos ni a los tobillos, pero en la mano de obra, en la tracción a sangre,el argentino es algo extraordinario. Lo dicen en todos lados. En esa viñeta, por ejemplo, hay un dilema moral que me encantó: ¿qué hacés en un momento límite, si sucede algo acá, en este instante? ¿Ya sabés cómo vas a reaccionar? Por lo visceral que soy, creo que sabría cómo reaccionar. Pero me mediría en algo violento o incómodo.
—¿Estuviste en alguna situación límite?
—Me acuerdo que hubo un pequeño temblor aquí (una réplica de un sismo en San Juan), yo estaba en un edificio y me asusté. Me vi corriendo como un desaforado, pero también veía gente que podía ayudar para bajar. En la película sentís que hay una lección moral o algo que te interpeló, y te quedaste como diciendo: “Dios mío, la vida que yo hago. Me preocupo por esto, por aquello. ¿Tiro todo, largo todo?”. Es para salir del cine y cuando estás en la pizzería, hablar, hablar y hablar…
—En la película también se habla del nido vacío, de la partida de los hijos. ¿Qué te pasó a vos con el crecimiento de Nico y Yoyi?
—Y... fue duro. Ellos tienen que crecer y era lógico, perocuando se fueron y quedó el nido... fue un vacío.Es eso: por más que haya una cotidianeidad en los llamados, en los encuentros, porque no es que se hayan mudado a otro país, y la frecuencia esté, no es lo mismo.
—¿En algún momento tuviste miedo de que tus hijos se fueran a vivir a otro país?
—No, no. Realmente no me gustaría. Tengo amigos que los hijos se fueron del país y están mal. Los veo.
—¿Tus amigos o los hijos?
—Buena pregunta... Mis amigos; los hijos, no sé. Sé que se encuentran y “¡qué lindo que es cuando estamos juntos!”, pero después la vida sigue y (sus hijos) empiezan a tener su propia vida en otro país. Y económicamente, estos amigos podrían irse a vivir a ese país para que no haya distancia, pero sienten que no va. Y los veo mal, los veo mal... Me da pena.
—¿Nico y Yoyi nunca lo plantearon?
—No, nunca. Nico sí filmó bastante afuera. Fue a España, estuvo como cuatro meses con una serie. “En cualquier momento se engancha con alguien o pasa con algo”, (pensé). Es normal. Y un día me dijo: “Ni en pedo me quedo acá, eh. Me muero. Nada que ver. Se habla otro idioma, por más que hablen español”. Me pasó en Estados Unidos cuando filméUn argentino en Nueva York, la que hicimos con Nati (Oreiro). En la cotidianeidad, lo veías que... “¡Guau! Mirá la mesa del catering. Esto es el primer mundo”. Había vitaminas, había de todo. Ahora, cuando lo vas frecuentando, nada que ver: todo milimétrico, burocrático. Nosotros no es que lo atamos con alambre: lo resolvemos.

—¿Sos celoso de Yoyi?
—No. La amo con locura pero no tengo celos. Está en pareja desde hace muchos años con alguien al que quiero un montón.
—¿Se la hiciste un poquito difícil al principio, sí o no?
—No, nunca se la hice difícil. Según ella, soy medio secote de entrada, pero yo no me veo así. Capaz que se me ven los piolines: “¿Cómo te va?” (sonríe). Pero nada más. No creo. Hoy tenemos un vínculo hermoso (con mi yerno): lo quiero y me quiere. Es amoroso el pibe. La quiere a ella, que es fundamental, y ella a él. Pero no he sido celoso en ese tema. Tampoco me ha dado grandes motivos, no estaba todo el día de locura.
—¿Yoyi con vos, es celosa?
—Hace que no, pero creo que sí. Un poquitín, sí. Somos muy compañeros, muy amigos.
—Sale Graciela Alfano a decir que le gusta hablarte al oído, y Yoyi va a salir a marcar.
—(Risas) Un poquito: “¡¿Y esto?!”. Sí, sí. La amo a Graciela. Amorosa. La conozco hace tantos años... Cuando fue el Día del Amigo, hablamos (con mis hijos) de que también son mis amigos. ¿Viste ese límite tan delgado entre papá-amigo? Hay que ser papá; yo soy papá. Pero también son mi fuente de consulta, y yo de ellos: me consultan respecto de un papel, me hacen leerles algo.
—¿En su adolescencia, los chicos no te trajeron dolores de cabeza?
—Te juro que no. Es lo más fácil que ocurra, pero no me pasó.

—¿Y vos a tus padres, en tu adolescencia?
—Mi hermano era más quilombero que yo. Yo era tranquilito y en el colegio, normalote: un 6, arañando para no llevarme muchas (materias).
—¿No los citaban a tus padres?
—¿Por mala conducta? No, no. A veces, pero nunca fui muy rebelde.
—¿Agarrarte a piñas, no?
—A veces. Muy esporádicamente. Nunca fui violento, de pelearme.
—¿Nunca te fueron a buscar a la comisaría?
—Nunca. Una vez mechuparonen la época del Proceso, en un bar: “Vos vení conmigo”, me dijeron. “Hay cuatro acá, ¿por qué yo? ¿Qué pasó?”. Me quedé. Y me metieron en un calabozo. Nunca entendí qué pasó. Averiguación de antecedentes, ¿te acordás?
—¡Qué susto!
—Era: “Ay, ¿qué hago acá?”. Me meten en un calabozo, con gente. “¿Vos tenés cigarrillos?”; “No tengo cigarrillos”. Yo estaba temblando como una hoja, tenía 17 años. Me habían sacado todo y quería un pulóver porque me habían sacado todo, y tenía frío. “¿Por qué gritás vos?”, dice uno y me mira: “¡Francella!”. Era un compañero mío que estaba haciendo la colimba y lo llevaron a esa comisaría. “¿Qué estoy haciendo acá?”, le digo. “Quedate tranquilo, ya se contactaron con tu papá, ya va a venir a buscarte”.
—Eso fue en la dictadura. Qué susto, porque el final podría haber sido otro.
—Claro. Por supuesto que sí, por supuesto que sí...
—Tus hijos no te dieron un dolor de cabeza, pero Yoyi te trajo un novio hincha de Independiente.
—Eso sí... Inexplicable. “Hija, ¿es necesario esto?”, le digo. “¡Papá, por favor!”. Pero él es muy respetuoso con su club y yo con el mío, no hay nada para verduguear o para decir. Silencio. Se habla de fútbol, pero un fútbol general. Me felicita cuando ganamos la Copa Sudamericana, yo a ellos cuando triunfan: “Bien, felicitaciones”.
—¿No miran juntos un Racing-Independiente?
—No, no, no. No creo que pueda.
—Y si llega algún nieto, ¿qué vamos a hacer con esta situación?
—Yo soy muy respetuoso: es del papá y de la mamá. Pero la mamá es de Racing.
—Mucho código.
—Me parece que es como tiene que ser, ¿no? Sé de abuelos que les comen la cabeza a los nenes con la camisetita. Cuando Nico era chiquito, había fiestas en las que siempre estaban jodiendo con que se haga de River o de Boca. Yo me daba cuenta y decía: “Corten, con eso no se jode”. Tengo un amigo que lo taladraba: “Pará un poco porque me voy a enojar”, le dije. Tenía miedo de que en ese segundo, como los demás compañeros eran de otro club y su club perdía, le pase eso. Pero no. Es muy fana de Racing.
—No tenés redes. ¿Vos entendés la plata que te estás perdiendo por no usarlas?
—Todos me lo dicen, sí. Lo sé. Pero también creo son tan tóxicas... No te puedo mentir: tengo (una cuenta) con nombre de fantasía porque me encanta ver los reels. Me divierto mucho con los de bebés, los de perros. Me vuelvo loco con los animales.
—¿Tenés perros?
—Sí, tuve toda la vida. Ahora no. Crié uno y ahora me lo llevó Yoyi porque vive sola. Le digo: “Traemelo, por favor”. Ella es muy cuida con su perro y tiene miedo de que yo le comparta un alimento que no debe comer. Pero me lo trae un ratito y se lo lleva. La verdad es que se me había muerto un golden. No sabés lo que fue: una congoja, una tristeza... Y pasa el tiempo. Yo no quería más una mascota y ella (Yoyi) me dice: “Tengo ganas de una mascota”. Y yo decía: “No, no, no...”. Ahora están muy de moda los labradoodle. Un día lo fueron a ver adonde lo daban y le ponen una camisetita de Racing, le sacan una foto y me dicen: “Papá, él pide venir”; “No hija, por favor, un perro no. Lo que yo sufrí...”. Un día vuelvo del teatro como a las dos de la mañana, estaban todos durmiendo y aparece una pelota. ¡Casi me desmayo! Lo agarré, me lo quedé, no dormí en toda la noche; me daba besos. Y cuando pasaron varios años ella se fue a vivir sola y se lo llevó.
—¿Querés que hagamos una campaña buscando un perrito para Guillermo?
—¡Me encantaría! Un perro. Es que a veces estoy medio solo. Todos me dicen: “Vos viajás mucho, y que el perro esté solito no está bueno”. Y tienen razón. Pero tengo ganas.
—¿Qué te pasa con la gente y el amor en la calle?
—Es hermoso. Es algo indescriptible lo que vivo de hace muchos años. De cualquier edad, del abuelo al nieto.

—Hay chiquitos que te conocen antes por un meme que por tantos trabajos
—Lo sé.Soy un meme caminando. Es algo muy significativo ese amor porque tal vez una mamá me dice: “Te escucha la voz y ya gira la cabecita” Me lo han dicho hasta de estudios de publicistas donde me cuentan: “Medimos el target porque queríamos ver. Y, casi nos morimos, va de un lado al otro, el de Boca y el de River”. Una cosa muy llamativa.
—Guille, contame cómo es subir a recibir un Oscar.
—¡Uff! Fue algo extraordinario. Primero, estar nominados fue lo más movilizante que me había pasado. Y después, tener la posibilidad de ir a Los Ángeles... Divino. Indescriptible. Esa emoción... Yo estaba con una productora argentina. Porque iba a ser Marynés (Breña), mi esposa, y no pudo (ir) porque había seis (invitaciones) y eran cuatro para el director (Juan José Campanella) y el productor, con sus esposas, y quedaban dos. Yo fui con Mary, pero la productora argentina quería ir también. Bueno, fue un tema. Yo no iba a ir y Juan me decía: “Vení”. “Yo voy, ¿pero cómo hago?”. Y al final, pude. Pero pasó eso de la entrada.
—¿Todo eso trajo algún distanciamiento con Darín?
—¿Conmigo?
—Sí.
—No.
—Porque en algún momento se dijo que no había buena onda entre ustedes.
—No.
—¿Está todo bien con Ricardo?
—Sí. Con Ricardo acabamos de hacer un comercial juntos. Nunca hubo problemas. Algo pasó que Ricardo no pudo ir; creo que estaba haciendo teatro. A mí me dio pena porque me hubiera gustado ir con él. Me acuerdo que lo llamo, le digo, y me dijo: “Andá, acompañalo a Juan”.

—¿Por qué trabajás tanto?
—Mira, me ofrecen cosas que me seducen mucho, pero no me gusta cuando se me pega todo. Entonces, vos decís por qué trabajo tanto: bueno, a veces me equivoco y se me mezclan las fechas y se me pegó todo y terminé quemado. Ahora, este semestre, voy a estar sin querer filmar. No voy a hacer nada.
—¿Disfrutás ese tiempo libre?
—Sí. En una época no:me costaba disfrutar el ocio. Me aburría. Después de ir a visitar a diez amigos, de almorzar con ellos, volvía a mi casa y estaba esta cosa de que no me aguantaba. Ahora disfruto de mis momentos libres. Ahora, ya más grande, más maduro, le encuentro la vuelta al ocio: tengo una vida social muy linda, tengo muchos amigos, siempre estoy muy acompañado y me gusta. Y el trabajo no lo padezco. Lo amo.
—Trabajar de lo que a uno le gusta es un privilegio enorme.
—Creo que te debe suceder lo mismo porque amarás tu profesión: interrogar, preguntar. Es hermoso. Yo fui periodista cuando terminé mi colegio secundario.
—¿Es verdad que te echaron?
—Sí, de la revistaGente. Ellos dicen que me salvaron la vida, pero no, no. Es verdad: me echaron.
—¿Harías streaming?
—Creo que no. Sí un late. La vez pasada me reía mucho
—Cuando estuviste con Mario Pergolini.
—Sí con Mario. Y un día también estuve con Migue Granados en su programa de cable, y me dejó solo porque fue al baño: “Ahora vengo Guillermo y era en vivo”. Digo bueno, estoy acá, y arranqué y me divertí. Creo que algún día, no sé, tendría que tener mucha gente que me ayude a prepararlo. Perono tengo asignaturas pendientes en mi profesión.
—¿Te importa la plata?
—Sí. Tenerla, cuidarla, saberla usar. Saber invertir.
—¿Y sabés invertir?
—Soy muy conservador, muy cuidadoso. No soy de escolasear la plata. Me la gano trabajando y después, que mínimamente no pierda plata con la inflación. Trato de llevarme bien. Sí, me llevo bien.
—O sea, te administrás vos.
—Sí. Cuando delegué, muy bien no me fue. No me gusta delegar mucho. Me llevo mejor haciéndolo analógicamente, no tan digital, no tan elaborado.
—¿Hay un Excel o una libretita que se lleva?
—Recordatorios en el celular; vencimientos, las transferencias, sueldos. Bien.
—Guille, lograste ser uno de los hombres más populares y queridos de Argentina, y a la vez, hacer de tu vida privada un espacio muy cuidado. ¿Cómo lo conseguiste?
—Y... porque ambos (por Marynés) lo pensamos de ese modo. Traté de que nunca sea invadido. E intenté proteger a ultranza todo lo que fue mi familia: mis hijos, mi vida; cuando vivía, mi madre. Intenté vivir como un papá normal.Era capaz de parar un canal un ratito para ir a ver el acto escolar y volvía corriendo con el coche a doble fila.Esta cosa que muchos dicen: “Me la perdí, crecieron y, por tanto trabajo, no los vi crecer”. Creo que nadie tenía tanto trabajo como yo cuando mis hijos eran chicos: hacía de todo al mismo tiempo, no paraba de filmar. Pero siempre estuve con ellos y traté de que eso siempre se mantenga. Y Marynés fue igual que yo, en todo sentido: nunca deseó que algo pase, que trascienda. Al contrario, fuimos muy cuidadosos. Y trascendieron muchas cosas que hubieran sido muy interesantes para la prensa, pero traté de protegerlos siempre.
—Qué bueno poder decir: “Estuve siempre”, y no estar a esta altura diciendo: “Me lo perdí, se me pasó”.
—Yo no me perdí de nada. De eso estoy contento. Siempre fue muy de estar con ellos. Al día de hoy, estamos juntos.
—¿Y qué te pasa cuando trascienden cosas de tu vida personal?
—Y... me desestabiliza, porque no estoy acostumbrado a verme en un videograph. Es algo que nunca me gustó.
—¿Levantás el teléfono, llamás a un periodista y le decís: “No, dale, por acá no”, o dejás que corra?
—No. A veces me han cuidado con cosas que me han pasado en la vida. Pero nunca llamé a alguien para que no diga algo. No, no. Aparte, tampoco tuve motivos. Pero cuando suceden cosas así, decís: “¿Y ahora?”. Es raro. Sí, no me siento cómodo porque en mi vida me pasó de todo, y nunca se sabe nada.
—¿Qué tenés ganas de que pase en tu vida? ¿Qué querés que se venga?
—Tengo ganas de nietos.
—¿A quién le estás insistiendo más?
—No, no insisto. Pero tengo ganas. Y tengo ganas de vivir esto como lo vivo: vivir de lo que amás es de elegidos. Como nos sucede a los que trabajamos en esta profesión tan difícil, en la que no hay tanto trabajo. Te sentís pleno por poder hacerlo pero por otro lado, te angustia porque tenés pares que no trabajan. Mis hijos son actores y están con una… Está tan raro todo el clima del medio audiovisual que Dios quiera que se revierta, que de a poquito vuelva a aparecer. Es muy importante que la gente vuelva a concurrir a los cines. Porque si no son películas de Marvel, la gente no va al cine.
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