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Internet por satélite está muy bien para tener siempre cobertura, pero tiene una consecuencia: nos estamos cargando la estratosfera

Internet por satélite está muy bien para tener siempre cobertura, pero tiene una consecuencia: nos estamos cargando la estratosfera

Es un pájaro, es un avión... no, es Superman hoy en día es altamente probable que eso que ves en el cielo y no consigas identificar sea un satélite. O peor aún: polvo de un satélite vaporizado que se parece a una estrella futgaz. Y cada vez vas a verlos más a menudo porque estamos llenando el cielo de satélites. Sin ir más lejos, solo SpaceX de Elon Musk tiene más de 7.000 satélites en órbita para que su Starlink funcione y un plan para llegar a 42.000 unidades en el cielo.

Puede que SpaceX sea la flota de satélites más famosa, pero no es ni mucho menos la única: Kuiper de Amazon ya ha empezado a lanzar los suyos y su idea es competir de tú a tú con el servicio de Elon Musk. Solo el año pasado se desplegaron 2.800 satélites, un subidón notable respecto a los 500 de 2019, como apunta el astrofísico Jonathan McDowell para Bloomberg. Y la tendencia sigue subiendo: para 2030 se proyecta pasar de 60.000 a 100.000 satélites.

La atmósfera funciona como incinerador de residuos

Satelites

Pero los satélites no duran allí eternamente: tienen una vida útil (más baja de lo que parece). De hecho, la vida útil de los de Starlink es de solo cinco años. ¿Qué pasa con un satélite cuando ya no sirve? Que se convierte en polvo, literalmente. Pero no un polvo cualquiera, sino uno contaminante. Houston, tenemos un problema.

Cuando un satélite ya no sirve la atmósfera actúa como un incinerador de residuos, vaporizándolo. Deshacerse de maquinaria que satisface o produce un producto o servicio está a la orden del día en cualquier actividad industrial, lo que tiene como consecuencia la generación de residuos, cada uno con su gestión. Existe legislación vigente en general, pero en el espacio nos hemos topado con un agujero negro normativo: las leyes solo regulan la contaminación causada por actividades humanas cerca de la superficie terrestre.

Las partículas de satélites están terminando en la atmósfera y aunque a día de hoy su presencia todavía no representa un problema, la tendencia de la industria hace que la comunidad científica lo observe con preocupación. Igual que el dióxido de carbono y otros compuestos que destruyen la capa de ozono cuando suben, los contaminantes que aparecen cuando se vaporizan bajan. Todos ellos llegan a la atmósfera y la contaminan.

De los primeros se ha hablado largo y tendido y alcanzado diferentes acuerdos, pero el estudio de la contaminación estratosférica es algo nuevo. Hace aproximadamente cinco años que comenzaron y ya han evidenciado que saturar la atmósfera con hollín de combustible para cohetes y partículas de satélites puede hacer retroceder todo lo avanzado en la reparación de la capa de ozono.

Cuando un satélite se vaporiza, genera residuos que quedan en la atmósfera

En pocas palabras, los satélites jubilados se vaporizan al atravesar la atmósfera, descomponiéndose en diferentes elementos, principalmente aluminio, con algo de cobre y litio.

Pero antes deben subir hasta su órbita. El queroseno empleado en los lanzamientos se quema de forma menos eficiente conforme asciende, lo que genera contaminación por hollín y carbono negro. En la Tierra se sabe que esta sustancia se depositva en los casquetes polares y glaciares, absorbiendo calor y acelerando su derretimiento.  Este furor satelital está provocando que el hollín suba más y ya el 80% se queda a 15 kilómetros de la superficie, lo que según un estudio de 2022 se traduce en que calienta 500 veces más que si estuviera a nivel del suelo.

En la atmósfera superior están apareciendo nuevos elementos químicos como  cobre, plomo y litio, provenientes de la vaporización de satélites y que superan los niveles esperables del polvo cósmico, como recoge este estudio de 2023. Pero si hay un elemento preocupante, ese es el subidón del aluminio, clave en la fabricación de cohetes y satélites.

Aunque no se sabe en qué porcentaje están presente por secretos de la industrial, la estimación ronda el 35 - 45%. Combinado con el oxígeno forma óxido de aluminio o alúmina, capaz de destruir la capa de ozono mediante reacciones químicas. Solo en 2022 se produjeron 17 toneladas de alúmina, un 30% respecto a los niveles naturales generadas por las megaconstelaciones. Eso sí, su tamaño afecta directamente a cómo de rápido caen y de allí, a su impacto ambiental.

Finalmente no podemos olvidarnos del calor generado al destruir satélites, un efecto colateral que también modifica la atmósfera amenazando el ozono. Así, se alcanzan hasta 1.925°C, suficiente como para romper las moléculas de nitrógeno, cuya presencia en la atmósfera ronda el 80%. Los átomos pueden combinarse con oxígeno para formar óxidos de nitrógeno, también una sustancia que puede destruir moléculas de ozono.

En plena fase de crecimiento y expansión satelital, esta industria se encuentra al alza y aunque a las propias empresas les consta que cada vez se hacen más estudios científicos sobre el tema, a día de hoy estamos muy lejos de tener una legislación ambiental espacial sobre el tema. De hecho, la legislación estadounidense favorecen el proceso actual de quemado en la atmósfera. Pero hay otras alternativas en el horizonte como la creación de una órbita cementerio o de diseño (buscando otros materiales o reducir el tamaño) o hasta alargar su vida útil.

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La noticia Internet por satélite está muy bien para tener siempre cobertura, pero tiene una consecuencia: nos estamos cargando la estratosfera fue publicada originalmente en Xataka Móvil por Eva R. de Luis .

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